Los actos de gobierno analizados aisladamente permiten conocer y evaluar sus efectos sobre aspectos particulares de la dinámica social. Pero si se quiere tener una idea de sus efectos sobre las condiciones generales de existencia y el respeto a las libertades y derechos, así como predecir actos futuros, se hace necesario “descubrir” el modelo de sociedad que el Gobierno tiene en mente; esto es, el sistema político y el modo de producción que guían los pasos de la fuerza gobernante. Y dado los crecientes ataques por parte de nuestro gobierno a la forma privada de producción y a la institucionalidad republicana, parece oportuno indagar sobre las características del tipo de sociedad al que llevarían los ataques al capitalismo.
Hasta 1959, cuando se produce la Revolución Cubana, y con el antecedente de la Rusa en 1917, el paso del capitalismo al socialismo ocurría “necesariamente” por un levantamiento armado. Pero en 1970 en Chile una fuerza política identificada con el marxismo llega al poder por elecciones democráticas (“la vía chilena al socialismo”). Y en 1999 Hugo Chávez llega al poder en Venezuela por elecciones libres, para instalar su “socialismo del siglo XXI”. La vía electoral a un socialismo real estaba disponible.
Más complejo es consensuar cuáles serían efectivamente las características concretas de la llamada sociedad socialista, dado que hasta lo construido por Lenin en la URSS ha sido cuestionado desde dentro del materialismo histórico por teóricos próximos al trotskismo, quienes afirmaban que solo se trataba de un “capitalismo de Estado”. Lo cierto es que para Marx el Estado en una sociedad sin clases sociales debía ser muy diferente al que se conocía en el capitalismo. El mismo problema se presenta frente a la realidad china, donde otra forma de socialismo convive con el capitalismo. En cuanto al “socialismo del siglo XXI” de Hugo Chávez muestra una fuerte presencia del Estado, cuyo manejo poco riguroso tanto en lo técnico como en lo ético ha consolidado un subdesarrollo que se expresa en una pobreza generalizada y en la ausencia de productos de consumo básico (que llevó a la Iglesia Católica a definirla como “crisis humanitaria”). Una salida poco elaborada frente al desafío de contar con un concepto unívoco que comprenda a tantas realidades diferentes ha llevado a hablar de diferentes formas de “socialismo real”.
En nuestro país algunos pensaron que el eslogan del primer peronismo “combatiendo al capital” significaba una inclinación de Perón al socialismo. Sin embargo, las medidas que el mismo toma a partir de 1952 con consignas como la de no gastar más de lo que se produce para alcanzar el equilibrio fiscal, su énfasis en la “productividad” y por fin su llamado al capital extranjero para incrementar la producción, no dejan dudas sobre su orientación ideológica. Los Montoneros están entre los primeros en no haberlo entendido y por eso fueron expulsados de la Plaza por “imberbes”, después de lo cual se levantaron en armas contra un gobierno constitucional para intentar un sistema socialista.
Décadas después, y dada la creciente influencia de La Cámpora en la orientación ideológica del Frente de Todos, no es arbitrario imaginar el rumbo de este gobierno hacia un socialismo real quizás semejante al “del siglo XXI”. Con un Estado que persigue a las empresas privadas (con la obvia consecuencia de falta de empleos) y al que se presenta como única salvación de los excluidos, a los que se “rescata” con creación de empleo público, planes sociales y otras formas de asistencialismo. Omnipresencia del Estado que es la base del estancamiento económico, la pobreza generalizada, y el voto cautivo que le permite ganar elecciones. Falta saber si los futuros actos electorales convalidarán o no este “socialismo real”. Y para que el veredicto de las urnas sea transparente es necesario agotar las medidas para evitar los fraudes a la venezolana.
*Sociólogo.
Producción: Silvina Márquez.