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ANÁLISIS Y PERSPECTIVA

Berlín era una fiesta

1-11-2020-Logo Perfil
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“París era una fiesta” es la conocida obra de Ernest Hemingway, en la que el americano narra las secuelas de haber “sobrevivido” a la primera guerra de diversos personajes: Gertrude Stein, Scott Fitzgerald, Ezra Pound, etc. Si el destino de Hemingway hubiera sido Berlín, seguramente habría titulado su obra como esta nota. Con la derrota de Prusia en la Primera Guerra, la dinastía “Hohenzollern” dejo su lugar a la República de Weimar y hasta el advenimiento del nazismo, la ciudad fue un hervidero de actividad cultural donde convergieron todas las tendencias vanguardistas, rivalizando con París y Viena, como capital intelectual europea.

No obstante, a la fiesta de Berlín que deseo cronicar es la conferencia del “Robert Waley Cohen Memorial” brindada el 2 de diciembre de 1959 en el Conference Hall, Country Hall, Londres por Isaiah Berlin. El gran pensador liberal del siglo XX escribió poco y expuso sus trabajos en charlas y coloquios.

La conferencia a la que me referí es tan profusa en conceptos valiosos, que seleccionar los más importantes es una tarea, más que difícil, imposible. Como el tema central de las “Robert Waley Cohen Lectures” era la tolerancia, solicito a los lectores, cierta tolerancia con este autor.

Para su alocución, el letón sigue la obra de John Stuart Mill, “Sobre la libertad”; la tolerancia referida significa comprender la ignorancia e irracionalidad, sin permanecer pasivo: atacarlas con pasión sin exterminar ni sofocar es la conducta.

Destaca que el padre de John, James, dio a su hijo una extraordinaria educación en la certeza de que todo ser racional puede ser preservado de la ignorancia y la debilidad, responsables de la miseria irracional y los vicios. El éxito fue “aterrador”, pues John a los doce años poseía los conocimientos de un hombre de treinta. Su erudición se completó tarde y luego de crisis emocionales fue cuando descubrió los sentimientos, por lo que la educación se la debió dar grupalmente y con más contenido artístico. Si bien quien se educa intensivamente se consagra a la felicidad “utilitarista”, en esencia lo glorioso que se defiende es la libertad individual. No obstante, cuando principios secundarios entran en pugna, debe prevalecer el “primer principio”, el de la utilidad. Por eso es mejor que una democracia ignorante, un gobierno de expertos e ilustrados; no todo hombre tiene derecho a participar del Gobierno. ¿Era superior la democracia directa?

Hay que reconocer que los liberales tempranos no tuvieron ningún don profético. Pues si los factores irracionales del ser humano (y los resultados estremecedores) o la actual funesta mezcla de nacionalismo y socialismo se hubieran vislumbrado, la difusión del ideario debería haber ser sido decidido y enérgico. Dieron ingenuamente por supuesta la solidaridad humana y así hemos llegado al “rebaño estandarizado” o a la mediocridad colectiva.

Luce finalmente inadmisible que aún hoy se cuestione la “libertad negativa”, que, en un gran esfuerzo intelectual, Berlín comparó con la libertad positiva, la concepción autoritaria de la libertad.

Rubén Alejandro Morero
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