
Héctor Baley no ve las horas de que la flexibilización de la cuarentena le permita irse unos días a “tirar la caña” a Mar Chiquita. “Estoy bien, tranquilo, salgo a caminar, pero sin la caza y la pesca me muero”, dice el arquero que hace 42 años ganó la Copa de la Fifa.
Hoy “Chocolate” está alejado del fútbol. “Vivo a full para Guadalupe, mi única nieta”, cuenta. Y afirma que estos días de junio le hacen recordar “cosas del Mundial ‘78”.
“Nuestra única contra es que teníamos poco roce internacional, pero ‘el Flaco’ Menotti tuvo mucho tiempo para trabajar”, sostiene quien atajó como profesional en Estudiantes de La Plata, Colón, Huracán, Independiente y Talleres. Y destaca la importancia de una gira que el elenco nacional realizó en 1977. “Pasamos por Londres y de ahí me traje a Sir Varian Williams”, refiere sobre el setter irlandés que durante 13 años fue su compañero de cacerías.
“Se armó un buen equipo y tuvimos suerte en la final con Holanda, que fue una carnicería. Si entraba ese tiro de Rensenbrink que pegó en un palo era otra historia. Estuvimos tocados por la varita”, rememora.
La historia de Baley en la selección empezó en 1975 en la cancha de Defensores de Belgrano, donde fue citado para su primera práctica, y culminó siete años después en el Camp Nou de Barcelona con el 1-3 ante Brasil que significó la despedida del Mundial ’82.
Admite que le hubiera gustado jugar alguno de los 12 partidos mundialistas en los que estuvo en el banco de suplentes: “Era muy complicado. ‘El Pato’ (Fillol) la rompía. Nunca jugaba mal el desgraciado”.
“A Córdoba llegué en 1981 y me quedé para siempre. Me gusta la ciudad porque acá existe el vecino”, refiere. Así y todo, Baley no olvida sus orígenes, ya que cada fin de año viaja a su Bahía Blanca natal. Allá, donde lo conocen como “Chiche”, lleva su nombre uno de los arcos de la cancha de Puerto Comercial.
En ese club empezó de “9” (“era muy superior a Luque”, bromea) y terminó emulando a su padre Walter, un reconocido exarquero y el DT que lo hizo debutar. “Jugué poco allí porque enseguida nos llevaron a Estudiantes junto a Juan Carlos Nani. A él le dije ‘hagamos las cosas mal, así nos mandan de vuelta’, pero no hubo caso”, recuerda.
“Tuve la suerte de tener como técnicos a Menotti, ‘El Gitano’ Juárez, Pastoriza, Labruna o Pizzuti, a los que les gustaba el buen juego, y me divertí mucho adentro de la cancha. La caza y la pesca también fueron importantes para mi carrera como futbolista: me ayudaron a tener paciencia, concentración y anticipar la jugada que iba a venir”, concluye.
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