Después de estar fuera de la Argentina una semana por el reportaje al papa Francisco, al regresar de Roma este jueves muy temprano percibí un país distinto del que había dejado el miércoles anterior. Antes de ayer a las 4.30 de la mañana en Ezeiza hacía 28 grados y si una ola de calor extremo y sostenido con cortes de energía genera mal humor social aun en sociedades exitosas (en Estados Unidos también se corta la energía tras varios días seguidos de temperaturas muy elevadas, pero se restablece en cuestión de horas y no de semanas, como en algunos barrios de Buenos Aires), en la Argentina actual, donde además se le suman los problemas económicos y de inseguridad, el cóctel es explosivo. Pero a diferencia de otras crisis sociales, esta vez no explota, sino que genera desazón, un estado de tristeza que en lugar de promover la acción maníaca-autodestructiva de 2002, genera una depresión inmovilizadora junto a la resignación desesperanzada de “esto no lo arregla nadie”.
A 20% de inflación trimestral, como enero-marzo, 2023 tendrá 100% de inflación
El verdadero mazazo no fue la ola de calor, sino simultáneamente: el índice de inflación de 6,6% de febrero, un mes corto, menos estacional que marzo, que al estar subido a los hombros de febrero no promete mucho más que repetir la inflación del mes anterior, acumulando en el primer cuarto del año, enero-marzo, un tercio de la inflación prevista para todo 2023 en el presupuesto.
A 20% de inflación por trimestre (de repetir enero-marzo), la inflación del año 2023 se mantendría en torno al mismo 100% anual que se acumuló en el último año corrido. Pero el cambio de dirección de la expectativa, en lugar de a la baja, a la alta, hizo resucitar pronósticos de aceleramiento incremental de la inflación, en parte por la inercia ascendente que retroalimentará la puja distributiva paritarias-precios, sumado a la confirmación de que la última sequía fue la peor del siglo y costará alrededor de 20 mil millones de dólares menos de exportaciones en 2023, lo que podría producir un agregado de inflación por falta de oferta. Al haber menos dólares de exportación, habrá menos para importaciones, al poder importar menos insumos, habrá menos productos de todo aquello que tenga algún componente importado, al haber menos oferta de productos, la menor cantidad de ellos se corregirá por mayor precio de cada uno (pxq).
Es la desazón de volver a la situación del mes de julio durante el breve interinato de Silvina Batakis como ministra de Economía (24 días, entre el 4 y el 28 de julio), cuando el abismo parecía a centímetros y se temió por un colapso macroeconómico que hiciera terminar anticipadamente el gobierno de Alberto Fernández. Si Sergio Masa no tiene más conejos que sacar de la galera, se desintegra la expectativa de llegar a mayo, cuando se oficialicen las candidaturas con una inflación mensual que tenga “un tres (por ciento) delante” como prometía el ministro de Economía y, fundamentalmente, de contar con él como el candidato natural del oficialismo.
Y un Frente de Todos menos competitivo electoralmente enciende posibles presagios aún peores. Por ejemplo, que al ballottage no llegue un candidato del oficialismo, sino Javier Milei, y el mes que transcurriría entre la primera vuelta del 22 de octubre y el ballottage del 22 de noviembre o, peor aún, los dos meses y dos semanas que transcurrirían entre las PASO del 13 de agosto y el ballottage, si en alguna de esas dos fechas quedara claro que la definición presidencial sería entre un candidato de Juntos por el Cambio y Javier Milei, se anticipen decisiones no ya de unificación cambiaria con devaluación inicial del 100% del cambio oficial, sino directamente que las expectativas sean de una posible dolarización.
Si el dólar alternativo producto de las malas noticias de la última semana cruzó la barrera de los 400 pesos, en un eventual octubre (peor aún en un agosto) donde el Gobierno quedara fuera de la competencia electoral dos (o cuatro) meses antes de hacer el traspaso de mando, ¿el dólar en ese escenario costaría 800 pesos? ¿Mil?
La reaparición de ese fantasma: una hiperinflación promovida no por emisión/déficit fiscal, sino por devaluación (escenario al final de Alfonsín), que la sequía volvió a colocar entre lo posible, aunque no resulte probable (hoy hay cepo y restricciones que no existían en 1989) tiene efecto mortal en el ánimo de quienes gobiernan y de todos los gobernados. Ante la desesperación, los humores son tan volubles como los de un adolescente enamorado. Por eso, y aunque no sea lo más probable, por la necesidad de sobrevivencia, renazca en el oficialismo la esperanza de ser competitivo electoralmente y que en mayo, aun con un 6 en lugar de 3% de inflación mensual, los distintos componentes del Frente de Todos se aglutinen detrás de un candidato de síntesis con la expectativa de ganar o de perder por lo menos posible manteniendo la mayor cantidad de distritos y legisladores.
Como Sísifo, el rey impío de la mitología griega, Sergio Massa tendrá que volver a empujar la piedra por la ladera ascendente después de haber llegado a la primera cima, cuando logró en noviembre reducir la inflación mensual a 4,9% después de haberla recibido en julio con 7,4. Como a Sísifo la piedra le volvió a rodar hacia abajo en enero y febrero (seguramente marzo) y ahora tiene que volver a levantarla.
Massa no vino a resolver la inflación, sino a evitar colapsos y llegar sin estallidos a las elecciones
Sergio Massa dio muestra de voluntad y persistencia en sus objetivos y así como ahora “volvió a julio” no habría que descartar la posibilidad de que en agosto (inflación de julio) pueda “volver a noviembre” y logre mostrar una inflación con un cuatro delante aunque sea 4,9 casi 5. Precisamente en agosto, cuando sean las PASO, Massa estará cumpliendo un año como ministro de Economía (asumió el 28 de julio). Como dijo ayer Jorge Asís en radio Perfil: “Massa no fue elegido para resolver la inflación, sino para evitar el colapso y llegar sin estallidos a las elecciones, lo que está logrando”.
Las cartas no están echadas pero cada vez es más empinada la recuperación para el oficialismo.