Las llamadas Casas de Tolerancia en Córdoba existieron desde siempre con una variada oferta de trabajadoras del sexo profesional tentando a propios y extraños. Los barrios donde mayor era el comercio sexual eran El Abrojal, en lo que hoy es barrio Güemes, Alberdi, San Vicente y Yapeyú, donde unas conocidas hermanas, que estaban apenas pasando el vado Sargento Cabral, se volvieron leyenda y a las que el Chango Rodríguez les escribió el tema llamado “Chacarera de Las Ponce”, sin olvidar a su madama, la llamada Gorda Lita.
El circuito era, con las extranjeras europeas en los primeros años del siglo XX, primero Buenos Aires, después de un tiempo pasaban a Rosario y luego a Córdoba. Y por último, al resto de las ciudades del interior.
En general, las más cotizadas eran polacas y francesas ¿Por qué se hablaba de trata de blancas? Había también trata de negras, es decir, de mujeres de esa raza. Pero cuando se trataba de investigar algún caso de venta de mujeres en cualquier tipo de cautiverio para ejercer esta actividad, si la mujer era negra, a las autoridades no les importaba. Solo importaba la trata de las blancas. A tal punto que actualmente se sigue usando esta expresión.
En la ciudad de Córdoba la famosa Ley Padilla intentó poner un límite al sexo profesional, al amor rentado, con su sanción en 1937. La respuesta fue que un año después, solo en la ciudad de Córdoba había 1.600 Casas de Tolerancia donde numerosas mujeres dejaban dar rienda suelta al placer de sus visitantes de pago. Y lo hacían, generalmente, con la promesa de entregarlo todo. Eso sí: “hasta que las velas no ardan”.
¿Qué significaba esta expresión que tanto usaba la madama o regente del lugar? Quería decir que se le asignaba al viandante o cliente una vela -ya que la luz eléctrica no era común en esos tiempos y, además, los relojes eran otro elemento exótico -y la meretriz se ocuparía de él, con todo tipo de atenciones, hasta que se gastara totalmente ese cilíndrico elemento lumínico de blanca parafina y de cuerda.
Esa suerte de despertador del amor profesional dio origen, pues, a una expresión que aún hoy en día se usa. Y que hace sospechar, cuando un conocido la emplea mucho, si no habrá sido él uno de los clientes más fieles de estos verdaderos templos de la pasión profesional que, acomodándose a las nuevas tecnologías, aún existen y prosperan.
(*) Autor de cinco novelas históricas bestsellers llamadas saga África.