COLUMNISTAS

Verdad o consecuencia

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Un amigo español me llama la atención sobre la ardiente polémica entre Javier Cercas y Arcadi Espada, de la que no había oído hablar. El asunto comenzó en enero cuando el académico (de la Real Academia) Francisco Rico publicó una columna de opinión en El País en la que protestaba –con buenos argumentos– contra la nueva ley antitabaco que convierte a los fumadores en verdaderas escorias sociales sin derechos. Acaso para dar fuerza a su tesis, Rico terminaba su artículo diciendo que en su vida había fumado un cigarrillo, lo que era a todas luces falso ya que se trata de un fumador empedernido. Denunciado por los lectores, Rico recibió una amonestación escrita por parte de Milagros Pérez Oliva, la ombudsman del diario.
El 13 de febrero, Javier Cercas intervino a favor de Rico con otra columna en El País, donde afirmaba que Rico no pretendía engañar a nadie y que no estaba en juego la credibilidad del periodismo, como pretendía la celadora Pérez Oliva, sino el derecho de hacer una broma –dado que todo el mundo sabía que Rico fumaba como una chimenea– y de construir ficciones en la escritura sin que éstas deban tomarse por verdades. Para subrayar el argumento, Cercas imaginaba –en su habitual estilo redundante– una columna de Juan José Millás en la que este descubría a su madre fumando marihuana dentro de la heladera y era reprendido por el director del diario. Recordemos aquí que Cercas es autor de Soldados de Salamina, una sobrevalorada novela sobre la Guerra Civil Española que fue llevada al cine por David Trueba, y de Anatomía del instante, un farragoso relato novelado sobre el fallido golpe de Estado de 1981 conocido como el Tejerazo. Ambos libros habían sido criticados por su ambigüedad respecto de los hechos por Arcadi Espada, agudo discutidor y celoso defensor de la objetividad y el rigor en la escritura.
Espada y Cercas se quieren poco y han discutido varias veces. La última hasta ahora había sido el 25 de enero a propósito de una posible amnistía al ETA. Pero el 15 de febrero, en la entrada de Diarios que publica regularmente en El Mundo, Espada se propuso darle una lección a Cercas. A partir de la noticia del allanamiento de un prostíbulo del barrio madrileño de Arganzuelas y bajo la apariencia de solidarizarse con Cercas ante un ataque de la prensa amarilla contra su vida privada, contó que el escritor se encontraba en el establecimiento y que había sido llevado a la comisaría e inmediatamente liberado ya que, después de todo, era nada más que un cliente y no había cometido ningún delito.
El escándalo fue considerable. Intervinieron sus amigos y Cercas se puso un poco en ridículo amenazando con recurrir a la Justicia. Solo le faltó reclamar por su buen nombre mancillado. Para muchos (mi amigo español está completamente convencido), Espada no sólo le dio a Cercas una dosis de su propia medicina sino que logró probar su punto: no se puede decir cualquier cosa ni menos defender que se lo haga. La escritura es un asunto serio y Cercas ha construido una carrera literaria abusando de las licencias con la realidad; ahora le tocó sufrirlas un poco.
Me pregunta mi amigo qué opino de la polémica. La verdad es que no estoy del todo seguro. Me cae mal Cercas y me hace gracia que lo hayan agarrado con la guardia baja. Pero todo me parece un poco banal, una gran broma de estudiantes. Envidio, sin embargo, la polémica en sí y lamento que no la haya en la cultura argentina. Que no se discuta, por ejemplo, si es bueno que Cristina Kirchner se haga reelegir indefinidamente. Pero intuyo que la mayoría de nuestros intelectuales, periodistas, escritores y artistas ya han tomado partido por la afirmativa mientras que los opositores no merecemos siquiera que se nos dirija la palabra.