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La salida de vanoli

Zona pantanosa

La dinámica que se trata de aplicar frente a la crisis se traba en oxidados organismos estatales.

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His Master’s Voice, Horacio Rodríguez Larreta. | Pablo Temes

El automóvil gubernamental que conduce Alberto Fernández salió de la autopista en que viene transitando durante la cuarentena con cierta comodidad y a velocidad crucero para entrar en un camino barroso con sorpresas escondidas en el camino. La comparecencia del Presidente del sábado 25 donde definió una nueva etapa del confinamiento obligatorio (segmentación geográfica) hasta el 10 de mayo en principio había generado cierto alivio por la habilitación dada por Fernández para salir 500 metros durante una hora por día en la administración del aislamiento. Sin embargo, la propuesta sería inmediatamente rectificada por los gobernadores de los grandes distritos (Buenos Aires, CABA, Santa Fe, Córdoba), produciendo desconcierto en una etapa donde la población se encuentra altamente sensibilizada por el alcance y las consecuencias de la pandemia del Covid-19 (¿era solo para los aglomerados de menos de 500 mil habitantes?).

La intención era interesante, porque de alguna forma empieza a percibirse que resultó más fácil construir la cuarentena que salir de ella. Quizás el Gobierno es víctima de su propio éxito ya que la curva de contagios es menor que la proyectada, sobre todo si se compara con la de Brasil y de Estados Unidos.

La presión para que todo vuelva a la anterior normalidad crece de la mano de algunos economistas, empresarios y comunicadores; no obstante, es pertinente la pregunta sobre qué pasaría si se hiciera la desescalada en forma rápida o desordenada en momentos en que (obviamente) las temperaturas van bajando a medida que se acerca el frío invernal. Muy probablemente habría mucha más gente enferma, con dificultades para distinguir entre quienes estén afectados a causa del coronavirus y quienes tengan la gripe común.

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Vigilar o castigar. El siguiente problema que comenzó a escalar fue la liberación de los presos por la consideración de algunos jueces de que entre la población carcelaria el riesgo de contagio es mucho mayor que en el promedio de la población, que curiosamente está confinada.

Es probable que cuando baje la intensidad, haya otros cambios en el Gobierno

Esto es verdad para cualquier “institución total”, como llamaba el sociólogo Erving Goffman a todo numeroso grupo humano en situación de encierro por mucho tiempo, lo que lo hace extensivo a geriátricos, bases militares, hospitales psiquiátricos, etc. Ahora, esta situación se conocía desde el día cero, por lo que liberar a un gran número de presos en muy poco tiempo no puede dar otro resultado que la generación de pánico en la población, que vive esta medida como una provocación inesperada. En este sentido, se podrían haber pensado alternativas, como el traslado de los reclusos vulnerables a cuarteles que prácticamente están vacíos, pero evidentemente se eligió el camino más fácil.

Es cierto que la información que circula es confusa en cuanto a la cantidad de presos liberados, si son condenados por asesinatos, violaciones o delitos leves y si se trata de una conmutación de pena, o si tienen que volver cuando termine la cuarentena. La noticia sobre la reincidencia de un preso al día siguiente de que había sido liberado (más allá de que luego se confirmó que el motivo de su excarcelación no había sido el Covid-19) solo trajo más indignación, que se vio reflejada en el estruendoso cacerolazo del jueves por la noche en una señal de advertencia del malestar que generó la liberación de los presos.

El subtexto de la situación, y en gran parte de la información que circuló, fue que algunos funcionarios del Gobierno no veían con malos ojos la liberación de presos, algo ciertamente extraño, con el condimento de la discusión entre Sergio Berni y Eugenio Zaffaroni. Sin embargo, la cuestión tiende a romper el delicado equilibro que lleva Fernández entre la cuestión sanitaria y la económica.

La nueva normalidad

Controversias. En el tuit que el Presidente publicó el miércoles último planteó que no estaba de acuerdo con los indultos pero que “las cárceles se convierten en un ámbito propicio para la expansión de la enfermedad”, y en las expresiones de la ministra Marcela Losardo (“a mí no me gusta que salgan los asesinos y los violadores a la calle”) el Gobierno buscó correrse del ojo de un huracán que traerá consecuencias porque, además, en el plano de la confrontación política, el tema terminó entregando en bandeja de plata una herramienta de trabajo político a los halcones de Cambiemos (particularmente el bullrichismo), que por un lado identificaron la oportunidad para recuperar protagonismo y por el otro no ven con buenos ojos el rol que comienza a ocupar Horacio Rodríguez Larreta en torno a un formato de oposición basado en un liderazgo blando.

Más allá de esta particular cuestión, no se puede dejar de señalar la dualidad de buena parte de la sociedad argentina, que desea altas penas para los delitos con una presencia activa de la policía, pero que rechaza cualquier inversión en el sistema penitenciario, que está infinitamente lejos de la situación que se ve en las películas, pues las cárceles desde hace mucho se han convertido en un depósito de cuerpos humanos. Se debe recordar en este sentido la amarga discusión que enfrascó al país hace unos años sobre si los presos que realizan trabajos en las penitenciarías deben cobrar o no, dando por hecho que quienes cumplen la condena volverían al delito indefectiblemente. Siempre es bueno invocar el texto de la olvidada Constitución Nacional, que en su artículo 18 expresa que “las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas”.

Cambios. Finalmente, la salida estruendosa de Alejandro Vanoli al frente de la Anses y su reemplazo por Fernanda Raverta es un indicador de que la dinámica que se intentó aplicar frente a la crisis encuentra trabas en algunos oxidados organismos estatales. Como suele ocurrir en estos casos, la remoción de un solo funcionario cataliza los errores en una persona, pero no se puede obviar la aceleración de los tiempos políticos que produjo la pandemia en un gobierno que ha asumido apenas cinco meses atrás, por lo que es probable que cuando la situación vaya retrocediendo en intensidad el Presidente elija otros cambios en su gobierno.  

 

*Sociólogo (@cfdeangelis).