CULTURA
escribir desde el fuego

Celia Paschero vuelve

La reedición de sus dos libros publicados en la decáda de los 60 permite sentir una voz con fuerza contemporánea y desprejuiciada. No se trata de un rescate, se trata más bien de una tarea arqueológica que devuelve al presente ecos de un pasado literario reciente y relegado: editoriales olvidadas, poesía y bohemia porteña, mujeres escritoras...

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Celia Paschero. | PABLO TEMES

La palabra rescate no se ajusta a la exhumación de un libro, queda corta y parece más bien comodín editorial o trabajo social. Reeditar un libro que hace más de cincuenta años que no circulaba, que se conseguía de casualidad y tras mucha búsqueda no es rescatar. Más bien se parece a la tarea del arqueólogo: se trata de buscar entre las ruinas del pasado, entre los rastros que la memoria fue dejando en las librerías de usados, entre las páginas de viejas revistas con nombres y títulos actualmente desconocidos. La reedición de La salamandra y de Muchacha en la ciudad, los dos únicos libros que la escritora Celia Paschero publicó en vida en los años 60, es un gesto arqueológico y nos permite entrar en un vida desconocida y fascinante.Celia Paschero nace en Buenos Aires en 1928, y si bien sus primeros dos años los vive en Entre Ríos, el resto de su infancia, adolescencia y juventud transcurre en la Reina del Plata. Estudia en la escuela normal para maestra, bajo mandato familiar; pero al mismo tiempo se forma como traductora de lengua inglesa y, posteriormente, cursaa la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. La ciudad de Buenos Aires, con sus barrios y su tráfico, con sus comercios y sus humores, con sus recorridos y vericuetos, atraviesa la escritura poética de Paschero. La tapa de Muchacha en la ciudad, su libro de poemas publicado en 1963 por la editorial Flor y Truco, lo demuestra. Así la describe Patricia Pellegrini, hija de Celia y responsable de la reciente reedición de su obra: “La tapa de su primer libro es una foto de Celia, una mujer joven, bien plantada, mirando de frente, de unos 30 y pico de años, bella, elegante, en traje de calle, en la esquina de avenida Las Heras y Salguero. Detrás están los escombros de la Penitenciaría Nacional, un edificio que databa de 1876 y que se demolió en 1962. Ella también describe el lugar en su novela La salamandra”.

Una vida urbana. En Buenos Aires, Paschero forma parte de la bohemia de los años 50 y los 60. Conoce a Alberto Girri y frecuenta a su pareja, Leonor Vassena, una dibujante y artista plástica que muere joven y cuya historia está perdida en los pliegues de la cultura argentina. Junto al poeta Juan Carlos Pellegrini, con quien comparte un matrimonio breve y dos hijas hacia fines de 1950, traduce para Editorial Sur El animador, de John Osborne, y J. B., de Archibald Macleish, entre otros títulos. 

¿Qué más? Claro, entra y sale de los cafés de Corrientes y de Florida, de la omnipresente Manzana Loca, y discute sobre poesía y ensayo con Tilo Wenner, sobre psicoanálisis y magia con Francisco Tomat-Guido, sobre autores nacionales y escritores ingleses con José Rubén Falbo. Publica en algunas revistas que aún hoy se recuerdan como Barrilete y Ficción y en otras perdidas en el pasado como Arte y Crítica. Todo eso en Buenos Aires, la Reina del Plata, signo y desvelo para el espíritu inquieto de Celia Paschero. 

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Poemas en el asfalto. En su libro de poemas, Muchacha en la ciudad, Paschero transmite una mirada apasionada por Buenos Aires, sus barrios, sus lugares. Patricia Pellegrini recuerda: “Como escritora, Celia es una mujer que desde muy joven se mostró sensible a la época que le tocó vivir: la intervención de la facultad, la lucha por la educación laica, incluso la pelea entre facciones peronistas y las primeras dictaduras. Afrontó un divorcio con hijas pequeñas, trató de escribir sin prejuicios sobre temas que hoy reivindican las feministas”. Entre sus versos se cuela esa fuerza sensible. Se puede leer en un poema como Burguesa en el que Paschero escribe:

A veces no doy más con tanto

conformismo

también la panza llena produce

rebeldía

Con toda nuestra vida

demasiado cuidada a la 

vida

le falta el riesgo y la 

aventura

Paschero trabajó como investigadora en el Instituto de Literatura Inglesa y Norteamericana bajo la dirección de Jorge Luis Borges. Como lectora y traductora de poesía inglesa, Paschero escribió poemas de versos precisos, breves, impresionistas. 

En su Muchacha en la ciudad, el escenario porteño es central. Se lee en San Telmo, A un poeta joven de Buenos Aires o El quinto círculo de Buenos Aires. El Obelisco, los trenes, el empedrado, Florida, Corrientes y los edificios aparecen en la poesía de Paschero como telón existencial. Patricia lo explica en sus palabras: “En la poesía de Celia hay una descripción detallista y fina de la vida de los porteños, de su idiosincrasia y flirteo, del piropo y la picaresca urbana”. Esa descripción volverá a aparecer en la prosa de La salamandra.

Sin embargo, en otros poemas Paschero revela una mirada latinoamericanista, que trasciende a Buenos Aires, aunque siempre retornará a ella, y que se entrelaza con una exploración existencial. Así lo muestra un poema como Nacionalidad argentina. Edad 33 años:

Pero no tengo memoria

y mi pequeña historia

se remonta 

a los sueños

de mi cama de soltera

Tengo un poco de sangre

india

y mis antepasados

por ambas ramas

me dejaron sus apellidos

italianos y

españoles

Quiero entonces 

recorrer América

y buscarme 

entre las piedras

precolombinas 

El nudo entre la ciudad y la gente, entre los sentimientos y el viaje, es ella, una muchacha llamada Celia Paschero. Esa muchacha, unos años antes, en 1961, había realizado un viaje a Perú para investigar sobre los poetas esenciales de aquella nación y de casualidad o no había conocido al gran poeta Martín Adán.

Carta para La Paschero. La reedición de Muchacha en la ciudad se cierra con un texto clave del vínculo entre Paschero y el autor de La casa de cartón: El leopardo enjaulado, publicado en el diario La Prensa de Perú en 1961. Ese agregado, que no estaba en la edición original del poemario, otorga otra dimensión en la vida de la autora, otro recorrido arqueológico por reconstruir.

Paschero, además de escritora, fue viajera. Así lo recuerda Patricia Pellegrini: “Celia viajó sola a Perú a grabar poetas peruanos vivos. Se movilizaba hacia donde le parecía que podía surgir una fuerza desconocida, sin miedo, con curiosidad, despojada. Años más tarde se fue a México sola y en ómnibus, es decir, por tierra, recorriendo todos los países de Sudamérica y América Central hasta México DF. Llegó a vivir un tiempo en un pueblo indígena”.

En El leopardo enjaulado, antologado en la reedición de Muchacha en la ciudad, Paschero cuenta su encuentro con Martín Adán, quien le dedicará el famoso poema Escrito a ciegas y con quien establecerá una comunicación fluida por correspondencia. Ese encuentro fue investigado en detalle por Jorge Valverde para una edición del texto de Martín Adán publicada en 2017 en Perú; en el libro se descubren detalles del ida y vuelta entre ambos escritores. Justamente, las cartas entre Adán y Paschero dan cuenta del vínculo afectuoso y poético entre ambos y le agrega otro matiz a la historia de esta escritora.

Un animal entre el fuego. Según Patricia Pellegrini, la vuelta de las obras de Paschero a las librerías coloca a esta autora en una serie: “Celia faltaba en la serie de sus contemporáneas: Sara Gallardo, Elvia Orphée, Silvina Bullrich, Silvina Ocampo, Marta Lynch, Alejandra Pizarnik, Olga Orozco y otras más. Algunas con más reconocimiento que otras. De todas ellas son interesantes las que fueron olvidadas y ahora son releídas a la luz de este siglo XXI”.

Efectivamente, La salamandra es una novela, publicada en 1965 por Falbo Librero editor, que puede entrar en diálogo con otras obras como las novelas de Gallardo o los relatos de Silvina Ocampo. Entre sus páginas hay búsquedas de liberación sexual y reflexiones sobre el cuerpo de la mujer. Irene, uno de los personajes, se confiesa frente a la narradora Celia para intentar comprender el fracaso de su pareja, la violencia de su marido y otra posible exploración de su sexualidad. Hay psicoanálisis, terapia grupal y una relación entre dos mujeres que, por momentos, parece una escena de diván. Con mirada irónica, la narradora describe encuentros con su terapeuta, ahorros para poder pagar las sesiones y vínculos con sus compañeros y compañeras psi. Hay también magia y esoterismo.

Hacia mediados de los 60, Paschero había trabajado con Ernesto Sabato en investigaciones sobre esoterismo con temas como los escritos de Carl Jung y la alquimia. Probablemente en esas lecturas y fichajes la autora haya encontrado un animal mágico que habitaba entre las llamas y que en su novela se vuelve metáfora: la salamandra. A la luz de la vela, la narradora de la novela recuerda las confesiones de pareja y sexo de Irene y reflexiona sobre la escritura, el tiempo y la vida: “¿Cuántos caminos habrá que recorrer antes de encontrar el que se supone es el nuestro?”. Buenos Aires es el telón de fondo para la historia de estas dos mujeres y el extraño animal que habita en el fuego. 

Paschero narraba realmente bien y la reedición de su novela La salamandra retorna con una fuerza contemporánea y desprejuiciada. Fue una mujer despierta, con una visión clara de la época cultural y con ganas de discutir sobre soluciones preformateadas. Entre las páginas de su novela y en sus poesías se nota, y quienes se animen a lanzarse en estas nuevas puertas del tiempo lo descubrirán. 

Patricia Pellegrini sintetiza con claridad el gesto arqueológico de volver a poner en circulación Muchacha en la ciudad y La salamandra, dos libros del pasado que pueden hablarle al presente: “La escritora que rescato ahora ya no es mi madre. Mi testimonio no cuenta, ella no me necesita. Su obra habla por sí misma. Es Celia en primera persona la que se rescata a sí misma”.

Los libros de Celia Paschero pueden conseguirse a través de la página web www.celiapaschero.com.ar o en Instagram @celiapaschero.