El barrio de Salamanca es el equivalente al Barrio Norte de Buenos Aires. Este jueves 14 de mayo, allí, al igual que en las últimas noches, después de los aplausos al personal sanitario, un grupo ruidoso de enfadados seguidores de Vox, el partido de ultraderecha y no pocos del Partido Popular, su sombra, salieron a la calle rompiendo el protocolo del Estado de alerta –y contraviniendo la ley– al grito de "¡Libertad, libertad!".
"Cacerolada en la milla de oro de Madrid", tituló la noticia el diario digital El Confidencial. La milla de oro es la zona de tiendas de lujo de la ciudad, equivalente a Old Bond Street de Londres: con el precio de un metro cuadrado de allí se puede comprar un piso en un barrio modesto. El año pasado Prada adquirió un local de tres plantas, en la calle Serrano, eje comercial de la milla de oro, por 59 millones de euros a razón de cien mil euros el metro cuadrado. Anoche, a pasos de la tienda, envueltos en banderas españolas, todos con cacerolas y algunos con palos de golf con los que los golpeaban carteles municipales, hicieron acto de presencia rompiendo el distanciamiento social (o, según se mire, exaltándolo). La policía los vigila de cerca pero evita confrontar.
Entre tanto, las cifras de los contagios y fallecimientos vuelve a subir y hoy, viernes, debe decir Sanidad qué regiones se mantienen en fase cero —como Madrid y gran parte de Cataluña, incluida Barcelona— y si alguna de las ya promovidas al nivel uno sube a otra fase.
Las cuentas económicas se estresan aún más y son, en buena parte, las que contribuyen a que se enerven los sectores de la producción. Una asociación de empresarios de Valladolid sacó ayer un comunicado lamentando que las víctimas del coronavirus en las residencias de la tercera edad, demoraran la desescalada al ser un "colectivo no productivo". Si se tratara de un sector ilustrado, llevaría a pensar que estos empresarios toman su ideario de Una propuesta modesta de Jonathan Swift, un plan económico alternativo en el que se daba solución al problema del hambre de los hijos de los campesinos convirtiendo a los niños en el alimento de los trabajadores rurales.
En las calles de Berlín también hay manifestaciones pero el las voces se confunden entre los neonazis de Alternativa para Alemania que buscan recuperar posiciones después de haber descendido en las encuestas; desocupados que en lugar de libertad, como los opulentos habitantes del barrio madrileño de Salamanca, proclaman "resistencia" desde su pancartas, y terraplanistas contrarios a las vacunas que llevan cocida una estrella amarilla en la solapa, como las que los nazis usaban para marcar a los judíos, en las que se lee "sin vacunar".
Diario de la peste 12: Los niños invisibles
En Londres, según muestra un gran reportaje fotográfico hoy The Guardian, se puede ver, a través de diferentes imágenes a las calles vacías y con un testimonio de desolación radical que en cada una de ellas da un indigente. Los epígrafes son una línea, como en un tuit, como un balbuceo, con un apunte sobre la no vida del retratado. No llevan pancartas: usan el cartón de colcha. No muestran cacerolas ni cuchara, si acaso hace cola en alguna iglesia para conseguir un plato de comida. Ninguno va con un palo de golf, tal vez un paraguas roto para sortear la pertinaz lluvia londinense. El año pasado había censados por el ayuntamiento casi nueve mil personas sin hogar en la ciudad. Le han dado cobijo solamente a mil. El resto mantiene una distancia social extrema de quienes están en casa. Vale la pena mirarnos en ellos.
MR/FF