Si todo está cambiado desde que un microscópico agente infeccioso acelular, que sólo puede replicarse dentro de las células de otros organismos, puso en jaque al ya viejo (des)orden capitalista mundial, se puede prever el surgimiento de nuevas formas de producción de bienes y consumos como también de relación entre los humanos en movimiento. Ambas necesarias transformaciones tienen su combinada expresión en las llamadas “industrias culturales”. Las artes de la representación, seguramente son las más golpeadas por la pandemia pero, la tradicional producción de libros, que lejos de retroceder ante el avance digital gozaba de una saludable estabilidad solo acosada por las generales de la economía, ahora también está sufriendo y enfrentando a la realidad pandémica y sus secuelas.
Consultadas por PERFIL, algunas editoriales dieron cuenta de la diversidad en la que se encuentra el sector. Si bien todas tienen en común la alternativa ebook, la impresión en papel sigue siendo su impronta y su necesidad. Es así que, por ejemplo, mientras Anagrama comenta que nuevos libros de Federico Jeanmaire y Martín Kohan iban a salir al mismo tiempo en España y en la Argentina, aquí se atrasó unos meses su salida, o Lumen postergó la distribución del libro El año del mono, de Patti Smith. Por su parte, Joaquín Ramos, del sello español Akal, informa que suspendieron su plan de novedades para este año, que será retomado a partir de setiembre con El derrumbe del palacio de cristal, de Ricardo Forster (actualmente sólo digital) y la novela gráfica La niña comunista, de la artista plástica María Giuffra, que estaba pensada para salir con el aniversario de la organización HIJOS.
Por su parte, Ediciones Godot logró sacar, en medio del caos, Molloy y Malone muere, completando la trilogía de Beckett (ya habían editado El innombrable) con la particularidad de que la entregan a domicilio sin cargo en una exquisita bolsa, y preparan para fin de año Las epidemias políticas, de Peter Sloterdijk, y Zazie en el metro, de Raymond Queneau, pero debieron postergar hasta el 2021 un ensayo sobre el silencio de John Biguenet y El meridiano de París de Lluis Calvo.
Caja Negra estaba preparando, como siempre, muchas novedades para los primeros meses del año pensando en la Feria del Libro, pero decidió pasar algunos libros directamente para 2021, porque quieren que tengan mayor presencia en librerías y que salgan en un contexto en el que se puedan hacer actividades relacionadas aunque, inquietos, adaptaron su programación para salir con un libro por mes de acá a fin de año: el esperado volumen 2 de K-punk, de Mark Fisher, un libro largo y muy importante que reúne los textos sobre música y política que estaba previsto para mayo, acaba de entrar a imprenta y saldrá a mediados de este mes. En septiembre se van a animar a publicar, en la colección Futuros Próximos, a un autor inédito, el filósofo chino Yuk Hui, quien reflexiona sobre la tecnodiversidad. El libro se llamará Fragmentar el futuro; y en octubre lanzarán una novela policial escrita de forma inconclusa por Boris Vian y terminada por los miembros de Oulipo: No hay manera de escapar, con traducción del argentino radicado en París Eduardo Berti.
Si bien estos son algunos pocos casos, representan fielmente la actual situación de los libros en papel.