El Papa Francisco sentenció “el capitalismo fracasó”, en la misma línea nuestro presidente recientemente dijo: "No tiene sentido tener tierras improductivas cuando alguien necesita un terreno". Estos discursos ideológicos se fundamentan en determinados principios morales construidos a partir del concepto de “desigualdad”, en virtud del cual, quienes ejercen el poder estatal tendrían la obligación moral de hacer una sociedad económicamente más igualitaria, redistribuyendo la propiedad privada de manera equitativa.
Esta ideología se basa en dos principios básicos: el primero es que “la verdad objetiva”, entendida como correspondencia de una creencia con la realidad no existe; mientras el segundo sostiene que “la verdad” es una “construcción social” impuesta por determinados grupos, a lo cuales les resulta útil para conservar el poder y prestidigitar la vida del individuo.
El discurso argumentativo ideal, tiene una finalidad expresa: modificar la cultura y los usos y costumbres. La verdad como tal, al ser imposible de conocer puede ser adaptada a un relato, basado en falacias, utilizando la retórica para justificar el poder y la legitimidad de imposiciones estatales, de arriba hacia abajo.
Karl Marx fue el exponente más popular de éste tipo de teorías, donde el poder burgués, de manera corporativa, sometía a la clase obrera. Sin embargo, las predicciones de Marx fueron totalmente contrarias a la realidad, por lo que las modernas corrientes de la “izquierda intelectual”, debieron transformar el discurso de la “lucha de clases”. Foucault decía “Los discursos son efectivamente acontecimientos, tienen una materialidad… El retórico es el hombre del discurso, de la opinión, aquel que procura efectos, conseguir la victoria… para estudiar el discurso, aun el discurso de la verdad, como procedimientos retóricos, maneras de vencer, de producir acontecimientos, decisiones, batallas, victorias, de retorizar la filosofía” . Entonces su objetivo explícito es destruir la voluntad de verdad. T. Piketty, economista identificado con la izquierda, establecía que: “la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de las ideologías y de la búsqueda de la justicia”; luego establece: “La desigualdad no es económica o tecnológica: es ideológica y política… no existen como tales. Son construcciones sociales e históricas que dependen completamente del sistema legal, fiscal, educativo y político que decidimos establecer. Estas decisiones dependen, sobre todo, de la interpretación que cada sociedad hace de la justicia social y de qué entiende por una economía justa…” .
El relato de los “defectos del capitalismo” se fue adaptando según la sociedad; por ejemplo en Estados Unidos donde no se podía argumentar contra la propiedad privada (piedra angular de su propia independencia) el ataque fue dirigido a la propiedad privada de los demás. Es por ello, los estadounidenses de izquierda no se describen como socialistas, sino como liberales, como si fuese la libertad en lugar de la igualdad lo que defienden. En el relato, la falta de libertad se relaciona con la falta de propiedad privada.
El capitalismo, de hecho, demostró ser la manera más eficiente de distribuir la propiedad privada. La humanidad vive más y mejor, con mejores estándares de calidad de vida, con menores tasas de analfabetismo y con la mayor riqueza en su historia, lo que permitió sacar a miles de millones de personas de la pobreza absoluta. Las migraciones masivas se producen a países con crecimiento económico sostenido, con paz social y democracia y no a países necesariamente igualitarios, por lo cual “la equidad” no es un factor determinante real o un valor moral supremo.
Sin embargo, algunos creemos que los órdenes sociales se forman de manera espontánea y de abajo hacia arriba. Es decir, no son impuestos por ninguna autoridad central sino que son fruto de convenciones libres, históricas y constantemente evolutivas. La moral, no es un conjunto de reglas impuestas sino que es una creación espontanea propia del pueblo y son las autoridades las que tienen como límite estas reglas implícitas.
Contrariamente, el discurso progresista, se busca imponer a la realidad. Si las costumbres expresaban un valor moral determinado, contrario a la moral “progresista” debe modificarse la realidad de manera coactiva.
En otras palabras, buscan suplantar un supuesto sistema de dominación capitalista, cuyos resultados conocemos muy bien, por otro orden de dominación formado por discursos argumentativos ideales, cuyas consecuencias no sabemos cuáles serán, pero por el análisis discursivo basta con mirar Venezuela, Cuba, China, etc.
En los últimos 15 años, nuestro políticos han tendido a sostener argumentos irreales: respecto a la Pobreza en 2014 se suspendió su medición porque era estigmatizante, mientras se afirmaba que teníamos menos pobres que Alemania, sin embargo hoy es la primera vez en 100 años que Argentina tiene más pobres que clases medias y ricas juntas.
En cuanto a mediciones INDEC alteró durante 10 años (desde el 2005 al 2015) los índices de inflación, la inseguridad era una sensación y según Cecilia Nicolini estamos entre los 20 países del mundo que más vacuna, aunque estemos en el puesto 50 con una dosis y 65 con dos. En paralelo se niega la crisis educativa, se suspenden las pruebas aprender y apoyan que los niños pasen de grados sin exámenes. Eso sí, debemos rendir pleitesía por la gestión relativa al Covid-19, que nos deja casi 90 mil muertos (por ahora), casi 4 veces más decesos que un país promedio.
La agenda política marca sus deseos y sus intenciones pero no la necesariamente la realidad. Por eso, propongo una solución: ser políticamente incorrectos. No seamos distraídos por cuestiones que se buscan imponer en nuestra cultura y demos los debates con la sola finalidad de buscar la verdad. Miremos más allá de la retórica aunque cada vez seamos más miopes e incapaces para ver, estamos a tiempo.
Se nos está imponiendo el debate de la propiedad privada como un derecho secundario. Alberto Fernández ya advirtió con el caso “Vicentín” o con su más reciente declaración sobre la re-distribución de “tierras improductivas”, luego será, seguramente, “El Impuesto a la “Herencia”. Discusión que en los países desarrollados es impensada, dado que, según los índices de “Heritage Foundation”, los países más libres del mundo son los que tienen un respeto cuasi-absoluto de la propiedad privada, considerado un derecho primario, generando instituciones formales que favorezcan a la seguridad jurídica y económica (permitiendo el libre comercio: inversión, ahorro e innovación tecnológica).
La propiedad privada es el trampolín al desarrollo económico sostenido, al ahorro, a la inversión, a las innovaciones tecnológicas y a la salida de la pobreza. Por supuesto, debe ser acompañado por sistemas de salud, de seguridad y educación eficiente, todos ellos son obligaciones del Estado, que demuestran que la ineficiencia económica y las desigualdades no solo proceden de las “Fallas del Mercado” sino que principalmente son causas de “Fallas del Estado”, las cuales son sumamente reales y no meramente discursivas. Seamos, políticamente incorrectos, demos el debate con honestidad intelectual en búsqueda de la verdad objetiva.
Es hora de pensar en la responsabilidad individual, en la conciencia y tolerancia con el prójimo y en especial, hacer efectivo el sistema de rendición de cuentas; sobre todo de nuestros representantes, quienes pretenden ser nuestros padres en un estado benefactor, pero cuyos actos, por más dañinos que sean, no tienen consecuencias. En la democracia es de vital importancia la rendición de cuentas, a fin de evitar la autocracia.
Por ejemplo, las nacionalizaciones de YPF y Aerolíneas Argentinas, fueron generadas por un gobierno pero serán pagadas por personas que aún no han nacido. Mientras tanto, los vuelos aéreos quedaron, en la actualidad, para provecho de las clases altas (por los precios) e YPF se valió de más aumentos que meses durante el año 2020. El arreglo con el “Club de Paris” involucra la deuda de un gobierno, el arreglo de otro gobierno para que sea pagado por un futuro gobierno en 2024. Tres hitos de los últimos años que fueron ideologizados pero que acarrean consecuencias negativas reales y de los cuales nadie nunca rendirá cuentas.
Como decía Thomas Sowell: “Es difícil imaginar una manera más estúpida o peligrosa para tomar decisiones que la de ponerlas en manos de personas que no pagan el precio por equivocarse”.
Abogado
Magister en Derecho y Argumentación Jurídica