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CóRDOBA
LITERATURA CORDOBESA

Los consumos culturales y la escritura de ficción

Una charla con cuatro escritores cordobeses de ficción –David Voloj, Eugenia Almeida, Fernanda Pérez y Martín Cristal– da cuenta de las fuentes en las que abrevan para inspirarse. Considerados a sí mismos lectores y consumidores antes que escritores, hablan de los personajes variopintos que los atraparon, como el capitán Nemo, Sherlock Holmes y Horacio Oliveira y la Maga, entre tantos otros.

Escritores ficción cordobeses
AUTORES CORDOBESES. David Voloj, Eugenia Almeida, Martín Cristal y Fernanda Pérez. | Cedoc Perfil

A lo largo de la historia resuenan los nombres de escritores cuyos vínculos con otras ramas del arte hicieron posibles sus escrituras fantásticas.

Es conocida la unión que Julio Cortázar mantuvo con el jazz, género musical que lo conquistó y que supo incorporar a su obra: Johnny Carter, el personaje del cuento ‘El perseguidor’ estuvo inspirado en el saxofonista y compositor Charlie Parker.

Y en su novela cumbre ‘Adán Buenosayres’, Leopoldo Marechal creó un personaje (el astrólogo) para el pintor y escritor Xul Solar.

Además, escritores y poetas como Paul Verlaine o Stéphane Mallarmé adoraron a Richard Wagner y fueron fuertemente influenciados por su música. Y algunas líneas de Tristán e Isolda se encuentran en el poema ‘La tierra baldía’, de T. S. Eliot.

Estos consumos culturales, cruces y colaboraciones enriquecieron sin lugar a dudas el quehacer de muchos escritores, que abrevaron en las fuentes de otras ramas del arte.

En diálogo con PERFIL CÓRDOBA, el narrador Martín Cristal señala que sus fuentes de inspiración son variadas y abarcan la vida cotidiana y las artes, destacándose entre ellas, la literatura en sí. “Hace un tiempo leí un artículo de Ursula K. Le Guin donde ella dice que ha llegado a sentir terror de la bienintencionada pregunta acerca de qué escritor o escritores han influenciado en su escritura. Ella enseguida se pregunta: ‘¿Cuál o cuá-
les no lo han hecho? ¿Puedo nombrar a Woolf o Dickens o Tolstói o Shelley sin dar a entender que otras cien o mil ‘influencias’ no tuvieron importancia?. Ampliando esa idea, creo que la influencia es un continuo entre lo literario y lo no literario. Abarca el universo entero”.

En este sentido, Cristal agrega que recibe todo ese influjo con alegría y no con esa angustia de la que hablaba el crítico y teórico literario Harold Bloom. “Creo que conviene tener muchas influencias, lo más variadas que se pueda, y después pasarlas todas juntas por el pica carne. En esa mezcla nos será dado encontrar nuestra propia voz”, reflexiona el autor de ‘La música interior de los leones’.

Por su parte, Eugenia Almeida dice que todo surge de lo que uno ve del mundo, de su extensión, su maravilla y su espanto y de cómo se va mezclando lo que uno ve, escucha, piensa, los libros que lee y las películas que mira. “Para mí es un misterio muy grande cómo se produce ese proceso, no podría identificar una fuente. Creo en las experiencias de nuestra especie, estando juntos en forma de libros, de películas, de conversaciones, imágenes”.

La autora de ‘El colectivo’ reconoce que estas influencias no se traducen a la escritura directamente, sino que todo el acceso que uno tiene en lo cultural, ya sea un baile, una película, una sinfonía, una comida, un libro, tiene un efecto, “y hay ahí un proceso misterioso que afecta no solo la escritura sino todo lo que uno hace, el modo en que vive, escribe, el modo en que trata a los demás”.

La metáfora de la fuente. David Voloj publicó recientemente su séptimo libro de cuentos, ‘Aquellos días de tanto frío’, en los que reúne ocho escenarios de la vida cotidiana donde pone en juego la nostalgia, el amor, la solidaridad, el cinismo y la violencia; todos parte de nuestro mundo actual.

A la hora de hablar sobre fuentes de inspiración, el escritor y docente dice que le gusta la metáfora de la fuente como espacio para saciar esa sed que se tiene a medida que uno va caminando. “En mi caso las fuentes han ido cambiando a lo largo del tiempo. Al principio fueron los deseos y las frustraciones en clave adolescente, el amor sentido con una pasión desbordante. Después estuvo el desafío intelectual que me brindaba la lectura literaria, los juegos intertextuales. Más adelante, cuando me propuse escribir para que me leyeran otros, empecé a escuchar a los amigos, los estudiantes, los familiares y sus voces empezaron a orientar la ficción”.

En efecto, todavía quedan en su escritura algunas de esas voces, en especial las de la infancia, que aún lo acompañan a la hora de encarar sus historias. “De todos modos me parece que hay algunas fuentes que se repiten: la falta de justicia social, las miserias de la clase media, lo difícil que resulta querer a alguien más allá de cualquier tipo de retribución. Y el humor porque, como decía Charlie Feiling, en toda verdad se esconde un chiste”, observa.

Fernanda Pérez, autora de novelas como ‘La piel no olvida’ o ‘El sacramento’ confiesa no saber con certeza cuándo o cómo surge una idea en ella. “A veces puede ser algo que leí, que vi o que escuché. Sí reconozco en mí que tengo dos capacidades que me ayudan mucho: una es la observación, me encanta ver las reacciones y los modos de actuar de las personas, y luego la capacidad de escucha: me gusta mucho escuchar a la gente que cuenta cosas interesantes, que habla de experiencias. Ahí hay algo muy valioso porque te lleva a descubrir que no todos reaccionamos de la misma manera ante ciertos estímulos, que hay algo de la humanidad que se mantiene pero después está la particularidad y ahí está la riqueza, sobre todo cuando uno trabaja en la construcción de los personajes. Tal vez la inspiración está ahí o en los estímulos que me llegan”. 

En materia de consumos culturales, la autora dice que todos influyen aunque no se tenga conciencia de ello. “En ‘Las maldecidas’, que fue una novela que tuvo un proceso más iniciático, había una clara influencia de Lorca; la novela empieza con un juego literario a partir de una lectura de ‘La casa de Bernarda Alba’. Era un poco jugar con esto de los vínculos de las hermanas y con qué hubiera pasado si esos vínculos, que en la pieza teatral eran tan hostiles, aquí fueran más fraternales”, explica.

Del capitán Nemo a Huckleberry Finn. A lo largo de la historia de la literatura han aparecido personajes inolvidables que nos hicieron vivir todo tipo de aventuras. Para Martín Cristal, la lista es larga y diversa, con personajes que van desde el Capitán Nemo, John Long Silver, Miguel Strogoff, Sherlock Holmes, Martín Fierro, Juan Pablo Castel, Alex DeLarge, Horacio Oliveira y la Maga, el capitán Ahab, Gollum y Hank Chinaski hasta Artemio Cruz, Samuel Tesler, el conde Drácula, Ignatius Reilly y el manchego Alonso Quijano, por nombrar algunos. “Son felizmente variopintos y esa contraposición mutua niega la machacada teoría de una eventual ‘identificación como lector’ de mi parte con todos ellos, lo cual me alivia porque algunos son seres despreciables. Creo que, si tuviera que buscarles un factor común, sería que todos me causaron una impresión de genuina existencia”.

Eugenia Almeida advierte que podría pasar horas hablando de los personajes que la conmovieron y que han ido variando con los años. “Cuando era chica Huckleberry Finn, ese vagabundo zaparrastroso, era lo máximo, pero también la protagonista de ‘Alicia en el país de las maravillas’. Como lectora, sobre todo en las novelas, voy en busca de algo que no me identifique, que me permita sentir lo que no he sentido y ver el mundo de manera tal que sea muy diferente a mi propia mirada”.

La escritora cuenta que hay personajes repulsivos que la han impactado mucho por la construcción que han tenido. “Tiene que ver con ciertas plumas. Me gustan todos los personajes de Georges Simenon, especialmente aquellos que no pertenecen a sus novelas protagonizadas por el comisario Maigret. Luego, los de Marguerite Duras, los de Toni Morrison, los de Silvina Ocampo”.

Según Fernanda Pérez, el mejor personaje es aquel al cual le creemos, que presenta las contradicciones propias del ser humano y con el que por alguna razón empatizamos. Además, sostiene que el enamoramiento de determinados personajes se da a medida que avanza en la lectura. “Siento que en ese transitar voy encontrando personajes que me encantaron en ese momento, pero no sé si hoy lo serían. Sí creo que hay personajes en la literatura muy bien logrados y maravillosos y hay algunos con los que por alguna razón uno empatiza más que otros. Siempre pongo en valor a los personajes de Cristina Bajo, me parece que ese es el plus de su obra, más allá de las historias que cuenta y la enorme documentación”.

Para David Voloj la lista es demasiado extensa. “Los últimos personajes que me resultaron fascinantes están en esa novela vertiginosa que se llama ‘Instrucciones para robar supermercados’, de Haidu Kowsky. El protagonista es un ex repositor de supermercado que inventa un método para robar carne; sus compañeros de trabajo y la hermana también están muy bien construidos, como el paraguayo que administra una pensión. Todos se sostienen con una identidad bien definida, que no comulga con la ética progresista, habitan el exceso sin culpa. No es fácil encontrar ese tipo de personajes, que se mueven al margen de lo políticamente correcto. Pero también podría hablar de los de (John Maxwell) Coetzee, que también me resultan conmovedores con sus dramas existenciales y su desesperación frente al mundo que los rodea”.