En Hungría, a principios de este mes, entró en vigencia una ley que aumenta las penas por pedofilia y prohíbe la descripción o promoción de la homosexualidad así como las transiciones de género en material al que puedan acceder los niños, esto implica abolir el contenido LGBT en los programas educativos. Aplicando la norma, el municipio de Budapest multó en a una de las 90 librerías de la cadena Lira Konyv en 830 dólares por no advertir a los posibles compradores sobre el contenido de un libro infantil donde las familias se conforman con padres y madres del mismo sexo.
La cadena multada decidió exhibir carteles donde aclaran vender libros de contenido no tradicional. Escritores húngaros acusan al gobierno en utilizar la ley como un acto de censura y acotamiento de la libertad de expresión. Mientras la Unión Europea señala que esto va contra sus normas, porque estigmatizan y marginan como pedófilos a lesbianas, gays, bisexuales, queer o transgéneros. En sí, el gobierno húngaro pasó de la corrección política a la censura inquisidora.
Esto recuerda a la vecina de Nueva York que, en 2017, juntó casi 10.000 firmas pidiendo al museo Met que dejara de exhibir el cuadro “Teresa soñando” (1938) de Balthus. Acusaba a la obra de cosificar a los niños e incitar al voyeurismo. Las autoridades del Met se negaron a la petición que, claramente, invoca lo correcto sin encontrar diferencia entre lo real y la representación. Piedra lanzada que hoy regresa al arte desde otra perspectiva.
“Pintado a principios del siglo XVI, ‘El jardín de las delicias’ es una pieza que un aficionado a Pornhub podría llamar una orgía de proporciones bíblicas. (…) Como toda buena orgía, comienza con la llegada de los primeros invitados, moviéndose a través de una tarde de actividades en grupo, hasta que se pone el sol y comienza el verdadero desenfreno. Y estamos hablando de algunas cosas raras y serias aquí: S&M con espadas, fetiches de orejas, juego anal con una flauta y algunos cosplay realmente pervertidos. Todos esos actos sexuales surrealistas inspiraron a otros artistas como Salvador Dalí, quien usó ‘El jardín de las delicias’ como referencia para crear otra de nuestras pinturas favoritas de todos los tiempos: ‘El gran masturbador’.”
El párrafo precedente no se trata de un ensayo novedoso sobre la historia del arte que busca acercar nuevos públicos del siglo XXI al saber estético y que tal vez provocaría carcajadas tanto a El Bosco como a Dalí. El destinatario del texto es el ágrafo enajenado en su soledad observante que el marketing de la industria pornográfica considera su modelo de consumidor más preciado.
En Classic Nudes (página web y aplicación para dispositivos móviles), la red pornográfica Pornhub exhibe un recorrido interactivo sobre obras pictóricas “eróticas”, clásicas, ya sea comentándolas por escrito (en el tono citado), por audios, o con breves recreaciones pornográficas de la misma.
Por ejemplo, al “Origen del mundo” de Gustave Courbet corresponde una escena de sexo oral donde la diferencia entre el cuadro y “lo real” resulta una devaluación triste. En todas estas escenas los actores invocan a lo que hoy compite con las productoras: sexo amateur. En sí, el hágalo usted mismo, más allá del circuito de explotación para emisión de imágenes en vivo como home working, es la piedra en el zapato de esta forma de tráfico humano. Porque, ¿para qué pagar por una representación si la vecina hace lo mismo con más realismo y en el idioma del consumidor?
Pero también aparecen los nuevos aires de inclusión, vindicación de minorías de todo tipo, que afectaron las arcas de la industria de carne sexual, siendo esto una especie de venganza contra el mercado que ya no se muestra accesible, un shock publicitario a ver si algo mejora. Para la presentación de Classic Nudes utilizaron a una “vieja leyenda” del porno, la Cicciolina, quien en un inglés decrépito (estilo Francisco Franco), enfundada en enterito color carne como segunda piel, ocupa descocada el lugar central de un escenario que evoca, de lejos y siendo generosos, “El nacimiento de Venus” de Sandro Botticelli. Más pizza arruinando el mejor champagne francés imposible.
Los museos “profanados” y mencionados en un principio fueron Louvre y Orsay (París), Met (Nueva York), Galería Uffizi (Florencia), National Gallery (Londres) y del Prado (Madrid). Por sendas demandas judiciales al día de hoy ya no aparecen ni el Louvre ni el Uffizi, básicamente porque no pagaron derechos de uso comercial sobre las obras utilizadas. A este paso, tal intromisión tiene pocas horas de vida, al menos con el arte de los grandes museos.