No se olvidó de nadie. Ni de sus afectos, ni de sus compañeros de trabajo que a lo largo de 40 años supo cultivar en la calle y en las redacciones y tampoco de los que lo acompañan todos los días. Pero sobre el final de su discurso le dedicó el Jerónimo Luis de Cabrera a quien lo inició en lo que él mismo define como su gran pasión: la fotografía. Cristóbal Reinoso (Crist) lo escuchaba desde la primera fila y no pudo más que aplaudir y agradecerle con un gesto a su amigo.
Fino Pizarro, antes de la foto final con todos los premiados, también tuvo (otro) gesto hacia el histórico dibujante: le dejó el premio al menos por un rato, para que sus dichos fueran consecuentes con su palabra. Después se fueron a festejar, como tantas veces desde que Fino se iniciara en esta profesión. Aunque muchos lo encasillan como “retratista” -un título bien ganado a fuerza de un trabajo que lleva cuatro décadas- lo cierto es que Fino debe ser considerado como él mismo se definió hace poco tiempo: “Fotoperiodista ilustrador”. Eso es. Un tipo que saca muy buenas fotos pero que llegan con un plus: muchas de ellas se convierten en notas.
Realizarle una entrevista a Fino no es cosa fácil. Por eso, esta vez la opción más segura fue a recurrir a la redacción de PERFIL CORDOBA, para que cada uno realizara una pregunta. Lo que sigue es un resumen de la historia de Fino Pizarro, y también de las últimas décadas de Córdoba.
—¿Qué significa recibir este premio?
—Supongo que es por la trayectoria, de tantos años de trabajo en serio, porque aunque me tome las cosas con humor, y sobre todo con respeto, solamente intenté hacer las cosas bien y hacer buenas fotos.
—¿A qué te hubieras dedicado de seguir un mandato familiar?
—Nunca me planteé trabajar en otra cosa. Mi padre era empleado público pero le gustaba la fotografía y tocar el piano. Si no hubiese sido fotógrafo, tal vez hubiera tocado el piano.
—¿Sabés tocar el piano?
—No, ya me olvidé, pero había un piano en casa y mi papá y mi tía me hacían estudiar música. Fui el único de
mis hermanos que tuve una inclinación artística, aunque ahora el más chico se metió con el teatro, más por una cuestión terapéutica, y le está yendo bien.
—¿Cuáles fueron las notas o coberturas que más te marcaron o impactaron?
—El caso María Soledad Morales y la inundación en San Carlos Minas. En los dos casos fui de los primeros en llegar. Por la inundación me llamaron de Página/12 y recién pude ver el trabajo cuando se publicó. Me llamó la atención porque no solo le dedicaron la tapa completa, sino la central solamente con fotos, algo inusual para Página.
—¿Y cuál fue la nota o cobertura que más te costó?
—Siempre traté de no involucrarme en una entrevista, pero en el caso de San Carlos Minas fue muy fuerte recorrer la zona con el intendente, que había perdido a parte de su familia que fue hallada varios días después. Sin embargo, él tenía que asistir a la gente y fue una entrevista conmovedora.
—¿Cubriste el fallido atentado contra Alfonsín en Córdoba en el ´86?
—¡Claro! No lo recordaba. Estuvo de visita y en el recorrido que tenía que hacer apareció una bomba. Parecía algo menor, pero cuando la hicieron detonar todos nos dimos cuenta de que era grave. Por suerte no pasó nada.
—¿Alguna foto en particular te trajo problemas?
—Por el caso María Soledad tuve una custodia en la puerta de mi casa. Las amenazas surgieron después de una entrevista que hicimos con María Miranda al diputado nacional Ángel Luque -padre del acusado Guillermo Luque-, quien dijo que si su hijo hubiera matado a la joven habrían hecho desaparecer el cadáver lanzándolo desde una avioneta a un cerro de Catamarca para que no lo encontraran nunca. Por esa nota debió renunciar a la Cámara de Diputados. Fue muy fuerte.
—¿Qué foto perdida te gustaría recuperar?
—La que más lamento es un retrato de Ernesto Sábato: vino a Mina Clavero y fuimos con Miguel Clariá. Fue raro, porque no daba notas y menos aceptaba que le hicieran fotos. Pero lo convencí. El tema es que los negativos quedaban en los diarios y ahí las perdí. Lo mismo que las de Juan Pablo II cuando vino a Córdoba: estuve tres veces cerca de él y esas tampoco las tengo.
—¿Qué sentiste cuando te viste por primera vez en un texto de Daniel Salzano?
—Fue una mezcla de sentimientos. Yo era amigo de la persona, no del escritor y lo bueno era que no hablábamos de poesía ni de fotografía.
—¿De qué hablaban?
—De cosas de la vida, sencillas. Por ejemplo, una vez me pidió ir a ver a la Mona, sabiendo de la amistad que me une con él. Fuimos a cenar y después nos recibió la Mona en el baile, hasta nos hizo subir al escenario. Me daba vergüenza, porque hablaba del gran poeta de Córdoba y también decía el gran fotógrafo Fino Pizarro… la gente aplaudía, y muchos silbaban… Una gran experiencia.
—El escritor Ryszard Kapuscinski afirma que para ser buen periodista hay que ser buena persona. ¿Con la fotografía pasa lo mismo?
—Creo que sí. A mí me ha tocado contratar gente y traté de que fueran buenas personas y me ha dado buenos resultados. Siempre.
—¿Cómo imaginás el futuro de la profesión, en una época en que todo el mundo tiene una cámara en la mano?
—Se van a enojar algunos reporteros. Yo viví la época de oro de los medios gráficos, con muchos medios, la aparición del color, donde se destacaba mucho a la fotografía, lo mismo que en las páginas. Hoy en las redes se consigue material. Nuestro trabajo tiende a extinguirse.
—¿A qué personaje de la historia te hubiera gustado retratar?
—A (John) Lennon. Me propuse retratar a mucha gente que estaba a mi alcance y lo logré. Pero me hubiera gustado sacarle una nota y tomar un café con Lennon. A quien siempre quise retratar y lo logré, cuando vino a Córdoba, fue a Fidel Castro. Hice lo imposible para entrar al Holiday Inn, donde se hospedaba y logré la foto.
—¿Soñaste la vida que tuviste?
—Desde joven quise ser fotografo. No soñé con esto pero lo fuí armando, me cree mi propia vida. No quiero ser vanidoso, pero considero que soy un buen fotógrafo y un buen compañero de trabajo. Es difícil, porque deberías preguntarme por mis miserias, que las tengo, como todos, pero siempre he tratado de ser un buen compañero de trabajo. Soy muy feliz.