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Yo creo en lo que veo

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Sebas Alfie es argentino pero vive en Madrid. Es director de cine free lance, una profesión incomprensible pero que existe. De paso por Buenos Aires, me invita a una privada de su documental Gabor. Tenemos un proyecto en común y la mejor forma de hacerlo realidad es conociéndonos.
No sé si se estrenará aquí. Desconozco casi todo sobre este circuito. A lo sumo, lo que sé es que el límite entre el documental y la fantasía es cada vez más delgado. Sebas actúa de sí mismo: un publicista al que encargan filmar un institucional en Bolivia para Ojos del Mundo, una ONG que trabaja contra la ceguera. El necesita una cámara de gran definición y le han dicho que en Barcelona hay un tipo que  alquila una. Ese tipo es Gabor. Lo que no le han dicho es que el húngaro Gabor, que fue un renombrado director de fotografía, es ciego. Sebas arriesga el trabajo en una empresa quijotesca, digna del mejor Herzog: ofrece a Gabor la fotografía de su película en Bolivia.

¿Cómo filma un ciego? De la misma manera que hace todo lo otro: de memoria. Así es que esta película increíble que se llama Gabor no es sobre Gabor, es sobre todos nosotros, sobre el destino, la paciencia, el deseo, lo imposible.

Gabor perdió la vista durante un rodaje en el Amazonas. Gabor no verá crecer a su hijita, no volverá a trabajar de lo que mejor hace. El primer tratamiento no fue el adecuado y las tres operaciones posteriores resultaron inútiles. Como una broma macabra del azar, ahora debe filmar el rostro iluminado de tres pacientes que recuperarán la vista. Pero la misión en Bolivia estará plagada de problemas. “Ser ciego no es ningún mérito. Es algo que te pasa”, dirá al comienzo. Pero ser ciego y filmar con la destreza, la honestidad, la profundidad con la que el documental lo retrata, es mucho más que un mérito. Es de otro mundo.  “Yo creo en lo que veo”, dirá queriendo o sin querer y trastocando el sentido común de toda filosofía, o sea, haciendo lo que el cine ha hecho desde siempre.