Transitando un año de profundas definiciones políticas, los próximos meses nos encontrarán a todos los argentinos frente a un nuevo desafío electoral, durante el cual no solo se renuevan autoridades legislativas sino el encargado de dirigir la administración y función ejecutiva de nuestro estado, el presidente.
Las bondades del retorno de la democracia nos permitieron resolver libremente la renovación y alternancia de ocho presidentes en 30 años: desde Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De La Rúa, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, hasta nuestro actual mandatario Mauricio Macri.
Con distintas orientaciones ideológicas, cada uno de los presidentes resolvió –con sus luces y sombras– distintas fórmulas de administración; destacando la importancia del juego democrático y la necesidad de alcanzar acuerdos de gobernabilidad, todos han sabido poner en resalto la alternancia como valor esencial para la supervivencia republicana.
Frente a ese contexto, el antónimo de alternancia es perpetuidad, y la contracara de democracia es la ausencia de elecciones y libre participación, efectiva y real.
Así como hoy levantamos con orgullo el estandarte de vida democrática que desde hace 36 años nuestro país detenta, desde hace un tiempo resalto la preocupación por la débil réplica que esta misma forma de vida democrática proyecta sobre otros espacios de dirigencia y que por el contrario, manifiesta síntomas autocráticos, verticalistas y de reducida alternancia: las asociaciones sindicales.
En Argentina conviven más de 3.000 asociaciones sindicales registradas, de los cuales apenas la mitad goza de personería gremial; en un país cuya tasa de sindicalización de los trabajadores es superior al 40%; traduciendo ello la histórica tradición de fortalecimiento sindical que ha servido de modelo al mundo.
Sin embargo, el dato para destacar, es que los dirigentes sindicalistas de mayor importancia en el país se encuentran en sus cargos casi el mismo tiempo que nuestra joven democracia lo ha hecho desde su retorno en 1983.
De modo gráfico, mientras que la función presidencial que este año es puesta nuevamente en debate electoral trae ocho nombres sobre sus espaldas desde aquel entonces, en los últimos 36 años en algunos gremios solo hubo un secretario general, mientras que en otros, apenas llegamos a contabilizar una corta alternancia de dos nombres. Nuevos dirigentes para los desafíos actuales. El interés por la alternancia, la transparencia y la lucha contra la corrupción tiene tiempo y trabajo en mi agenda legislativa y en la de otros legisladores con quienes compartimos un mismo espíritu republicano.
Sin embargo, es necesario también que la sociedad se haga eco de esta preocupación y comprenda la importancia de un compromiso democrático de todos los dirigentes de nuestro estado.
La reflexión a la que hoy convoco desde estas líneas está dirigida repensar la importancia de la alternancia sindical no solo como un imperativo de transparencia y democracia, sino destacando que es precisamente el recambio generacional de dirigentes la manera de ser coherente con los cambios que las nuevas problemáticas estructurales en el mundo laboral y social están manifestando.
Así, en varios de los gremios de mayor concentración de trabajadores dentro de nuestro país, hace más de 30 años que son los mismos dirigentes quienes representan a los agremiados. La primera pregunta que ello dispara está dirigida a reflexionar cuánto ha cambiado el mundo, la tecnología, las relaciones labores y los trabajos propiamente dichos en estos 30 años. ¿Cambiaron en Argentina las oportunidades y los desafíos laborales? ¿Son otros los requerimientos y necesidades de los trabajadores? ¿Son iguales los intereses que persigue un trabajador hoy que desde entonces?
El mundo ha cambiado y las relaciones laborales también, múltiples y diversas son las plataformas digitales que hoy resumen este cambio y que rápidamente han ingresado a nuestras vidas: transporte y movilidad diaria, comida, servicios médicos, que ofrecen límites más elásticos en las relaciones laborales tradicionales y que abren un sinnúmero de inquietudes y desafíos para quienes se inician en el mercado laboral.
Frente a este escenario ¿la perpetuidad dirigencial nos permite comprender y atender estas nuevas realidades, o por el contrario representa un esquema ya desbordado que no permite dar respuesta a los nuevos y crecientes desafíos? ¿Interpretan los históricos dirigentes las contingencias del mundo actual? ¿O es necesario que haya un cambio generacional que acompañe estos retos?.
Mirando hacia los próximos meses, y esperanzada por que sea la vitalidad democrática quien sabiamente señale la figura que ocupará durante los próximos cuatro años la función presidencial de nuestro país; proyecto hacia un futuro próximo estos mismos deseos, para que sean los sindicatos quienes también acompañen y guíen con compromiso sincero el porvenir de los millones de trabajadores argentinos, reemplazando el verticalismo arcaico por la horizontalidad participativa, real y plural.
Soledad Carrizo es diputada nacional por Córdoba