¿Se detuvieron a pensar alguna vez si hay gente con sobrepeso en la selva? Una selva es un contexto en el que probablemente es mucho más difícil la provisión de alimento que en nuestra realidad actual, en la que a un solo click podemos hacer las compras a domicilio. En ese sentido, una civilización, esencialmente, es un ambiente en el que se nos asegura el acceso a elementos fundamentales para nuestra supervivencia. A medida que avanza, no sólo vamos asegurando la disponibilidad de comida, sino también de salud, conexión, arte, belleza, seguridad, educación, entre otros.
Hoy en día, y más aún en un contexto de cuarentena, las nuevas tecnologías cumplen el rol de aumentar esta disponibilidad, y las pantallas logran atraparnos tanto que, a veces, entre bromas, podemos llegar a declararnos “adictos”. Tal como le sucede al protagonista de la película El fútbol o yo, que se cuestiona sobre si su fanatismo futbolero se ha transformado en una adicción y se decide a participar en un grupo de alcohólicos anónimos, para tratar su adicción al fútbol, que está deteriorando su vida laboral y familiar.
Pero, más allá de los comentarios de circunstancia o de la ocurrente trama de una película, ¿se puede realmente ser adicto a las series, al fútbol, a los videojuegos, a las redes sociales, a la pornografía o, incluso, al sexo? La respuesta es afirmativa: en los últimos años se ha generado una cuantiosa literatura científica que describe el funcionamiento y la evolución de estas “nuevas adicciones”.
En los últimos años se ha generado una cuantiosa literatura científica que describe el funcionamiento y la evolución de las “nuevas adicciones”
Para empezar, debemos tener en cuenta que hay ciertas regiones cerebrales que se activan frente a lo que nos parece novedoso. Conforman el circuito de recompensa. Gracias a él, aprendemos y recordamos que ciertos estímulos nos hacen sentir placer, asociado evolutivamente con lo que asegura nuestra supervivencia. Por lo tanto, tenemos una tendencia a buscar esos estímulos para volver a experimentar sus efectos. Típicamente, el contacto con alimento o potenciales parejas sexuales activa estas zonas cerebrales. Cuanto más se activan y más nos exponemos a su efecto de sensación placentera, se refuerza el círculo que va “recableando” el cerebro, solidificando este sistema, y aumentando las probabilidades de que se repita la conducta. Gracias a este fenómeno neuroquímico, cuando sentimos hambre sabemos dónde buscar comida.
¿Qué sucede en el cerebro de una persona con adicciones? En su caso, estos procesos son puestos en jaque. Las sustancias de abuso “secuestran el sistema”, generando artificialmente una liberación de dopamina muy superior a lo normal. Cuando esto se repite, el sistema ya no es sensible a los estímulos cotidianos, sino que se vuelve “pretencioso” y sólo le resulta gratificante la droga. De esta manera, cambian las prioridades de la persona y se hace necesaria una dosis cada vez más alta para lograr el mismo efecto gratificante. Esto sucede porque las adicciones generan una sensación de “novedad interminable”. Queremos y necesitamos “nuevas” dosis de esa droga que conquistó nuestro sistema de recompensa.
Las series, la pornografía, las redes sociales y las aplicaciones de citas, todos tienen en común un poder de estimulación sin final y al alcance de un click
En nuestros días, esto puede suceder con los videojuegos, las series, la pornografía, las redes sociales y las aplicaciones de citas. Todos tienen en común un poder de estimulación sin final y al alcance de un click. Las pantallas, los colores llamativos, los videos, los efectos, los sonidos y las interacciones son estímulos artificiales que compiten con las opciones naturales. El científico ganador del Premio Nobel de Medicina, Nikolaas Tinbergen, los llamó “estímulos supranormales” y para ilustrar este fenómeno creó mariposas artificiales con alas más grandes y coloridas que las estándares. Lo que observó es que las mariposas macho intentaron aparearse repetidamente con estas mariposas artificiales en lugar de con las mariposas hembras reales.
Nosotros los humanos podemos producir nuestros propios estímulos supranormales, y de hecho estamos rodeados de ellos. Los ejemplos van desde dulces, pornografía, la comida chatarra altamente salada o endulzada de manera no natural hasta juegos de video interactivos altamente llamativos, u opciones de consumo de fútbol 24x7. Al día de la fecha, los hallazgos científicos indican que estos estímulos activan nuestros cerebros de manera muy similar a las sustancias de abuso. Si estas dinámicas adictivas hacen que te sientas atrapado y están deteriorando tu vida, es posible consultar a un especialista.
De cualquier modo, a todos nos aprieta el zapato de alguna manera. Por esto, puede ser útil preguntarse: ¿cuánto tiempo dedico a esto?, ¿hay algo que realmente quiero y no lo estoy haciendo? ¿Me conformo con las pantallas? ¿Qué cosas son realmente importantes en mi vida? ¿Qué la enriquece o la empobrece? Estas preguntas pueden ser un puntapié inicial para una buena meditación interior.
*Médico Psiquiatra. Director del Centro Integral de Salud Mental Argentino (Cisma).