En medio de este vértigo típicamente maradoniano, Julio Grondona tuvo dos actitudes típicamente grondonianas. Se sacó el problema de encima y se lo trasladó al otro, a Maradona. Dijo “todo depende de él. Si él quiere, sigue”. Y mandó al vocero de la AFA, Ernesto Cherquis Bialo, a anunciar con bombos y platillos que “la AFA le ofrecerá a Maradona la renovación por otros cuatro años”. Lo que Cherquis (Grondona) no anunció es que la oferta no es tan lineal, sino que viene con trampa. Ofrecerle la Selección a Diego y decirle “la oferta es para vos solo, acá no corren Mancuso, Enrique, Ruggeri ni Signorini. Vos serás el técnico, pero los colaboradores los ponemos nosotros”, es como decir “ojalá que diga no”. Es un manejo perverso, repugnante. Habíamos sostenido antes de que Diego asumiera, que el preferido de Grondona era Miguel Russo. Y Russo hubiese sido el entrenador de no mediar la intervención de los hijos de Don Julio, Julito y Humbertito, quienes convencieron a Papá de que era el tiempo de Maradona. Pensaron una situación óptima en la que Maradona estuviera cómodo y decidieron: Bilardo manager, Batista y Brown ayudantes. El Checho y el Tata se alejaron ante el primer cortocircuito con Diego. Con Bilardo, los cortocircuitos llegaron a incendios, aunque el Narigón siempre trató de minimizarlos. Maradona eligió a Mancuso como ayudante. Bilardo no quiso estar pintado y presionó para que el otro ladero de Maradona fuera Miguel Angel Lemme.
Grondona jamás digirió todo esto. Nunca se lo dijo a Maradona, pero sí a Bilardo. La influencia que tiene Bilardo sobre Diego es igual a cero. El Jefe estaba un poco harto de la Selección. Se había bancado a Basile con un año sin victorias en el lomo, vio cómo Coco caía por su propio peso y por el peso de los líderes del grupo, y como la sucesión era un caos, optó por usar a Diego como técnico y también como escudo protector. Como Maradona empezó ganando (1-0 a Escocia, 2-0 a Francia, 4-0 a Venezuela) todos callaron y prefirieron acompañar. Pasó algo similar a lo que pasó en el Mundial. Alguno vio defectos, pero también una respuesta renovada en los futbolistas.
Cuando Argentina se clasificó angustiosamente en Montevideo, se vieron varias imágenes patéticas, tapadas en ese momento por los ya célebres y hasta pintorescos exabruptos de Maradona. La primera escena de alto patetismo fue la que protagonizó Lemme, arengando groserías desde un segundo plano. La otra, inexplicable, fueron los gritos de Bilardo y los abrazos a Maradona que Diego recibió a desgano. Hoy más que ayer, parece mentira que de toda esa eliminatoria sinuosa y angustiante, lo único que haya llamado la atención fueran los gritos desaforados de Lemme. Al menos, es lo que se desprende de la única decisión que tomó la AFA per se en todo este tiempo, posterior al de Maradona como entrenador: afuera Lemme y adentro el Negro Enrique.
El Mundial está fresco y la herida es muy profunda como para volver a analizar lo que hace la prensa, que dice tonterías como que hablar del 0-4 con Alemania es hacer “resultadismo”, u otras tonterías como que “Diego no sabe nada”. La semana pasada se habló acá de la necesidad de hacer una revolución del estilo de la que hizo el flaco Menotti en 1974.
Esa idea la sostenemos. La oferta a Diego para renovar su contrato está intoxicada de hipocresía. Están haciendo todo lo posible para que Maradona diga que no, en lugar de manifestarle su disconformidad y decirle de una vez que nadie cree que pueda sacar del fango al equipo nacional. Es decir, el inicio del nuevo ciclo es el peor. Empieza con una mentira, con una oferta falsa y con el agravante de que el enviado es el presidente de un club de la B Metropolitana. El encargado de las negociaciones debe ser el propio Grondona o bien los presidentes de los clubes más importantes de la Argentina. Esta cosa de “andá vos que te conoce y te va a dar más bola” da la imagen gastada y anacrónica de la famosa ferretería de Sarandí que Don Julio pretende dar. Imagen que, dicho sea de paso, ya nadie cree ni quiere. Contratar a un técnico para una de las selecciones más importantes del mundo no es igual que vender una lata de tornillos. Hay que exigir un plan de trabajo, examinarlo entre gente idónea y aprobarlo o no.
Con todo respeto, es un hecho demasiado serio como para dejarlo en manos del presidente de Tristán Suárez. Los titulares de los equipos grandes, que reúnen la mayor cantidad de hinchas e hicieron grande e importante este fútbol y este tema, no pueden esperar que un tal señor Granados –por el mero hecho de que vive cerca de la casa de Maradona y “tiene confianza”– les traiga una información que el Comité Ejecutivo debería conseguir de otro modo. Esta es la prueba palmaria de que el Comité es un dibujo, que Grondona se maneja sin ningún tapujo. Es como dijimos hace un tiempo. Grondona y los miembros del Comité Ejecutivo son Estela Raval y Los Cinco Latinos: uno canta y los otros sólo hacen “gua gua”.
No es optimismo lo que transmite este modus operandi. Al contrario, da la sensación de que no aprendieron nada. O, lo que es peor, entrega la idea de que a alguien le conviene que todo siga así de mal.
En este último caso, acá tendrán a un enemigo acérrimo.