Hace ya casi un mes que la cortada Salamanca, frente a mi casa como ya expliqué, querida señora, está toda vestida de rosa. No me pondría no ya un vestido, ni una blusa, ni un pañuelo al cuello, de ese color cursi a más no poder. Pero ahí queda maravillosamente bien, alegre, distinto, elegante, exótico, todo lo que usted puede imaginarse.
Y me detengo en esto que parece un detalle personal y sin importancia, porque estuve (re)leyendo al señor Levinas, su libro acerca de las imágenes del universo. ¿Que qué tiene que ver una cosa con la otra? Mucho, estimado señor. A raíz de un detalle tan casero como el de las langestremias frente a mi casa, Levinas se pregunta si será que existen miríadas de otros universos en los cuales hay cortadas bordeadas de langestremias explotando en color de rosa, con citas de Platón y Aristóteles para que veamos cómo es de seria la cosa.
Y bueno, ¿por qué no? Porque es un disparate, dirá usted que es tan razonable, Ah, ¿sí? ¿Y cuando mi bisabuelo materno, que era un señor escribano muy razonable, decía que eso de volar en globo era un disparate que nunca se iba a cumplir?
¿Y cuando mi abuelo paterno se reía de las pretensiones novelescas de los tipos que aseguraban que algún día íbamos a pisar la Luna? Vea, estimado señor, si yo le doy una mirada a la historia de la humanidad, me creo cualquier cosa.
Sí, cualquier disparate, ¿qué hay? Espero que algún día develemos el misterio de la infinidad de universos que pueblan el, esteeee… el, bueno, no sé cómo llamarlo, que pueblan el multiuniverso del cual somos una motita que ni aparece en los grandes mapas del cielo.
No se deprima, querida señora, ya nos vamos a enterar, nosotros o nuestros nietos y bisnietos, y vamos a dejar de sentirnos tan pero tan insignificantes. Animo, que no todo está perdido.