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cinismos

Urbanismo comparado

No es, como se ha escuchado, que el transporte en Buenos Aires sea pésimo porque es barato, ni que el Estado sea incapaz de cumplir con las más mínimas obligaciones que se le han encomendado. La verdad es más escalofriante.

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Verónica es una joven que vive en los lindes de Moreno, desde donde toma un colectivo para llegar a esa estación. Una vez que baja del tren en Once (si consigue realizar el trayecto), debe tomar otro colectivo hasta el barrio donde ejerce su trabajo de asistente doméstica. Gasta, ida y vuelta, $ 6. Si algún día agrega más obligaciones en otro lugar de la Ciudad, debe sumar una tarjeta de subte al total: $ 7.

En Berlín (como en cualquier otra ciudad de Europa), el sistema de transporte es un bien social, está (como corresponde) unificado y lo usa todo el mundo porque es excelente. Las tarifas se calculan en relación con un sistema de anillos que se identifican con las letras A, B y C. La zona C se corresponde con los límites últimos del Gran Berlín y equivale, grosso modo, a la relación que existe entre el centro de Buenos Aires y Moreno.

Si Verónica viviera en Berlín, ganaría en euros y resolvería sus necesidades de transporte diario con sólo 6 euros (el costo de un boleto que permite viajes ilimitados durante la jornada en todos los medios de transporte: trenes, colectivos y subtes).

Naturalmente, sólo las personas incapaces de planificar sus obligaciones pagan esa suma. Un pase semanal (se lee en www.bvg.de) cuesta 32,30 euros (prorrateado: 4,61 por día). El pase mensual cuesta 88,50 euros y reduce el costo diario del transporte (insisto: ilimitado) a 2,95. El abono anual, finalmente, cuesta 855 euros (se paga en doce cuotas mensuales) y lleva la cifra a 2,34 por día. Hay opciones todavía más específicas y económicas: el pase estudiantil (1,75 euro diario) y el pase mensual para viajar después de las diez de la mañana (2.10 por día).

No es, como se ha escuchado, que el transporte en Buenos Aires sea pésimo porque es barato, ni que el Estado sea incapaz de cumplir con las más mínimas obligaciones que se le han encomendado. La verdad es más escalofriante. Entre nosotros, el Estado se dedica a robar a los pobres con tarifas de transporte exorbitantes (que el servicio sea de pésima calidad es anecdótico), con el cinismo de quien se sabe impune: Verónica no vota (es paraguaya).