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CAMBIO DE ERA

Juan Schiaretti: el dirigente con perfil técnico que lo consiguió casi todo

El gobernador saliente terminó su primera gestión ante la casi indiferencia de la sociedad provincial. Sin embargo, se va con prestigio y con más del 70 por ciento de imagen positiva. Ahora va por otra meta de difícil cumplimiento: convertirse en uno de los principales referentes del peronismo a nivel nacional.

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EL ABRAZO. De La Sota y Schiaretti son el símbolo de la política cordobesa de fines del SXX y comienzos del 21. | CEDOC Perfil

José Manuel de la Sota fue elegido gobernador el 20 de diciembre de 1998 tras una campaña de alto impacto que se basó en una promesa inédita: reducir 30 por ciento los impuestos.

En mayo de 1999 realizó una gira por Europa junto a una decena de dirigentes, la mayoría de los cuales serían integrantes de su equipo de gobierno.

Cuando la delegación cordobesa llegó a Alemania, la fundación Konrad Adenauer puso a disposición un vehículo que fue utilizado para recorrer ese país de norte a sur. El raid se inició en Wolfsburgo y finalizó en Munich. En una parada, los compañeros de ruta de De la Sota se mostraban inquietos porque no se sabía nada sobre los futuros ministros. “Yo no tengo idea de nada. A mí, José no me llamó ni me dijo nada”, contó Juan Schiaretti a sus interlocutores.

Luego, muy sobre el filo de la asunción, el gobernador designó al ahora gobernador saliente como ministro de Producción. Allí, quizás sin saberlo, los dos ponían la piedra basal de una sociedad política que se extendió por dos décadas.

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En el período 2003-2007, De la Sota repitió y su vice fue Schiaretti. En 2007, quien fuera interventor federal en Santiago del Estero durante el menemismo buscó ser gobernador. Y derrotó a Luis Juez en el marco de un escrutinio escandaloso y plagado de sospechas. La gota que colmó el vaso fue un repentino corte de luz en el Correo cuando se hacía el escrutinio, lo cual generó una gran cantidad de especulaciones.

El jefe del Correo era Eduardo Di Cola, quien después de ese episodio tan contradictorio vio cómo estallaba su carrera política. Después se dedicó a recoger algunas migajas que le dejaba el kirchnerismo.

Schiaretti surfeó todas las acusaciones y llegó indemne al final de su primer mandato, en diciembre de 2011.

Días antes de las fiestas navideñas fue al centro comercial de Villa Cabrera y compró unos regalos. Se encontró de casualidad con un periodista y compartió un café, durante aproximadamente una hora. En ese lapso, al interlocutor le llamó la atención que casi no se acercaran personas a interactuar con ese hombre que acababa de finalizar su gestión como gobernador. Apenas pasaron unas cuatro personas, dos de ellas dirigentes territoriales del peronismo.

Lo sucedió De la Sota y en 2015, cuando el fallecido exgobernador finalizó su tercer mandato, Schiaretti fue por su primera reelección, que ganó con más claridad que la primera vez, en 2007.

Ya en ese segundo gobierno, consolidó uno de los principales rasgos distintivos de su gestión: la obra pública y el reconocimiento se lo terminó de dar la gente cuando se concretó la realización de obras viales de magnitud, como la Circunvalación en la ciudad de Córdoba.

Ahora finaliza su tercera gestión y se va con más del 70 por ciento de imagen positiva. Hoy, si fuera al bar del shopping no podría tomar su ‘lágrima’ tranquilo. La gente se le arrimaría en cuestión de minutos.

En el medio pasaron cosas. Fue un tímido candidato presidencial en la primera vuelta y transitó los caminos de la marginalidad, porque sacó apenas un poquito más de cuatro por ciento en las PASO. Luchó para vencer sus puntos débiles, porque se sabe que no era el mejor en oratoria ni tampoco se distinguía por la empatía.

Llegó el turno de los debates y jugó todas sus fichas a ganador y apostó bien, porque pudo instalarse e instalar la marca Córdoba y su participación fue motivo de comentarios de todo tipo, que lo pusieron en la consideración popular. El ‘70-30’ de la fórmula para preparar el fernet con cola, lo puso entre los privilegiados. En esa primera vuelta del 19 de octubre consiguió el siete por ciento de los sufragios y se convirtió en un árbitro. Sin decirlo, apoyó a Javier Milei y el presidente electo lo valoró a punto tal que tomó a algunos de sus hombres para la gestión que comenzará el 10 de diciembre.

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Schiaretti y Mauricio Macri son la capa de ‘casta’ que tendrá el gobierno de La Libertad Avanza, aunque el gobernador saliente no quiera admitirlo, vaya a saber por qué razones.

En el fondo, tal vez lamente su gran error político: no haberse lanzado nacionalmente en 2019, luego de su aplastante victoria en Córdoba, donde ganó la Gobernación con más del 54 por ciento de los votos.

Ese día, todos los peronistas del país se prepararon para montar en la capital provincial “la resurrección nacional del peronismo” y, sin decirlo, le ofrecieron trabajar para su candidatura.

El macho Alfa. Se paró de manos Schiaretti y, tozudo y cascarrabias como es, alambró la provincia e impidió el desembarco de sus colegas de otras provincias y de un cúmulo de dirigentes que buscaba acompañarlo. Dijo que él no era “el macho Alfa” del peronismo.

Si ese día hubiera dicho que sí, hoy la historia podría ser otra aunque lo que se acaba de escribir es un homenaje a lo contrafáctico, de modo que carece de sustento y no va más allá de una especulación. De todas maneras, puede inferirse que se trató de un error.

Pero también tuvo un gran acierto del que no se habla: Martín Llaryora. ¿Qué queremos decir con esto? Que fue el primero en apoyar al gobernador electo porque De la Sota le puso piedras en el camino cuando quería proyectarse provincialmente. Le puso un candidato para pelearle en las internas y con el aval de Schiaretti, Llaryora lo derrotó.

Después vendría una reconciliación entre el fallecido caudillo peronista y el todavía intendente de Capital, que sería ministro, diputado nacional y vicegobernador empujado por toda la estructura delasotista. A eso hay que recordarlo, aunque también tuvieron momentos tensos en la relación. En esos tiempos, Schiaretti luchaba contra una ola de trascendidos falsos que hablaban sobre la fragilidad de su salud.

Ahora, tratará de acomodarse para convertirse en un líder nacional del peronismo, remarcando sus rasgos antikirchneristas delineados en 2005, cuando Néstor Kirchner le pidió que fuera candidato a diputado nacional y ni siquiera le contestó. Prefirió hacer un viaje a Rusia y luego visitar a un hijo que estaba radicado en Barcelona.

Ese fue el punto final en la relación de Schiaretti con Néstor y Cristina, que nunca se lo perdonaron. A partir de ese momento, lo llamaron “traidor”, cosa que al cordobés parece no conmoverlo, ni mucho menos.