COLUMNISTAS
inventos

Vivir en las ciudades

¿No es raro esto de vivir en ciudades? Usted me va a decir que hace milenios que vivimos en ciudades y que por lo tanto no es nada raro.

|

¿No es raro esto de vivir en ciudades? Usted me va a decir que hace milenios que vivimos en ciudades y que por lo tanto no es nada raro. Y va a agregar que hay gente que no vive en ciudades sino en selvas o en hielos o en desiertos o en qué sé yo qué lugares más extraños que los que conocemos. De acuerdo. Pero, digo: ¿a usted no le ha pasado, de pronto, mirar algo muy familiar, su dormitorio por ejemplo, o su lugar de trabajo, y verlo como si lo viera por vez primera y asombrarse de lo que está viendo? Bueno, es a eso a lo que me refiero. Una vive en una ciudad, duerme, come, trabaja, va al cine, estudia en una ciudad. La conoce enterita a ella. Pero un día la mira, desde el balcón o desde un taxi o mientras se la muestra al pariente que vino a visitarlo de Barcelona, y piensa eso precisamente, caramba, qué cosa rara es vivir en una ciudad. Y si la humanidad no hubiera inventado las ciudades, ¿adónde y cómo viviríamos? Tal vez aislados unos de los otros, unas de las otras, solos, únicos, silenciosos, libres. Libres. ¿Seríamos más libres? Alguien tendría en ese caso que haber inventado una manera de comunicarse con el prójimo o la prójima. Ah, sí, claro, pero ¿y el amor?, ¿y la pareja?, ¿y la familia? No sé, no se me ocurre cómo nos las arreglaríamos, con lo bueno que es encontrarse con una amiga en la calle y decir ché vení vamos a tomar un café. ¿Qué tiene de raro eso? Nada. Las ciudades no son raras. Lamento contradecirlo: sí, lo son. Lo son por una razón muy simple. Porque todo en esta vida es raro cuando una se dice a sí misma que eso que está viendo es único. Un auto por ejemplo. Basta con que a una se le dé por pensar: ¿qué hubiera pensado Juan Díaz de Solís si hubiera visto un auto? Aaaaay, un carruaje no tirado por caballos, aaaayyy, tentación del diablo, seguro. Pero a mí en este momento no me interesan los autos sino las ciudades. ¿Y si no hubiéramos inventado las ciudades? No habría embotellamientos de tránsito ni colas en las oficinas públicas. Yo viviría en alguna llanura verde, usted al borde del mar, y de vez en cuando nos encontraríamos a tomar café con alfajores.