El resultado de las elecciones en EE.UU. ha incrementado la preocupación acerca del posible impacto negativo que pueda tener la política exterior de Trump en las relaciones interamericanas y en la dinámica de los vínculos regionales con China.
El presidente electo es un declarado proteccionista que durante su campaña y en su “contrato con el votante estadounidense” ha prometido renegociar el Nafta, retirarse del Acuerdo Transpacífico (TPP) y tomar medidas contra aquellas relaciones comerciales que considera “abusivas” (sobre todo en el caso de China) para Estados Unidos.
Si estas promesas se cumplen, muchos países en América Latina y el Caribe pueden verse profundamente afectados, comenzando por México, cuyas exportaciones están principalmente dirigidas a los EE.UU. y cuya economía se encuentra profundamente imbricada con su vecino del norte. Por otra parte, actualmente el 19% de las importaciones estadounidenses proviene de América Latina, y la implementación de políticas proteccionistas puede derivar, para la región, en la pérdida significativa de un mercado fundamental.
El extraordinario ciclo de crecimiento económico que vivió América Latina en la primera década del siglo fue impulsado en gran medida por una bonanza exportadora de materias primas hacia las economías emergentes de Asia y en particular hacia China. Este último país se convirtió, en pocos años, en uno de los socios económicos más importantes de la región. En la misma fase, sin embargo, México, Centroamérica y el Caribe profundizaron su relación económica con Estados Unidos. Por eso son más vulnerables y corren mayores riesgos en la coyuntura actual ante un cambio en la política económica de Washington.
Por otra parte, durante la presidencia de Obama, el “pivot” asiático de la política exterior de los EE.UU. fue un componente fundamental orientado a contener la rápida expansión económica, comercial y militar de China en el Asia-Pacífico y a nivel global, América Latina incluida. La supresión o dilución de este componente de la política exterior estadounidense, signado por la promesa de Trump de poner fin a la participación de los EE.UU. en el TPP y por una eventual guerra comercial con China, puede modificar la altamente imbricada –económica, financiera y comercialmente– relación entre ambos países y tensionar sus vínculos acentuando la competencia entre las dos economías más poderosas del planeta. En el marco de estos cambios, la expansión de China en Asia-Pacífico y América Latina se podría acelerar en un intento por ganar terreno y tratar de reemplazar la pérdida potencial del mercado estadounidense. En América Latina, China ha tenido una fuerte inserción a partir de principios del siglo XXI, cuando encontró mercados para sus productos y, simultáneamente, una fuente de commodities esenciales para alimentar su acelerado crecimiento económico. En la más reciente década, China ha incrementado y reforzado su presencia en la región. Como corolario, la semana próxima, el presidente de China Xi Jinping realizará su tercer viaje a América Latina, en el marco de su participación en la XXIV Cumbre de la APEC que se realiza en Lima, visitando Ecuador, Perú (cuyo mayor socio comercial es China) y Chile (que ha cuadruplicado su comercio con China en los últimos diez años), con el objetivo de firmar acuerdos de comercio, inversión, finanzas y energía nuclear. Estos dos últimos son dos de los miembros fundadores de la Alianza del Pacífico, junto a México y a Colombia.
El desplazamiento de América Latina en la agenda de la política exterior de Trump puede, por un lado, fortalecer los alcances de la autonomía que muchos países latinoamericanos han logrado en las décadas precedentes y, por otro, reforzar los vínculos de la región con China y con otros actores relevantes tanto del Asia-Pacífico como de otras regiones. Ante un mayor desentendimiento estadounidense de la región y una confluencia potencial entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico pueden darse condiciones idóneas para un mayor desarrollo de los vínculos económicos con China y el Asia-Pacífico y para una mayor diversificación de las relaciones económicas de la región.
La Alianza del Pacífico, pese a la posible cancelación del TPP –fundamental en la política estadounidense hacia la región–, podría pasar a asumir un rol importante en el desarrollo de una relación más estrecha de América Latina con el Asia-Pacífico.
Probablemente, los limitados avances de la política exterior de Obama orientados a recomponer los vínculos con América Latina y el Caribe en función de contener a China y de aislar a Rusia puedan llegar a ser dramáticamente revertidos si Trump cumple las promesas de su campaña electoral, afectando incluso la normalización de relaciones con Cuba.
*Analistas internacionales.