COLUMNISTAS

Verdades y mentiras

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El fiscal Alberto Nisman denunció a la presidente Cristina Kirchner, al canciller Héctor Timeman y a otros dirigentes políticos, a quienes acusó del presunto delito de encubrimiento del atentado a la AMIA. Nisman manifestó tener pruebas suficientes que avalarían la conformación de una asociación ilícita que, a modo de embajada paralela, habría permitido dicho encubrimiento.
El canciller Héctor Timerman, a través de un comunicado, sostuvo que las acusaciones del fiscal Nisman son sólo mentiras. Mañana continuará el segundo acto en el Congreso Nacional. Allí Nisman deberá ampliar sus dichos frente a la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados. A tenor de lo anticipado, se supone que el fiscal aportará mayores precisiones. Por su parte, el oficialismo promete asistir “con los tapones de punta” para desenmascarar lo que no sería más que una gran patraña orquestada contra el Gobierno.
Sin duda, se trata de un tema político y jurídico cuyas derivaciones impactan sobre la opinión pública. La política y la Justicia tienen reglas y tiempos que suelen ser incompatibles. Además, resultan extrañas a la opinión ciudadana, siempre propensa a la sospecha y al descreimiento general. Como ya ha ocurrido con otros temas, es probable que la ciudadanía termine escéptica respecto del esclarecimiento de las denuncias del fiscal Nisman. Sucede que el hecho aparece con todos los ingredientes que alimentan las hipótesis conspirativas que nunca terminan de comprobarse. En efecto, un fiscal afirma haber realizado escuchas en las que colaboraron agentes de inteligencia, donde se evidenciarían oscuras maniobras de un gobierno. Pero ese mismo gobierno niega los hechos, mientras denuncia la oscura intencionalidad política del denunciante. Además, se siembran sospechas sobre el rol actual de aquel agente de inteligencia. Así como en las películas de espionaje, la lógica de la verdad y la mentira entramadas en inteligencias y contrainteligencias cuasi inescrutables termina resultando el mejor alimento para una narrativa conspirativa de final incierto.
La paranoia es la certeza de que alguien tiene la intención de dañarnos, aunque no exista en la realidad. No obstante, el psiquiatra escocés Ronald Laing advirtió lúcidamente que aunque existe una palabra para referir al temor ante falsos perseguidores, no existe otra equivalente referida a perseguidores verdaderos. El problema es que a veces resulta difícil discernir cuál es el caso. Análogamente, la idea de un poder oculto donde se elucubran y realizan planes maquiavélicos y tenebrosos puede ser verdadera o falsa. Lástima que los ciudadanos nunca terminan de conocer con certeza cuál es el real alcance de la verdad y la mentira.

*Director de González Valladares Consultores.