Una metáfora muy usada en economía es que cuando la marea baja (hay recesión) se ve quién no tenía traje de baño (estaba desnudo de recursos y quiebra). Las inundaciones en las ciudades de Buenos Aires y La Plata dejaron desnudos frente a la sociedad a Macri y a Scioli, nada menos que los hasta ahora dos principales candidatos a presidir el país en 2015, con consecuencias en su imagen pública, aún impredecibles, que van desde “no pasa nada y dentro de un mes todos se olvidaron” hasta “les pasará lo mismo que a Reutemann con la inundación en Santa Fe”, el comienzo de la decadencia política de ambos.
Cualquier pronóstico sobre qué quedará en la memoria social podría ser drásticamente modificado por otro cambio de humor social, pero, aun en el mejor de los casos, tanto para Macri como para Scioli, en el inconsciente colectivo de los votantes quedará algo que podría ser reactivado ante cualquier otra nueva decepción.
Lo que dejaron las inundaciones en Buenos Aires y La Plata, y en esto ya se incluye a Cristina Kirchner además de a Macri y a Scioli, es cierta forma de solipsismo, característico de los líderes políticos, que se podría adecuar de su traducción más o menos literal “solamente yo existo” (ego solus ipse en latín) a “sólo yo importo”.
En las primeras reflexiones públicas frente a las inundaciones, tanto Macri como Scioli y Cristina Kirchner, coincidieron en colocarse ellos mismos en víctimas. Macri, de la Presidenta, que no le aprueba los créditos para las obras; Scioli, de sectores del Gobierno nacional (nunca la Presidenta) que no entienden su mensaje gandhiano y lo castigan retaceando fondos a su provincia; y la Presidenta, contando que ella también había sufrido inundaciones tan graves cuando, de joven, era vecina de la misma zona.
Ser víctima es el papel preferido de todos los políticos argentinos: si no se puede ser víctima de otro político local que tenga más poder, se es víctima de las corporaciones y los poderes económicos internacionales, y si no, el caso más repetido de todos quienes acceden a la presidencia: víctima de los que gobernaron en el pasado y dejaron una pesada herencia.
Hay ego también en el sufrimiento: “Mi sufrimiento es el mayor de todos”. Scioli declaró días antes de la inundación: “Mientras algunos me atacan, la gente me dice ‘aguantá, Daniel’”.
No podría haber político exitoso sin una dosis muy importante de ego, pero el solipsismo es sólo ego, una carencia de otros recursos a los que apelar en los momentos difíciles. Es una gran desnudez de empatía, recurso fundamental para conquistar la aprobación de los otros.
En situaciones normales, los políticos sobreactúan la empatía y esconden su egocentrismo. La inundación los arrancó de su zona de confort haciendo caer su armadura y dejándolos emocionalmente expuestos.
“Yo”, “yo” y “yo” vinieron a decir la primera vez que hablaron Macri, Scioli y la Presidenta. Yo, sólo yo.
Pero no sólo de ellos tres: la inundación también dejó al desnudo el solipsismo de Alicia Kirchner, quien hasta la semana pasada era la principal candidata del kirchnerismo para las elecciones de octubre próximo, siendo cabeza de lista del principal distrito electoral del país. Alicia atribuyó los insultos que recibió al llegar a un centro de recepción de donaciones en La Plata a la acción de “agitadores y violentos que no quieren que se los ayude”. La víctima era ella.
Aunque la votación de octubre de 2013 está mucho más cerca que la de 2015, también es prematuro hacer pronósticos sobre las consecuencias electorales que la inundación tendrá de aquí a poco más de seis meses. Pero en algo afectará a Alicia Kirchner, la carta electoral más importante que tenía el Gobierno. En la provincia de Buenos Aires se concentra no mucho menos de la mitad de todos los votos del país, y la inundación hirió a la principal candidata de ese distrito.
Se atribuyó la desacostumbrada actitud de la Presidenta de ir a poner la cara y el cuerpo frente a los inundados y bancarse sus críticas a cuestiones emocionales porque en la zona afectada vive su madre, Ofelia. Pero no deben ser menores las causas electorales, ya que el futuro de su gobierno depende de los votos que el kirchnerismo consiga justo en la provincia inundada.
“Terca”, le dijo Mujica a la Presidenta, además de “vieja”. La obstinación es una de las posibles consecuencias del solipsismo. Profecía: aunque no fuera por una inundación, Narciso también murió ahogado.