La peor herencia que nos van a dejar los presidentes Kirchner a los argentinos es la fractura social. Esa lógica maniquea que divide entre amigos y enemigos y que se expresa todos los días en los abismos que se abren y en las trincheras que se cavan. Ese primitivismo descalificador aborta todo tipo de debate civilizado porque asesina los matices. No hay lugar para el otro. El que se atreve a cuestionar algo desde adentro se convierte en traidor. El que piensa distinto desde afuera es un enemigo a vencer.
Producen heridas tan profundas que necesitan mucho tiempo para cicatrizar. Sacan lo peor de cada actor social. Fomentan el maltrato y eso va a contramano de una comunidad que aspira a vivir en paz y con justicia. Por eso han reaparecido con virulencia enfermedades políticas graves y peligrosas, como el odio de clases más insensato o el gorilismo más elemental. Los contestadores telefónicos de los programas de radio, las opiniones de foristas en Internet y hasta los comentarios en el supermercado están cada vez más infectados de venenosas acusaciones discriminatorias que dinamitan todo intercambio de ideas sensato. Los que están a favor del Gobierno acusan a sus opositores, siguiendo las enseñanzas de Néstor, de oligarcas y golpistas, y los que están en contra enseguida escupen rótulos como montoneros y dictadores o defensores de los negros delincuentes. Son palabras cargadas de pólvora que presagian tormentas y nos hacen retroceder a los momentos más violentos e irracionales de nuestra historia.
Está claro que no es el mejor contexto para una campaña electoral que tropieza con las rutas argentinas llenas de productores en llamas, con los medios de comunicación en estado de alerta y movilización frente a nuevos intentos del kirchnerismo de controlar todo sin que nadie los controle a ellos y con el drama de la inseguridad que desgarra familias cotidianamente, pero que se ha convertido en campo de batalla del forcejeo político.
Nadie se permite reconocer nada bueno del otro. Se cierran todos los caminos. El anuncio de la Presidenta de coparticipar las retenciones a la soja es un paso en el rumbo correcto. Es una decisión absolutamente insuficiente, pero que responde conceptualmente a la demanda de los pueblos del interior de que vuelva parte de lo mucho que producen. Decir esto no ubica al que lo dice en el lugar de oficialista. Es un dato de la realidad que no se puede escamotear. Sería oficialista si no se dijera simultáneamente otras verdades. Por ejemplo, que la intención de los Kirchner es dividir a los productores agropecuarios del resto de los habitantes de los pueblos del interior. Y que tiene el objetivo de darle más cash a diputados, intendentes y gobernadores propios para que no caigan tan rápidamente en la tentación de pasarse para el lado del campo y para que estén mejor parados frente a las elecciones. El Gobierno ¿va a conseguir su objetivo? Es casi imposible. Primero, porque las clases medias rurales fueron tan humilladas el año pasado que difícilmente recuperen cierto afecto político por cualquier candidato con perfume kirchnerista. Y después, porque los montos que llegan a los pueblos son como gotas de agua en el desierto. Osvaldo Salomón, el intendente peronista de Chabás, fue contundente en su ejemplo: “Aportamos 50 millones al año y nos devuelven 200 mil pesos que solamente nos sirven para asfaltar dos cuadras”.
Además, los Kirchner insisten en responsabilizar al agro de las penurias brutales que tienen que sufrir los nuevos pobres o desocupados con las necesidades básicas más insatisfechas. Aquel concepto que irritó tanto de “los piquetes de la abundancia” hoy Cristina lo disimuló diciendo que “son los que no se conforman con nada”. Néstor, en su acto en Merlo, a los besos y abrazos con Raúl Otacehé (quién los ha visto y quién los ve), dijo que van a resistir los “embates de los que no quieren distribuir nada y no quieren que el pueblo tenga trabajo ni viviendas”.
Esas declaraciones, que representan el pensamiento profundo de los Kirchner, son el mejor combustible para acelerar el motor de la protesta rural. Los productores más quebrados económicamente sienten que le están mojando la oreja y no se conforman con quedarse al costado de los caminos. Caen en la provocación de Kirchner y cometen el delito de cortar las ruta cargados de puteadas. Y Kirchner vuelve a meterles el dedo en la llaga: “¡Qué mezquindad de esos que tratan de que nos desgastemos a cualquier precio para sacar un votito más! Desde el principio le pusieron piedras en el camino y la máquina de impedir a Cristina, pero ella superó todos los ánimos destituyentes. No va eso de que si no estoy de acuerdo rompo todo, corto las rutas y le estropeo la vida a todos los argentinos”.
Hay gobernadores o ex gobernadores que sufren en carne propia esa realidad. Juan Schiaretti no solamente mantuvo su reclamo para reducir las retenciones a la soja. Ya decidió provincializar su campaña y no abrir sus listas para ningún kirchnerista. No tiene otro remedio en una provincia donde los niveles de rechazo hacia el matrimonio presidencial están entre los más altos del país. Eduardo Mondino, Pichi Campana y Olga Riutort son los candidatos que van a enfrentar al kirchnerismo sin chances de Patricia Vaca Narvaja y el intendente Daniel Giacomino, y a los que tienen todas las posibilidades de ganar: Luis Juez y el radicalismo, vayan juntos o separados.
Pero no sólo Schiaretti y Carlos Reutemann quieren despegarse de los Kirchner en defensa propia. Hay varios que en silencio han bajado el perfil de sus apariciones para no perjudicarse en las urnas.
Al final del acto de Olivos donde anunció la coparticipación sojera, la Presidenta mostró su ironía pretendidamente humorística cuando se dignó a hablar con una movilera de C5N, y como el resto de sus colegas se atropellaban para conseguir unas palabras, ella dijo: “No me la golpeen a la periodista, por favor, no atenten contra la libertad de prensa”.
El proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que se presentó en La Plata es sólido y positivo en líneas generales. Fue redactado por expertos en el tema con la sana intención de democratizar el sistema, de hacerlo más plural y horizontal y de que tengan más espacio el Estado y la sociedad civil. Todavía hay mucho que debatir, perfeccionar y corregir. Pero la mirada conspirativa y utilitaria que tienen los Kirchner del periodismo es la que enciende las luces de alerta. Ellos están convencidos, más por carácter que por ideología, de que los medios son los nuevos instrumentos de dominación y quieren utilizarlos para dominar antes que los dominen a ellos. Por eso aparecen las bravuconadas caricaturescas de Néstor: “¿Qué te pasa, Clarín?” o “No te pongas nervioso, Clarín”.
Desde que llegaron al poder municipal, los Kirchner vienen utilizando todo tipo de maniobras para hostigar y perseguir al periodismo que respeta la génesis del oficio: la mirada crítica que lo debe convertir en fiscal del poder y abogado del hombre común, como decía Albert Camus. Aquí hay que tener mucho cuidado y poner la lupa siempre. Porque una cosa es combatir la hiperconcentración monopólica, que siempre es contraproducente en cualquier área de la economía y mucho más en la información, pero otra cosa es querer jibarizar, tupacamarizar y reducir a los medios a su mínima expresión para quitarles la fuerza necesaria para enfrentar censuras de gobiernos o empresas privadas. La independencia económica siempre está muy ligada a la independencia editorial.
Tiene que haber muchos medios que expresen la pluralidad de la sociedad. Pero no todos deben ser peces chicos, porque se convierten en una presa fácil de los tiburones del gobierno de turno, que en este caso son pingüinos. Esto ocurre mucho en el interior, donde los diarios o radios o canales chicos son pauta-dependientes de los gobiernos provinciales. Un premio o un castigo puede hacer subir a los obsecuentes al podio o hacer desaparecer a los críticos en un par de meses.
En todos los países del mundo hay cuatro o cinco medios dominantes no monopólicos, y eso es útil para la sociedad.
En este sentido, sería mucho más democrático sumar otras tres leyes que deberían votarse en el recinto el mismo día.
1) La que propuso el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en el sentido de despenalizar las figuras de calumnias e injurias para las expresiones sobre temas interés público.
2) Promover una legislación que distribuya la pauta publicitaria oficial de manera universal y que no deje ni el mínimo espacio para la arbitrariedad o discrecionalidad del gobierno.
3) Impulsar de una vez por todas una Ley de Acceso a la Información clara que no permita a ningún organismo esconderse detrás de chicanas y bicicletas.
La lectura forzada que hace Cristina demuestra un desconocimiento absoluto del funcionamiento informativo de un diario o un canal. Hace poco, les rogó a los intelectuales que “ayuden a desentrañar los mensajes de la prensa bajo aparente objetividad y prescindencia. Los medios atentan contra la redistribución del ingreso, la movilidad social y la participación democrática. Repiten un guión monocorde que nunca se sabe quién lo elabora pero todos sospechamos a qué intereses responde”. Impresionante radiografía de un paternalismo que cree que el oyente o el lector son seres pasivos incapaces de pensar por sí mismos que necesitan que los Kirchner los despierten de su letargo de sometimiento y los concienticen. ¿Quién elabora ese guión monocorde? ¿Es la CIA, el imperialismo o el Ogro Fabianni el que redacta todas las mañanas lo que debemos decir y lo manda por fax a todos los periodistas de la Argentina? ¿A qué intereses responde ese Gran Hermano Editor? ¿Al enemigo agromediático?
La diputada radikal y amiga de Cristina Silvia Vázquez batió todos los récords cuando dijo públicamente: “Hemos visto cómo los tanques necesitan primero de cámaras y micrófonos”. O: “Hay que reconocer que avanzamos cuando en vez de amenazarte con la desaparición física te amenazan con la tapa de un diario. Pero estaremos mucho mejor cuando ya no exista esa amenaza”. ¿No será mucho, honorable diputada? Parece que no. Ella sigue: “Un cambio central de la radiodifusión sería que el ciudadano sepa la posición ideológica de un medio y qué intereses económicos sostiene y lo sostienen, como pasa en otros países donde cada diario dice con qué partido está identificado”. Se le podrían hacer muchas preguntas a la diputada que mejor expresa los que piensan los Kirchner sobre la libertad de prensa. ¿Qué ideología tiene la Editorial Perfil? ¿Por qué fue tan crítica de Carlos Menem como de Fernando de la Rúa o Kirchner? ¿Es más o menos “oligarca” y “antipopular” que La Nación? ¿Dónde milita la señora Ernestina Herrera de Noble además del clarinismo? ¿Cuáles son los diarios conocidos en el ambiente como los boletines oficiales con fotos? ¿C5N y Radio 10 qué ideología tienen? ¿Son kirchneristas en política nacional, anticastristas y antichavistas en política exterior y ruckaufistas-pattistas en los temas de seguridad?
Usted podrá observar, estimada diputada, lo complejo de saber y decir a qué interés responden estos medios, aunque hay serios indicios de que muchos militan denodadamente para el bolsillo del propietario y que la pauta oficial y otros negocios aceitan y facilitan la relación con todos los gobiernos.
El rabino Sergio Bergman puso el grito en el cielo cuando dijo: “No hay que confundir el legado de Perón con las locuras de Nerón”. Obviamente, era un palo para Néstor Kirchner y esa idea nefasta y extorsiva que también y tan bien utilizó Carlos Menem que dice: Yo o el caos. Todo el tiempo y en todos los discursos aparece esa amenaza: o nos votan a nosotros o incendiamos todo, como hizo Nerón con Roma.
El piquetero oficial Emilio Pérsico dijo con todas las letras: “Si perdemos, que se hagan cargo del gobierno Cobos y Clarín”. Después reculó y le bajó el tono a su sincericidio irresponsable y pidió que renuncie Cobos.
Pero la verdad es que para muchos analistas, Pérsico no hizo otra cosa que expresar el pensamiento más profundo de los presidentes Kirchner, que ya habían amenazado con renunciar aquella noche fatídica para el Gobierno del voto no positivo. Todo argentino bien nacido quiere que los Kirchner cumplan con los plazos constitucionales de la mejor manera. Y que si les toca perder aprendan a gobernar en consensos y respetando las instituciones, que siempre trascienden a los seres humanos.
Por eso no es bueno que los hombres políticos se crean providenciales o imprescindibles. La sabiduría popular dice que el cementerio está lleno de imprescindibles.