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CóRDOBA
50 AÑOS DEL GOLPE EN CHILE

La dignidad, la traición y la tragedia

Los sucesos que precipitaron el final del gobierno y la vida del presidente socialista Salvador Allende y la llegada al poder del dictador Augusto Pinochet se enmarcan, medio siglo después, en un contexto de pujas políticas, negacionismo y especulaciones que cruzan la cordillera.

boric10-09-2023
POR LA DEMOCRACIA. El presidente Boric y los expresidentes Frei, Lagos, Bachelet y Piñera firmaron el documento que condena la violencia y se compromete a defender la democracia y sus instituciones. | CEDOC PERFIL

“Aquello fue un gesto de dignidad, de una fuerza y valentía que nos dejó como legado… Él tenía que demostrar que ese golpe de Estado era una traición”. Las palabras brotan serenas de boca de la senadora Isabel Allende, hija del presidente socialista que aquella siesta del 11 de septiembre de 1973 acomodó entre sus piernas el fusil con que resistió hasta el final, lo apoyó en su mentón y eligió acabar con su vida antes que entregarse a quienes atacaban por tierra y aire el Palacio de La Moneda.

“Mi padre siempre dijo que no lo iban a sacar vivo de allí, porque ese era su lugar… Él no se quitó la vida porque amaneció deprimido. Resistió y estuvo allí para demostrar lo que tenía que hacer un presidente”, recordó Isabel en estos días, en entrevistas concedidas al diario La Tercera o a CNN Chile. Idénticas palabras había usado en septiembre de 1998, cuando quien escribe estas líneas viajó a Santiago para recoger testimonios clave en vísperas de que se cumplieran los primeros 25 años de aquel ominoso quiebre institucional, que instauró una de las más extensas y sanguinarias dictaduras en el continente.

Sin embargo, Isabel se lamenta al comparar lo ocurrido hace un cuarto de siglo, ocho años después del final de la dictadura, cuando diferentes señales, que incluyeron un multitudinario concierto (con Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel y otros invitados internacionales) en homenaje a su padre en el Estadio Nacional, hacían presagiar un reverdecer democrático que siempre tuvo contramarchas y bemoles en la llamada “transición”. 

 “En lugar de avanzar, estamos involucionando”, dijo la hija de Allende acerca de la negativa de fuerzas de derecha de sumarse a la propuesta del actual presidente Gabriel Boric de suscribir un compromiso formal de decir “Nunca más” a un golpe de Estado o ruptura de la democracia.

“Ahora es el dolor de pensar cómo es posible que como sociedad, 50 años después, no tengamos capacidad de decir ‘mira, por grave que sea una crisis política, por polarizado que esté el mundo, nunca tienes que terminar con la democracia, nunca quiebres la democracia’. Siempre tiene que haber una salida pero no ésta, que es un golpe y una dictadura con las violaciones más atroces que hemos conocido”, dijo la senadora a La Tercera, en declaraciones en las que matizó la autocrítica hacia algunas decisiones del gobierno de la Unidad Popular que encabezó su padre, con referencias a las injerencias externas que entonces instigaron su caída y hoy dan contexto a este nuevo aniversario.

Así, habló de “un mundo inmediatista, en el que la gente sólo vive el día a día y este cuestionamiento a la democracia, a los partidos y a los políticos da pasto para populismos, autoritarismos” y aludió directamente a “la locura de Argentina, en la que eligen a una persona que es capaz de decir ‘a lo mejor tenemos que vender a los niños’”.

Allende también recordó que una década atrás, al cumplirse los 40 años del golpe, el propio expresidente Sebastián Piñera habló de “cómplices pasivos”, mientras los líderes actuales de la derecha se niegan a firmar una declaración que asevere que “la democracia no debe romperse, por grave que sea la crisis política”.

El pasado no pisado. Como desde hace medio siglo, la fecha de este lunes devolverá las miradas sobre lo que muchos no pueden olvidar y otros prefieren no ver ni recordar. Por la connotación de este aniversario y las tensiones no del todo resueltas tras el estallido social de fines de 2019 y el inconcluso proceso de reforma que no acaba de sepultar los últimos vestigios de la Constitución pergeñada en 1980, este no será un 11 de septiembre más.

Tal vez muchos jóvenes, que según algunas encuestas difundidas al otro lado de la Cordillera parecen no interesarse por lo ocurrido esa mañana en que los aviones bombardearon La Moneda, descubran que las desigualdades contra las que llenaron las calles y pelearon hace cuatro años tienen origen en aquel modelo económico ultra liberal que se implantó a sangre y fuego medio siglo atrás.

Quizá algunos argumentos negacionistas queden al desnudo cuando en las efemérides de mañana se revea el papel de Estados Unidos y la CIA en las instancias previas al golpe, que algunos documentos desclasificados por el gobierno de Joe Biden dejan entrever o confirmar.

La frase que Richard Nixon le dijo a su entonces asesor en Seguridad Nacional, Henry Kissinger: “No se pueden ver nuestras manos”; o la respuesta que éste dio al mandatario republicano: “Estados Unidos creó las mejores condiciones posibles para fomentar el caos, desestabilizar la economía, crear problemas grandes contra Allende y su gobierno”, fueron recordadas por Peter Kornbluh. Este investigador, autor del libro Pinochet desclasificado; los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile, respondió de ese modo a la requisitoria de Radio France International.

A 50 años del golpe, imágenes icónicas y acontecimientos que marcaron la historia chilena de este medio siglo vuelven a ventilarse en crónicas, reportajes y ensayos. 

Antídotos contra el negacionismo. Algunas imágenes y acontecimientos se entrelazan con crudeza y atraviesan el tiempo. Por ejemplo, el hecho de que el general Augusto Pinochet había sido designado por Allende como comandante en jefe del Ejército el 23 de agosto, menos de 20 días antes de que se consumara la trama golpista a la que llegó a último momento, según detalló en su libro Interferencia secreta la periodista Patricia Verdugo. En este texto, acompañado por audios desclasificados, se revelan las comunicaciones de ese 11 de septiembre y se trasluce la desconfianza que el vicealmirante José Toribio Merino, jefe de la Armada, y el comandante de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, tenían hacia el flamante jefe de las tropas terrestres.

Pinochet había sido propuesto a Allende por su antecesor como comandante del Ejército, el general Carlos Prats, quien definió al que luego se convertiría en siniestro dictador como exponente fiel de la doctrina instaurada por otro general, René Schneider, quien en 1970 se negó a quebrantar las instituciones y fue asesinado por un grupo de ultraderecha que trataba de impedir la asunción de Allende.

Poco más de un año después de consumado el golpe, el 30 de septiembre de 1974, Prats y su esposa Sofía Cuthbert, ya exiliados en Buenos Aires, murieron por el estallido de la bomba que colocaron en su auto agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional, o ‘Dina’, la tristemente célebre policía política del régimen pinochetista. Ese atentado, al igual que el que costó la vida el 21 de septiembre de 1976 en Washington al excanciller Orlando Letelier y su secretaria Ronni Moffit, son hoy pruebas de la impunidad con que los aparatos represivos del continente concretaron algunos de sus crímenes coordinados en el Plan Cóndor.

El nombre de Prats y su asesinato se reflotó hacia fines de 2006, cuando su nieto, Francisco Cuadrado Prats, se mezcló entre los dolientes que hacían fila en la capilla ardiente y al llegar ante el féretro que contenía los restos de Pinochet, lo escupió como repudio a quien había cercenado la vida de sus abuelos y de miles de chilenos. La vida del dictador, curiosidades del destino, se apagó un 10 de diciembre, fecha en que la comunidad internacional conmemora el Día de los Derechos Humanos.

Entre la fecha en que dejó la jefatura de Estado, 11 de marzo de 1990, y su deceso, Pinochet usó todas las herramientas para mostrar que seguía ostentando poder. Sea en su extendido cargo de jefe del Ejército, como senador vitalicio o exhibiendo sus influencias y amistades dentro y fuera del país, como cuando fue detenido en Londres a pedido del juez español Baltasar Garzón, quien intentó juzgarlo por crímenes de lesa humanidad. La intercesión a su favor de personajes como la exprimera ministra británica Margaret Thatcher, quien le agradeció el apoyo en la Guerra de Malvinas, y las dilaciones judiciales a tres bandas entre el Reino Unido, Madrid y Santiago finalmente permitieron su regreso a Chile bajo la pátina de razones humanitarias, tras una ausencia que duró desde el 18 de octubre de 1998 hasta el 2 de marzo de 2000.

Hoy han pasado casi 17 años de la muerte de quien rigió un período similar de tiempo los destinos de su país. A algunos, como el ultaderechista José Antonio Kast (derrotado en segunda vuelta por Boric en 2022) no les da pudor reivindicar su nombre pese a todo.

Pero este lunes serán mayoritarios los homenajes que evoquen la figura de quien intentó la vía chilena al socialismo y dejó su vida en ese intento.

Seguramente habrá flores rojas en el Cementerio General o frente a la estatua que lo recuerda frente a La Moneda. También habrá ofrendas en la puerta situada al número 80 de la calle Morandé, esa que la dictadura mandó a tapiar y la democracia reabrió como símbolo. Esa por la que en la tarde del 11 de septiembre de 1973 sacaron el cuerpo sin vida de Salvador Allende y en la que apenas unas horas antes, Beatriz e Isabel, las hijas del mandatario socialista, se fundieron en el que habría de ser el último abrazo con su padre.