CULTURA
crítica

Bienvenidos al gabinete Poe

En gabinetes de curiosidades se exponían las teorías de las ciencias que alumbrarían la sociedad contemporánea, con alocados experimentos que explicaban los campos magnéticos, el origen de las corrientes espiritistas y mesmeristas, o el sistema solar en expansión y la Naturphilosophie.

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Tenía que ser un warburgiano quien cruzara los pasos del Calibán norteamericano, Edgar Allan Poe, con el surgimiento del pensamiento científico norteamericano, que fuertemente permearía el mundo con la idea que las ideas son herramientas para enfrentar el mundo y sus dioses. Tanto influyó este gesto demoledor como la literatura fuera del espacio y tiempo de Poe, que manipuló la mecánica negra del alma humana con la razón enloquecida de sus personajes. John Tresch del Instituto Aby Warburg londinenseen La razón de la oscuridad de la noche arma un atlas sui generis de imágenes de la vida del poeta saturnal de Boston. Una rigurosa historia cultural de la ciencia contemporánea y, además, de la literatura que aún vive en el mañana, “y en El Dorado, en las sombras, verás la Eternidad”.

Estos versos escritos en los últimos años de Poe, escupiendo palabras y sangre para no morir de hambre entre el norte capitalista y el sur esclavista, alienígena en todas partes, precedieron al último acto del escritor, la fatídica conferencia de presentación de Eureka en febrero de 1848, el largo poema en prosa que actualizaba y discutía las teorías sobre el universo y la naturaleza. “El meollo de la conferencia de Poe era una nueva historia de la creación, marcada por extrañas y poética asimetrías: una teoría de la formación de las estrellas que extendía hipótesis regular al universo como totalidad”, adelanta en el prólogo Tresch, especializado en historia de la ciencia y la tecnología, para terminar con una carta escrita por el genial cuentista de “La caída de la Casa Usher” a la devota suegra Mrs. Clemm, luego de finalizar la poco conocida conferencia de presentación ante un ralo y desconfiado público: “No deseo vivir. No he logrado nada desde que escribí Eureka”.

Al año siguiente murió en una cama de un hospital de Baltimore, tras días de que nadie supiera qué había sido de su vida, ahogado en la taberna de Lombard Street, al grito de “¡Reynolds!”, el inspirador real de su explorador cósmico Pym, su Rosebud.

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“En Eureka, esa última conferencia, se enfrenta al establishment literario, y se enfrenta al establishment científico y filosófico, pero en última instancia se enfrenta a Dios”, dijo Tresch en 2022 a los medios norteamericanos, quien antes había escrito sobre la ciencia europea imbuida del romanticismo de Shelley y Byron. Debatiéndose en un mismo caldo Poe del otro lado del Atlántico, solitario en la multitud, entre los fanáticos religiosos, el rigor de los padres de la ciencia moderna y los mercachifles de ferias. En gabinetes de curiosidades se exponían las teorías de las ciencias que alumbrarían nuestra sociedad contemporánea, con alocados experimentos que explicaban los campos magnéticos, el origen de las corrientes espiritistas y mesmeristas, o el sistema solar en expansión y la Naturphilosophie, que impulsó vitalismos y materialismos holísticos de pelajes estrambóticos.

Todo esto impresionaría de muy joven a Poe, remarca este largo ensayo biográfico, en particular en su corta y difícil etapa de niño bien sureño en Richmond y West Point, con su afición temprana a la divulgación de las ciencias en la prensa y los problemas de lógica en lo cotidiano, en momentos que los fundadores de la ciencia estadounidense marcaban el destino manifiesto que pariría con rigor a los William James y Charles Peirce. Justamente la mente de la semiótica, y uno de los lógicos más notables de la humanidad, fue un gran admirador de Poe, quien en Eureka y otras obras de tono publicísticos delineó un concepto fundamental de la filosofía peirceana, la abdución, que se explicaría magistralmente en el cuento “Los crímenes de la calle Morgue” (1841), aquel que erigió el género policial desde Arthur Conan Doyle a H. Bustos Domecq.

Arrancar la biografía del divino Edgar por un oscuro y confuso soliloquio sobre el nebular eterno retorno galáctico, en la unidad del espacio y tiempo, “todo retornará a la Nada al retornar a la Unidad”, que contiene las semillas de las teorías del Bing Bang y la relatividad, es poner el pararrayos apuntando el polo vivo de la tormenta del pensamiento del poeta, escritor y periodista de “El cuervo” y “El escarabajo de oro”. Porque entre sus primeros poemarios, con menos de veinte años escribe “con incienso de holocaustos”, comenzando una voluminosa labor de crítico, profesionalizando la profesión contrarreloj, pergeniando inéditas metodologías poéticas y narrativas que devendrían notas al pie de página del oficio de Julio Cortázar a Charles Baudelaire, y, en simultáneo, estableciendo los parámetros de lo que luego será el moderno periodismo científico. The Conchologists First Book, de 1839, a menos de un año de la aparición de la sensacionalista, pero absolutamente cientificista Narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket, que inspiraría Moby Dick, fue uno de los más importantes tratados de historia natural decimonónicos, y que el biólogo Stephen Jay Gould consideró rotundamente, en pleno siglo XX, “progresista e innovador para su tiempo”.

“Al principio de La filosofía de la composición –escrito de 1846 de Poe que contiene los gérmenes de los estructuralismos y lacanismos venideros– parece una negación feroz de las nociones románticas de la creatividad inspirada y espontánea. Si la consideramos una argucia, por el contrario, se convierte en una sátira excesiva y reconociblemente romántica sobre los intentos de mecanizar todos los dominios de la vida. Pero hay otra posibilidad. Cuando tenemos en cuenta sus resonancias cosmológicas apunta afirmaciones aún más milagrosas de omnisciencia creativa. O tal vez contiene todos esas verdades contradictorias a la vez, lo que lo convierte en algo más. Usted decide”, advierte John Tresch de un polímata que “avivó la penetrante luz de la razón y ahondó en la oscuridad de su estela”, y que marcaría por ese camino los mitos siderales de H.P. Lovecraft y la imaginación negra de Alberto Breccia. En los callos de la mente humana, pese algunos aún piensen que es un autor de género o de un momento de acné, en lo multiforme y lo corrupto, en el vuelo de la polilla por la estrella, Poe sigue aguardando en la cueva y nos prepara para la próxima batalla que nos urge, que nos agobia, pero que tenemos la responsabilidad de construir y escoger. Contra el mundo, contra la vida.

La razón de la oscuridad de la noche. Edgar Allan Poe y cómo se forjó la ciencia en Estados Unidos

Autor: John Tresch

Género: ensayo

Otras obras del autor: The Romantic Machine

Editorial: Anagrama, $ 43.500

Traducción: Damià Alou