COLUMNISTAS
Panorama economico // inflacion, tipo de cambio y tasas

Una política de emergencia

Los banqueros centrales en el mundo desarrollado, en general, están principalmente preocupados por la tasa de inflación. Algunos, por mandato de los estatutos que deben respetar, también siguen de cerca el nivel de actividad económica. En especial, en aquéllos países en dónde la tasa de interés y el crédito influyen directamente sobre el crecimiento.

default
default | Cedoc

Los banqueros centrales en el mundo desarrollado, en general, están principalmente preocupados por la tasa de inflación. Algunos, por mandato de los estatutos que deben respetar, también siguen de cerca el nivel de actividad económica. En especial, en aquéllos países en dónde la tasa de interés y el crédito influyen directamente sobre el crecimiento. Pero, todos, absolutamente todos, están preocupados por no tener una crisis financiera que provoque el cierre de entidades, la necesidad de salvatajes masivos o la paralización de la economía por el no funcionamiento del sistema financiero. Y esa, precisamente, es la prioridad central  de esos “buenos muchachos”.
El caso argentino, para variar, es un poco más complicado, dado que tenemos dos sistemas financieros funcionando simultáneamente. Uno, para la “caja chica”, en el país, el otro para el “dinero grande” en el exterior. Esto es así, porque las sucesivas y sistemáticas estafas sobre las tenencias en moneda local, protagonizadas por nuestra clase política y apañadas y hasta demandadas por gran parte de la sociedad, han reducido nuestro sistema financiero y nuestro mercado de capitales a la mínima expresión. Con nefastas consecuencias sobre el “crecimiento con equidad” de largo plazo. Dado que, sin un mercado de capitales local abundante, muy pocos acceden al crédito. Y sólo prosperan, entonces, quienes tienen ahorros, herencia, o la capacidad para acceder al mercado financiero internacional. O quienes son “amigos” de los que otorgan los subsidios públicos, o tienen el “contacto” adecuado. (La vieja sospecha de que, si hubiera nacido en la Argentina, Steve Jobs, todavía estaría en su garaje, buscando fondos para desarrollar la vieja Macintosh. En realidad, se hubiera ido del país, patentado su invento en los EE.UU., y hubiera conseguido, seguramente, capital de riesgo en ese mercado).
Pero volviendo al sistema financiero local. Tenemos, entonces, dos presidentes de Banco Central, el que se ocupa del sistema doméstico y, en este caso, el amigo Ben Shalom Bernanke, que se ocupa del que nos importa para nuestros ahorros.
El desafío, entonces, para el presidente del Central local, es tratar de que el tipo de cambio y la tasa de interés en pesos, que determinan el tamaño relativo del sistema argentino frente al de “afuera”, permita maximizar el tamaño financiero local, pagando el menor “premio” posible en tasa de interés, implícita en dólares. (La tasa de interés en pesos, menos la devaluación o más la revaluación del peso contra el dólar).
Y, simultáneamente, ser lo más independiente posible del sistema político, para no tener que financiar al Estado con emisión, ni tener que fijar el tipo de cambio o la tasa en función, exclusivamente, de las presiones sectoriales. Menuda tarea la del amigo Redrado.
Pretender analizar la política cambiaria del Banco Central argentino de las últimas semanas, sin tener en cuenta este contexto resulta difícil.
Cuando se incorporan estas limitaciones la explicación es más sencilla.
Todo venía más o menos tranquilo y, de pronto, aceleración de la inflación, crisis del campo y sus consecuencias políticas mediante, dispararon un incipiente traspaso de los fondos que tenemos los argentinos en el sistema local, a nuestro sistema de “refugio”, al que recurrimos cuando nos asustamos.
Frente a esta situación, casi “exógena” a la política monetaria y financiera local, el BCRA diseñó un esquema de “emergencia” para frenar la salida y evitar un salto en el tipo de cambio que acelere más la inflación y la contración del crédito, que afecte aún más la economía.
Es decir, como en el resto del mundo, la prioridad fue y es, que el sistema financiero no pierda depósitos y no se corte la cadena de pagos y créditos. Obviamente, la gran ventaja respecto del Tequila, la crisis rusa o la crisis de 2001, es que los depósitos son en pesos y el BCRA puede emitir para devolverlos.
El Central, entonces,  decidió vender reservas para evitar que suba el tipo de cambio e incluso lo bajó para desalentar más la salida y presionar a los exportadores para que aceleren la liquidación de divisas. (¿Y castigar a los pequeños ahorristas que compraron asustados?).
Pero cuando el BCRA vende dólares, compra pesos, saca pesos del sistema, sube la tasa de interés local, el crédito se resiente, el nivel de actividad “sufre”. Es por eso que esto es sólo un esquema de “emergencia”. Aún en la Argentina, en que las emergencias duran mucho, un Banco Central no puede vender permanentemente reservas, absorber liquidez y espiralizar las tasas de interés.
En algún momento, o se detiene el drenaje, o se “tira la toalla”. Es más, ya el BCRA está intentando medidas para suavizar la falta de liquidez e intentar bajar algo las tasas locales.
Paradójicamente, los instrumentos para que “cese la emergencia” no están en la autoridad monetaria, sino en la Casa de Gobierno y, ahora, también en el Congreso y, eventualmente, en el Poder Judicial. Tener el dólar quieto, o hasta bajarlo, ayuda por un ratito a no echar más nafta al fuego, pero no sirve para apagar el incendio.
El Central lo sabe. ¿Lo sabrán en Balcarce 50?