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Violencia no es policiales

Una novela policial, por más escatológica y feroz que sea, no es violencia. Y del otro lado, un caso policial, con una víctima y culpables reales, aunque en los noticieros lo narren como una novela, no es un policial. Repudiar al género literario por su lenguaje, o abusar del morbo en los medios para contar una historia real, tiene sus consecuencias. El riesgo no es unívoco. Se produce en los dos espacios. Del lado de la literatura, rompe el pacto con el lector, vuelve literal lo literario, destruye la capacidad humana de metaforizar, de darle forma a la realidad. Despreciar el género policial, considerándolo menor o violento, es una limitación peligrosa. Deja afuera a gran parte de la mejor literatura: Poe, Nicholas Blake, Agatha Christie, Patricia Highsmith, entre cientos más. No es fácil comprender al mundo sin leer policiales, ni escribir policiales sin tratar de entender al mundo. Si bien muchos se han basado en hechos reales, no lo hicieron para legitimarse. Al menos hasta ahora. Cuando Poe escribe Los crímenes de la calle Morgue, el supuesto primer cuento que inaugura el género, ya de entrada parodia el “basado en hechos reales” inventando un detective (Dupin) que, leyendo un caso en el periódico, lo resuelve en su casa. Pero una cosa es la resolución del enigma (novela policial) y otra la justicia necesaria, la resolución del caso real. La ficción puede servirse de todos los lenguajes, jugar con las instancias discursivas, los géneros, los vericuetos de la lengua, anacronismos, neologismos, etc. Pero hay lenguajes que no pueden servirse de la ficción: el del periodismo y el de la ley. Muchos escritores son periodistas, y de los mejores han cubierto casos policiales (Roberto Arlt, a la cabeza), sin embargo, lo real no se relativiza, mismo si la crónica se asemeja a un relato. Por eso también es arriesgado “contar una historia” de personas existentes sin apelar a las fuentes o deformando los hechos. Puede tratarse de una muy buena crónica o un excelente artículo periodístico, pero ambos requieren de una investigación y un corrimiento del yo.

En estos tiempos, “basado en los hechos reales” parece un requisito de ficción. Como si esta fuera una “mentira” al no poder ser comprobada. ¡Y es todo lo contrario! ¿Comprobar una ficción? ¿Qué significa? No puedo ni pensarlo. Por otra parte, no investigar un crimen real, desatender a las víctimas, exonerar a los culpables en pos de un relato o una conveniencia es, justamente, la otra cara de la violencia, la de la falta de respuesta.

En estos días volvieron a suceder crímenes espantosos, abusivos. El sentido de Ni Una Menos reapareció a viva voz, aunque la índole de los asesinatos parece diferente. En el subte escuché a un grupo de preadolescentes, regresando del colegio, que hablaban de las víctimas con terror, las caras denudadas, la voz en llanto y repudio. No hubo ficción en ese viaje de pocas estaciones. La violencia irrumpía en la juventud, desarmándola bestialmente. Ninguna novela puede rendir cuentas de esa realidad. Digo rendir cuenta: dar explicación, justificar.

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Thomas de Quincey, a principios del siglo XIX, escribió un libro límite, El asesinato considerado como una de las bellas artes. Al releer las primeras páginas, me sorprendo ante una suerte de prólogo ficticio, al mejor estilo de los de Don Quijote, Nabokov o Macedonio Fernández, que dice: “La mayor parte de los que leemos libros hemos oído hablar de una sociedad para proteger el vicio, del club ‘El fuego de gobierno’, fundando en el siglo XCVII. En Brighton, según creo, se fundó una sociedad para supresión de la virtud que fue suprimida, pero existe en Londres otra sociedad de carácter aún más atroz. Por su tendencia podría denominarse Sociedad del fomento del asesinato, pero según el delicado eufemismo que ha adoptado, se titula Sociedad de peritos asesinos. En ella se hace profesión de curiosidad en materia de homicidio: hay aficionados y diletantes de los diversos géneros de crímenes”.

Este juego con la ficción es verdadero (no necesariamente real). Ubica personajes capaces de gozar con la realidad de los hechos…, ¡pero son personajes! Me asola pensar que hoy en día la realidad se cree ficción y al revés, la ficción se cree realidad.

El próximo miércoles comienza en Buenos Aires La Semana Negra, el evento anual dedicado al policial, teniendo en cuenta el cruce entre ficción, periodismo y crónica. Serán varios días dedicados al género, le noir latinoamericano, le noir rural, las “idas y vueltas del periodismo y la novela negra”, con la visita de Paco Ignacio Taibo II, fundador de la mítica Semana Negra de Gijón.

Buen momento para el intercambio y la diferenciación. Violencia no es policiales.