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licencia y ausencia

Una permanencia renovada

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En el lapso que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) estuvo de licencia por enfermedad, su liderazgo político permaneció presente en diversos planos pertinentes: el partidario, el institucional e incluso el de la escenificación de la política. En este último caso, la constante espectacularización de gestos y actitudes a la que estamos acostumbrados, con dominante sesgo opositor a su gobierno, tuvo un significante excluyente: la ausencia de CFK.

La licencia fue entonces una presencia intensificada a través de una ausencia, la que nos mantuvo expectantes a todos –y a todas –, y vacilante al discurso oposicionista. El enunciado repetido fue: “Ojalá que vuelva bien”, pero la enunciación a menudo expresaba otra cosa. Finalmente, la Presidenta volvió y el espectáculo reverdeció, con una imagen fresca que potenció el dominio de la escena política argentina por parte de CFK.

En los efectos simultáneos en todos esos planos, una certeza se instaló: el liderazgo de CFK está más allá del ejercicio efectivo de su presidencia. Lo prueba el hecho de que, quizá por primera vez en la Argentina, el flamante jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, se parecerá a un primer ministro. A partir de ahora, parece que tendremos una líder política fuerte en ejercicio de una presidencia más remota, y un jefe de Gabinete con poder propio que, al mismo tiempo que reforzará aquel liderazgo, irá potenciando el que le pertenece.

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“A esta altura del partido”, como se suele decir, la derrota electoral del FpV en los más grandes distritos del país el 27 de octubre terminó por encontrar su respuesta: cambios trascendentes en el gabinete y próximas medidas económicas que articulan posibles soluciones a los problemas existentes –al final, plenamente reconocidos– . El contexto es favorable, además, por dos hechos trascendentes de estos días: el fallo de la Corte Suprema sobre la Ley de Medios y la aprobación en curso del nuevo Código Civil y Comercial.

El tiempo es propicio para profundizar en una orientación que necesitamos imperiosamente: la de un amplio diálogo con todos los sectores de la producción y de la política que permita acuerdos estratégicos para la Nación en su conjunto. De esta manera, el gobierno de CFK podrá llegar a su término en buena forma y el próximo gobierno, sea del signo político que fuere, se beneficiará de una herencia mucho mejor que la que recibieron los gobiernos anteriores en los recambios de la democracia recuperada hace treinta años.

Tenemos la oportunidad de un cambio radical de escenario: de la división expresada en una especie de guerra sin cuartel entre oficialismo y oposicionismo, que da suma cero, a otro en el que todos ganaremos: el Gobierno, y en particular la Presidenta, porque será quien liderará por primera vez un cierre de administración sin abismo a la vista, y los diversos componentes de la oposición, en particular los principales referentes políticos, entre quienes se fortalecerán los que sepan destacarse en este nuevo tiempo, que es el del diálogo, abandonando ya el papel excluyente de la crítica, a veces destructiva en exceso.

En el ámbito parlamentario, esta transformación se dará recién con la renovación de ambas cámaras, en el próximo período legislativo, pues en éste, como está a la vista en el trámite final de la aprobación del nuevo Código, todavía los términos son los del desacuerdo, seguramente con responsabilidades compartidas, en una dinámica que puede y debe cambiar. Estimo que el nuevo jefe de Gabinete puede hacer mucho para que el mentado cambio finalmente advenga.


*Senador de la Nación por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.