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CóRDOBA
SIN SOLUCIÓN A LA VISTA

Dos años, cinco meses, demasiadas muertes

La guerra entre Ucrania, Rusia y la Otan, o la represalia israelí sobre Gaza, tras el cruento ataque de Hamas en octubre, son parte de la foto de un mundo atribulado y saturado de disputas que multiplican sufrimientos y víctimas.

putintaborda03-02-2024
PUTIN. Rusia ve | AP

El pasado fin de semana se cumplieron ya dos años del inicio de las que Vladimir Putin llamó “Operaciones militares especiales” en territorio de su vecino, Ucrania. Era el comienzo de una invasión bajo el argumento de dar protección a las mayorías rusohablantes de la región del Donbás, en el oriente ucraniano, que desde hacía casi una década y con intervalos o treguas de diferentes gobiernos, padecían ataques y hostigamiento por parte de las autoridades de Kiev.

Además, el jefe del Kremlin justificaba la orden de avanzar dada a unos 100 mil soldados que casi un año antes había desplegado en la frontera occidental de Rusia, como una forma de “defender” a su país frente al avance amenazador de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), alianza militar a la que había solicitado sumar a su nación el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky.

Es decir, Moscú utilizaba el argumento de ataque preventivo que tantas veces las potencias de la Otan o Israel –por poner un par de ejemplos– usaron para justificar invasiones, bombardeos en teoría ‘quirúgicos’, o ‘asesinatos selectivos’.

Lo concreto es que, dos años después, la guerra sigue su curso, sin visos de un final con vencedores y vencidos y, mucho menos, de un acuerdo que zanje diferencias y ponga fin al conflicto más grave desde la Segunda Guerra Mundial en suelo europeo, a la par del que hace tres décadas desangró a los Balcanes y acabó con la existencia de un país llamado Yugoslavia.

En el segundo aniversario de la guerra en Ucrania, el presidente de ese país volvió a pedir que no cese la ayuda militar y económica de la Unión Europea y de Estados Unidos para impedir que Moscú se alce con la victoria. Pero en la Europa que ya transfirió casi 95 mil millones de dólares en asistencia a Kiev, no sólo es hoy la voz del húngaro Victor Orban la que denota reticencia a los desembolsos.

Algo parecido acontece en Washington, donde el Congreso puso en compás de espera el envío de una partida de 60 mil millones de dólares de apoyo a Kiev, que sumaría a los más de 75 mil millones ya entregados en este tiempo. Sin embargo, un eventual triunfo de Donald Trump en noviembre próximo podría suponer un cambio drástico en el rompecabezas global, con más renuencia de la Casa Blanca a involucrarse en este conflicto; y Zelensky lo sabe.

Escalada peligrosa. Por ahora, lo que la Alianza no retacea son armas y pertrechos militares, con tal de aventar una derrota militar para Kiev que se vería también como propia. Varios mandatarios o altos funcionarios aliados a uno y otro lado del Atlántico, también usaron una retórica de alarma frente a un escenario que en el frente militar muestra estancamiento o simbólicas conquistas para las tropas rusas.

En este sentido, el presidente francés, Emmanuel Macron, planteó esta semana la posibilidad de que las naciones de la Otan envíen tropas a suelo ucraniano, lo que supondría una entrada mucho más directa de esa alianza en el campo de batalla.

Al pronunciar ante el Parlamento ruso su discurso sobre el Estado de la Nación, Putin no tardó en replicar a su par galo y advertir que, si la Otan envía tropas, Moscú podría responder con el uso de armas nucleares “capaces de destruir la civilización”.

El secretario general de la Otan, Jens Stoltenberg, trató de mostrarse más cauto y bajar decibeles a los dichos de Macron, pero el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, sumó tensiones al evaluar la marcha del conflicto. El funcionario del gobierno de Joe Biden consideró que el bloque de la Alianza se vería “impulsado” a la guerra si Rusia vence a Ucrania y agregó que si él fuera uno de los países del Báltico (Estonia, Letonia o Lituania) estaría preocupado.

La advertencia de Austin acerca de una potencial idea “expansionista” de Putin hacia otros vecinos de Rusia, tuvo rápido eco en la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas. “Debemos hacer todo lo posible para que Ucrania gane y Rusia pierda esta guerra”, sentenció.

Mientras, en Kiev, Zelensky dio a conocer un informe de su país según el cual 31 mil soldados ucranianos perdieron la vida en estos dos años. También cifró en 180 mil los muertos entre las tropas rusas, que además habrían tenido en este tiempo medio millón de heridos.

El mandatario ucraniano admitió además la muerte de decenas de miles de civiles en el Donbás y regiones cercanas a la frontera, a la vez que trató de minimizar pérdidas propias en vidas y sobre el teatro de operaciones de la contienda. Zelensky anunció una “conferencia de paz”, de apoyo internacional a su país, para esta inminente primavera boreal.

Desde Moscú, las cifras difieren bastante y los números de bajas militares ucranianas se multiplican, aunque persiste la controversia por víctimas civiles, entre muertos, heridos y desplazados en suelo ucraniano.

Lo cierto es que, dos años después del inicio formal de las hostilidades, ni hubo paseo militar arrasador u “operación relámpago” de Rusia ante su vecino; ni tuvieron un impacto devastador las sanciones impuestas por Occidente a Moscú para minar el poder de Putin, al que tantas veces dieron al borde de la caída, o incluso de la muerte en este tiempo.

Gritos en el funeral. En estos días, la mayor resistencia en suelo ruso contra el poderoso jefe del Kremlin y la guerra en Ucrania devino del deceso de Alexéi Navalny, un férreo opositor que cumplía condena a 19 años en una remota cárcel del Ártico, en oscuras circunstancias.

A pesar de las presiones para convertir en un acto privado el funeral de Navalny, sobre cuyo final –como el de muchos opositores rusos– surgieron múltiples versiones y sospechas, miles de personas se congregaron a rendirle tributo. Hubo allí consignas contra la guerra que, pese a todo, nunca fueron en este tiempo lo multitudinarias y desestabilizadoras que hubieran deseado en Occidente.

Dos años después la guerra sigue, aunque los rostros de las víctimas o el dolor por las pérdidas y el exilio forzado ya no ocupan portadas ni minutos del prime time de noticieros internacionales.
 

Heridas de guerra que atraviesan pueblos y calendarios

Tampoco es que ocupan de manera permanente ese espacio informativo (por razones diferentes) las noticias acerca de lo que acontece en la Franja de Gaza. Pero esta semana diferentes líderes mundiales se pronunciaron acerca de un hecho que causó “horror” o “repulsa”, según las palabras que se emitieron desde despachos oficiales del Viejo Continente. Y ello no implica tomar partido ni apañar a ninguna organización como suele instalarse en un falso debate acerca de una de las regiones más conflictivas del planeta.

Horror y devastación. El próximo jueves se cumplirán cinco meses del feroz y horrendo crimen perpetrado por milicianos islamistas de Hamas, el movimiento que desde la Franja de Gaza lanzó el más letal ataque contra Israel, desde la creación de su Estado, en 1948.

La incursión terrorista coordinada desde la Franja sobre poblaciones del sur de Israel dejó como saldo 1.200 muertos, cientos de heridos y más de 200 rehenes que fueron secuestrados por el grupo integrista. La brutalidad con se perpetró el ataque, las violaciones y otros vejámenes contra víctimas que en su inmensa mayoría eran civiles, familias, muchos de ellos comprometidos con un proceso de paz que desemboque por fin en la tan demorada constitución de un Estado palestino, cosecharon el lógico repudio y la condena del mundo entero. Y abrieron nuevas heridas.

Un día después de aquel funesto 7 de octubre, comenzaba la represalia de Israel sobre Gaza contra Hamas, y confirmaba los peores temores de una nueva espiral de violencia y muerte que cada tanto ha azotado esa pequeña, disputada y tan simbólica porción del planeta.

Como tantas otras veces, con los primeros bombardeos llegaron desde Gaza las denuncias sobre víctimas civiles, a las que muchas veces se ha mencionado también como rehenes de los fundamentalismos que gobiernan desde hace más de una década en la Franja, aunque no representan al pueblo palestino en su conjunto. También abundaron las justificaciones y la adjudicación de toda responsabilidad al enemigo, al que se acusó de usar a familias y civiles como escudos humanos, o infiltrar milicianos y armas en hospitales o sedes de la ONU para eludir ser alcanzados por la ofensiva que en teoría busca acabar con ellos.

Pero con el correr de los días, las incursiones aéreas derivaron en una operación terrestre que multiplicó la destrucción y las bajas, desde el norte hacia el sur de la Franja.

Advertir acerca de la suma de víctimas civiles o denunciar abusos cometidos por tropas israelíes en esta u otras ofensivas, no significa convalidar el terrorismo de Hamas u otros grupos islamistas o asumir posiciones antisemitas, como pretenden simplificar con un reduccionismo maniqueísta diferentes gobiernos o actores políticos. 

 

Ecuador, espejo de varias caras para quienes quieran mirarse

El gobierno de Benjamin Netanyahu, jaqueado por las protestas sociales antes de aquel fatídico 7 de octubre, ha abonado esa postura extrema.  Mientras, las denuncias internacionales por crímenes de guerra y genocidio, que según diversas fuentes ya habrían costado más de 30 mil vidas, en gran parte de mujeres y niños, siguen sustanciándose en La Haya.

Actor clave. Aliado estratégico de Occidente y en especial de Estados Unidos en Medio Oriente, Israel cuenta con un veto a su favor en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero ello no le exime de las críticas por su accionar que se acentuaron esta semana, cuando cientos de desesperados civiles que se congregaron a la espera de comida y ayuda en Gaza quedaron bajo fuego letal.

La Unión Africana culpó a Israel de la “matanza” de más de 100  palestinos y las heridas causadas a otros casi 800 durante el reparto de ayuda.

Israel, aunque admitió que hubo disparos de sus soldados, atribuyó las muertes a una “estampida humana”.

La titular de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el del Consejo Europeo, Charles Michel, se declararon “consternados” por lo ocurrido y reclamaron una “investigación independiente”.

El alto responsable de política exterior de la UE, Josep Borrell, dijo estar “horrorizado” por la matanza de civiles en la Franja de Gaza y el Reino Unido, Alemania y Francia abogan por un “alto el fuego humanitario”, con Macron achacando responsabilidades a Israel.

En las últimas horas, Egipto dejó trascender gestiones para ese alto el fuego en una reunión que tendría lugar hoy y buscaría silenciar balas y bombas sobre Gaza antes del domingo próximo, cuando da inicio el mes del Ramadán. 

No están del todo claro los términos de la negociación ni cómo hará para reparar el dolor y cerrar las heridas de los familiares de quienes murieron en Israel hace cinco meses o de aquellos que perdieron a los suyos y pugnan por sobrevivir entre escombros desde hace años, aunque sus fotos rara vez ocupan portadas y pantallas.