Ya está. Pasó un nuevo año y comenzó otro, en el que habrá elecciones. Pero no es momento de pensar en eso: es enero, y enero es un mes que se hizo para descansar. En medio del descanso, yo tengo que escribir mi columna política en PERFIL. Entro a la productora, que está vacía, están todos de vacaciones. Abro mi netbook y noto que pasa algo raro en el correo electrónico. Como si alguien lo hubiera utilizado. ¿Me habrán hackeado? Llamo a Carla, mi asesora de imagen, que está descansando en Punta del Este.
—Hola, Carla, feliz año nuevo –digo.
Carla no dice nada. De fondo se escucha música de reggaeton.
—Hola, Carla, ¿me escuchás?
—Hola… sí, hola… no se escucha muy bien –responde Carla.
—¿Podés bajar la música?
—No, no puedo –contesta–. Estoy ensayando unos pasos de baile para ver si puedo competir con Pampita.
—Disculpame que te moleste, pero tengo que escribir mi columna política… Si querés hablamos más tarde.
—No, para nada.
—Digo, por ahí te estás divirtiendo y yo te vengo a joder con la política.
—Al contrario –dice Carla–. Estoy en el lugar político ideal.
—¿Vos decís? A mí me parece un poco frívolo…
—¡Justamente! ¡Volvió Punta del Este con todo! ¡Esto parece los 90! En cualquier momento cae Liz Fassi Lavalle y estamos todos.
—Si te parece, puedo seguir con el balance del año –digo–. Después de todo, pasó un nuevo año.
—Me parece que es medio un choreo lo del balance del año. Pero sí, es verdad, pasó un nuevo año. Y lo más importante de todo: pasó un nuevo diciembre.
—Claro, en el que se mantuvieron las costumbres del arbolito, de Papá Noel, de los brindis…
—Pero lo más importante de todo es que no se mantuvo la gran costumbre argentina de todos los diciembres: los saqueos –explica Carla–. Un diciembre sin saqueos es noticia. Bueno, al menos no hubo saqueos en los comercios ni en las calles. Lo de las tarifas es otra cosa.
—¡Pero renunció el ministro de Economía!
—No importa, porque asumió uno que estaba con Pagni en TN –dice Carla–. Bueno, al menos lo nombraron. No sé si asumió todavía. Nicolás Dujovne tardó más en asumir que Bob Dylan en contestarles el teléfono a los del Premio Nobel.
—Mirá, Carla, yo te agradezco mucho lo de la información política, pero también te quería comentar otra cosa. Estoy un poco preocupado.
—¿Por qué? –pregunta Carla, mientras se sigue escuchando de fondo un reggaeton–. ¿Qué te pasó?
—Creo que me hackearon y me sacaron información como a Nancy Pazos.
—¿Cómo sabés?
—Vi unos movimientos extraños en mi cuenta de mail. Y en mi Facebook aparecieron algunos comentarios que no son míos. Tengo miedo de que empiecen a filtrarse fotos.
—¿Tenés fotos muy comprometedoras? –pregunta Carla.
—Muy –respondo–. Mucho peores que las del supuesto topless de Nancy Pazos.
—¿En serio? ¿Qué estás haciendo en las fotos?
—Estoy paseando en sunga por la playa de Las Toninas.
—Ah, vos te fuiste al carajo –se queja Carla–.
—Una sunga animal print de leopardo –explico–.
—Me imagino que al menos estás solo.
—Sí, a mi mujer mucho no le gustaba la idea y prefirió no salir en las fotos.
—Yo preguntaba por si estabas con Prat-Gay –dice Carla–.
—¿Con Prat-Gay? –pregunto sin entender–. ¿Y por qué habría de estar yo con Prat-Gay?
—Porque pensaba que eso podía ser el ejemplo más claro de la caída en desgracia de Prat-Gay –se ríe Carla–. ¿Te imaginás? Pasar en un par de años de caminar por la playa con tu mujer en bikini a caminar por la playa con vos en sunga.
—¡No me cargues, que estoy preocupado!
—No, está bien, disculpame –insiste Carla–. Además, Prat-Gay dejó de ser ministro y cayó en desgracia, pero tampoco está tan en la lona.
—Bueno, dejó de ser ministro, que no es poca cosa…
—Tenés razón –dice Carla–. Y mirá que en este gobierno podés hacer cualquier cosa que nadie te va a pedir que dejes de ser ministro. Mirá Bullrich, si no…
—¿Esteban o Patricia? –pregunto–.
—En este caso hablaba de Patricia, pero si preferís Esteban…
—A mí el que más me llama la atención que siga siendo ministro es el rabino Bergman.
—Es un caso distinto –dice Carla–. Bergman tiene una banca muy fuerte de arriba.
—¿Y dónde vendría a ser “arriba” en este caso? ¿Quién vendría a estar allí “arriba”?
—Dios, obviamente –responde Carla–. ¿No viste que cada vez que le preguntan por un incendio dice que hay que rezar o que es una profecía o una maldición bíblica?
—¿Y lo de la subejecución del presupuesto?
—Así lo dispuso Dios.
—¿O sea que lo vamos a tener como ministro por toda la eternidad?
—No diría tanto –admite Carla–. Pero sí mientras no se demuestre que Dios no existe.
—¿O sea que al rabino sólo puede echarlo un grupo de ateos?
—Un grupo de ateos bien informados –corrige Carla–.
—Necesito más temas para mi columna.
—Deberías poner algo sobre los presos políticos kirchneristas.
—¿Milagro Sala? –pregunto–.
—No, Cristian Aldana –responde Carla–.
—¡Por favor, ése es un tema menor! –me quejo–.
—En eso tenés razón, es un tema muy menor. De muchas menores.
—¡Por favor, Carla, necesito hablar de temas políticos serios! –me enojo–. Como el proyecto de Massa y el oficialismo para bajar la edad de imputabilidad.
—Me imagino que Cristian Aldana debe estar a favor.
—¿Vos decís? –pregunto–.
—Por supuesto –agrega Carla–. Aldana está a favor de bajar la edad de todo. ¡Es como un cura Grassi del rock!
—El cura Grassi me da muy años 90.
—A mí me da más 10, 12, 13 años como mucho –dice Carla–. Pero sí, estamos muy noventistas.
—¡Qué bueno que volvieron los 90! –celebro–.
—Pará, tampoco te entusiasmes tanto –advierte Carla–. Esto no es como en los 90. Es bastante más espiritual. Tiene meditación, ayurveda, gurúes, poca política y mucho chamuyo gerencial.
—Mucha espiritualidad oriental.
—Sí, oriental de Punta del Este –agrega Carla–. En eso sí somos re 90. Mucha playa, mucho descanso…
—Tampoco te quejes –digo–. Sin unas buenas vacaciones, nadie puede gobernar bien.
—Ni siquiera el mejor equipo de los últimos cincuenta años —dice Carla–.
—Ni siquiera Bergman –agrego–.
—Porque tuvo el peor incendio de los últimos 50 años –concluye Carla–.
¡Así no hay mejor equipo de los últimos cincuenta años que aguante!