Sin desmerecer la representación formal del país ejercida por Gabriela Michetti, el presidente Mauricio Macri incurrió en un doble error de cálculo al ausentarse de la inauguración de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), la máxima expresión democrática del multilateralismo moderno e instancia central de la organización internacional.
Argentina fue uno de los Estados fundadores de la ONU, tuvo protagonismo desde entonces en la consagración de muchos derechos universales y ha encontrado en ese gran escenario diplomático la mejor alternativa para llevar adelante sus reclamos pacíficos de soberanía sobre las Islas Malvinas.
Pero es la primera vez desde 2002, cuando la terrible crisis institucional, económica y social tenía en vilo a nuestro país bajo el gobierno de Eduardo Duhalde, que un presidente falta a una Asamblea General en la que tomar contacto con los demás líderes del globo, una decisión que contradice la proclamada voluntad de “reinsertar a la Argentina en el mundo”.
"La única cercanía que tenían los presidentes anteriores con el mundo eran estas reuniones de la ONU. Hoy, el mundo ya conoce el cambio que encarna Macri”, explicaron voceros del gobierno sobre su ausencia. Con el mismo razonamiento, el presidente Emmanuel Macron no hubiera asistido a defender el Acuerdo de París contra el Cambio Climático, de casi total consenso internacional y que sólo desconoce Estados Unidos.
El error se agrava en la actual y delicada coyuntura internacional, en la que el presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, líder de la mayor potencia militar del planeta, amenaza con “destruir totalmente” a otro país, Corea del Norte, y el propio secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, alerta que el temor a una conflagración nuclear “está en su nivel más alto en décadas”.
Dicho esto, esta Asamblea General puso entre los asuntos más urgentes a uno que interesa mucho a la Argentina y al resto de América Latina, como el innegable conflicto institucional que atraviesa Venezuela, frente al que Estados Unidos retomó una agresiva posición que el propio Trump anticipó en una reunión previa a Michetti y al resto de los líderes de la región.
Trump reiteró luego ante en la ONU que Estados Unidos “no se quedará mirando con los brazos cruzados” como potencia continental -de hecho ya aplicó sanciones económicas- y urgió al resto de América Latina a encontrar alguna salida negociada, un emplazamiento que Caracas rechazó inmediatamente.
Hoy, ante la Asamblea General, Michetti respondió manteniendo la línea dura establecida el mes pasado por la mayoría de los cancilleres de la región, que denunciaron la ruptura del orden democrático en Venezuela, y como se presumía, en especial después del aviso de Trump, la vicepresidenta argentina demandó “un esfuerzo de negociación creíble y de buena fe, con el consenso de las partes” para superar la crisis.
Sobre el final de su alocución, Michetti abordó correctamente algunos asuntos centrales para la agenda diplomática de nuestro país y de la región, con una reivindicación del Mercosur como herramienta de nuevos acuerdos con otros bloques, como la Unión Europea (UE), y del compromiso argentino con las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que celebrará su próxima cumbre en diciembre en Buenos Aires, virtual prólogo de la que realizará el Grupo de los 20 (G20) en esta capital a finales de 2018.
Es acertado que Argentina, ante la ONU, haya resaltado una vez más la importancia del sistema multilateral del comercio y de la OMC como su “piedra angular”, de tal modo que “los beneficios del libre comercio lleguen a todos” reparando las distorsiones que sufre la región, por ejemplo, en sus mercados agropecuarios.
También que haya renovado el compromiso con el Mercosur, que para el actual gobierno debe integrarse en un “regionalismo focalizado en la atracción de inversiones y en la participación de las cadenas globales de valor”, pero también con impacto en las pymes, que son las que generan más y mejores empleos.
Como se había anunciado, al referirse al terrorismo internacional y, en particular, a los atentados perpetrados en Buenos Aires en 1992 y 1994 , Argentina volvió a reclamar a Irán la comparecencia de sus ciudadanos acusados de financiar, planificar, preparar y/o cometer el ataque a la AMIA, para permitir con sus indagatorias la continuidad de la investigación y el esclarecimiento del atentado.
Obviamente, también, la vicepresidenta reivindicó los legítimos derechos de soberanía argentinos en las Malvinas y demás islas y espacios marítimos ocupados por los británicos, y renovó el pedido al Reino Unido de abrir una negociación diplomática bilateral en busca de una solución pacífica que respete “el modo de vida de los isleños”. Significativamente, Michetti evocó el “nuevo clima en las relaciones” abierto por su gobierno con Londres.
El discurso de Michetti también incluyó las conocidas buenas intenciones sobre el cumplimiento de las metas de desarrollo sostenible, incluyendo la erradicación de la pobreza y otras, y la conveniente reafirmación del compromiso argentino con el Acuerdo de París contra el Cambio Climático.
Sin embargo, a la exposición de hoy de Argentina en la Asamblea General de la ONU les faltó la contundencia que reclamaba el momento. Y no por los resultados del esfuerzo de Michetti sino, sencillamente, por la llamativa ausencia de nuestro Presidente en el el máximo recinto de la diplomacia mundial.
*Ex embajador argentino ante la ONU y presidente de la Fundación Embajada Abierta.