CULTURA
El Borde en el moderno

Disciplinas, experiencias, ¡acción!

Hasta el 2 de julio se pueden disfrutar en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires las múltiples presentaciones performáticas que contiene “El borde de sí mismo”, ciclo ideado por Alejandro Tantanian–tuvo dos ediciones (2015 y 2016), luego se mantuvo suspendido–, que en esta ocasión comparte curaduría con Javier Villa. Con la participación de diversos representantes de las artes visuales y las artes escénicas, la propuesta se titula “Exploraciones desde un espacio exterior”.

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Bordes difusos. “Un grano de polvo suspendido en un rayo de sol”, de José Guerrero, abrió el ciclo, curado en esta ocasión por Tantanian y Javier Villa. | Gtza. Nahuel Vargas/Museo Moderno

Así, metido detrás del pañuelo que lo estremece, se deja llevar por la muchedumbre que lo arrastra corriente abajo, como un tronco. Activa cada tanto las aspas para elevar el cuerpo, cogotear para rescatar aire en dosis. No pide ayuda, no la necesita. Está bien así, fundidas las lágrimas en el cuerpo humeante que lo contiene. Suspendida la felicidad entre paréntesis, contempla el cielo prístino que el atardecer ofrece, rebanado acaso por soberbias bocanadas de humo ascendente. De un lado de la ruta se esparce un delgado tejido vegetal hecho de cipreses, pinos; entonces las luces vivas de las casas quedan atrapadas detrás de ese cerco que las vuelve intermitentes, efímeras, apenas si llegan al corredor rutero convertidas en reflejo. Al otro lado del camino, brotes de mata explotan como racimos sobre la hierba rala ocre que se expande a lo largo de la colina ondulante. Más allá, mucho más allá de la placa mansa, llegan los chirridos de los carros de asalto. Es uno de los pocos sonidos que se acercan. Soplidos tartamudos, despedazados por el viento criminal. Metiendo los ojos en los suyos, el padre (rostro surcado por el espanto) devuelve la explicación del porqué esa mujer vestida de beige anida sobre el capó de una camioneta y sostiene un megáfono (autos, muchos autos, que trenzados a los colectivos y camiones componen una barricada fantástica). Él ostenta apenas siete años, y sin embargo, entiende todo lo que cabe ahí, en ese instante.

La pueblada de Cutral-Có que la pantalla escupe se descompone ahora en secuencias pictóricas deliciosas; otra vez, de regreso en la sala, los intérpretes despliegan el arsenal narrativo valiéndose tan solo de un proyector, cartones, ladrillos huecos, la voz en off que conduce la experiencia inmersiva hasta arrinconarla ahí, en ese espacio en el que volver a la esencialidad del lenguaje, a la expresividad atómica que encandece, se vuelve esencial. De súbito nos encontramos frente un episodio de “Cosmos” y es allí, en el relato –doblado al español– de Carl Sagan, que avizoramos la culpa materializada. De manera que en ese cambio radical de perspectiva, desde esa distancia forzada, nos conduce a contemplar la tierra ajironada, destripada por el extractivismo angurriento que nos dejó perplejos como estamos frente a la vocación devastadora del Antropoceno.

La pieza se titula “Un grano de polvo suspendido en un rayo de sol” y es resultado de su autor, José Guerrero, y también del elenco que sintoniza de manera sofisticada con la propuesta de la presente edición de “El borde de sí mismo”, que actualmente se presenta en el Museo Moderno de Buenos Aires. Concebido por Alejandro Tantanian, el ciclo busca poner en tensión recursos propios de las artes escénicas y las artes visuales. Con curaduría en esta ocasión de Tantanian y de Javier Villa, “Exploraciones desde un espacio exterior” pone a su vez el artefacto en sintonía con la muestra “A 18 minutos del sol”, curada por Villa y Marcos Krämer (ver recuadro).

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En este marco elástico de experimentación es que se amalgaman las obras, múltiples capas textuales que se expresan y están ahí, para pulverizar nociones ramplonas sobre el tiempo y el espacio, y para incorporar al espectador en la organización misma del recorrido. Para reacondicionar, quizá también, el verdadero sentido del tiempo: memoria y expectativa, una manera de relacionarse con el espacio sin necesidad de que intervenga una temporalidad construida y objetivada.

“El borde de sí mismo” –se extiende a lo largo de siete fines de semana– se nutre, además de la primera incursión de Guerrero, de Ernesto Ballesteros con la performance “Pequeño espacio de concientización cosmológica”; Gustavo Tarrío, junto a Lola Bhajan, y “La carta de la estrella”; Porkería Mala que pone en escena “Ruta 5 la nube arrastrada”; Tótem Tabú que presentará “Burro”. El ciclo lo cerrará Marina Otero, que estrenará “Escenas para Kill me”, con Agustina Comedi como artista visual invitada. Todas las funciones duran entre 30 y 60 minutos y se presencian de pie o sentado. Viernes a las 20, sábados y domingos a las 16 y a las 18.30. Entradas por la plataforma Entradas BA y en la boletería del Museo Moderno. La programación completa en https://museomoderno.org/