Las amables críticas que ha recibido la última de estas columnas (https://bit.ly/proyecto-gabetta), centrada en la falta de propuestas concretas para solucionar los graves problemas del país, merecen una respuesta. Se dejan de lado otras críticas, sencillamente imbéciles y/o agresivas, al estilo de las que llenan en estos días la boca de candidatos y funcionarios.
“¿Y vos, qué proponés?”, es el patrón común de los comentarios sensatos. Como muchos ciudadanos, tengo algunas ideas. La primera, que todos los dirigentes y funcionarios honestos del país dejen de lado las posiciones partidarias y se aboquen a hacer un diagnóstico global y profundo de la situación, con la ayuda de expertos. Lo de “honestos” va de suyo, ya que la corrupción en todos los niveles, a comenzar por el Estado, es uno de los más graves problemas a resolver. Quizá el primero, ya que ningún programa político, económico y social, por sensato y apropiado que fuese, saldría adelante con ese tumor canceroso en las entrañas.
En este punto no hace falta inventar nada; bastaría con copiar los sistemas y leyes de control -y la severidad de su aplicación- no ya de Suiza, sino del vecino Uruguay. Y tampoco hay que ir tan lejos. Ante la corrupción sindical-empresaria, ese entramado mafioso, bastaría con retomar y actualizar la Ley de Asociaciones Profesionales que, entre otras medidas nacional-progresistas, motivaron el golpe militar-peronista contra el Presidente Umberto Illía. Hoy las cosas han cambiado; el sindicalismo “a la Moyano” está desnudo, la oposición renovadora interna lo acosa y las Fuerzas Armadas tienen sus propios problemas. Cada vez más peronistas decentes repudian el sistema, aunque aún pocos lo expresen. ¿Qué empresa, chica o grande, podría progresar si sus empleados no se afilian o lo hacen en otro sindicato y entonces le bloquean impunemente la entrada con un camión? La aplicación de la ley, tanto para individuos, como sindicatos, empresas, funcionarios; para todos, aparecería entonces como otro de los problemas previos a resolver. Y una vez más, debería analizarse al margen de posturas partidarias.
La corrupción en todos los niveles, a comenzar por el estado, es uno de los más graves problemas a resolver
En otro orden, este “subversivo” de ayer y social-republicano de hoy, sugeriría que la “expropiación del latifundio” se resolviese con un plan agrario sin expropiaciones. Por ejemplo, repartiendo los millones de hectáreas fiscales, hoy mayoritariamente inútiles, de todo el país. Se entregaría una “unidad económica”, variable en extensión y requisitos según las regiones, acompañada de créditos para vivienda y equipamiento a largo plazo, además de capacitación, a familias desamparadas. No sería un regalo; los nuevos emprendedores deberían amortizar la propiedad y los préstamos a partir del primer balance positivo.
En cuanto a la deuda, una fuerte coalición republicana podría chantajear al FMI, diciendo que sí, vamos a pagar, pero en cuanto y como podamos. De otro modo, allí están China, Rusia y otros que miran con codicia a nuestro país. No se trataría de cambiar una sumisión por otra, sino de imponer también allí condiciones que se acomoden al interés nacional.
Una cosa llevaría a la otra y de allí saldría, tarde o temprano, un proyecto unitario republicano de “salvación nacional”. No cabe otra expresión, ya que a la crisis económico-financiera; a la demanda social, que se expresa en un renovado activismo político-sindical, se agregan la inseguridad ciudadana y el crimen organizado, cuyo poder económico y de “persuasión” afecta en grado variable a los tres poderes del Estado y a todas las provincias y municipios.
Es eso; un proyecto unitario republicano, o será la extrema derecha ultraliberal dura, represora, que como en medio mundo, ya asoma en los gestos y propuestas de algunos personajes fantochescos, pero que saben adónde van. Donald Trump también es fantochesco, pero allí estuvo y sigue estando.
* Periodista y escritor.
Producción: Silvina Márquez.