CULTURA
Encendida polémica

Efecto Planeta: ¿el fin para las librerías porteñas?

La decisión del coloso editorial de comercializar sus títulos a través de Mercado Libre generó críticas, enojos y temores entre los libreros que aseguran que la medida es el golpe que faltaba para condenarlos a la extinción.

 librerías de buenos aires en cuarentena 20200608
Librerías de Buenos Aires en cuarentena: contra las cuerdas. | Sergio Piemonte

La decisión del Grupo Editorial Planeta de comercializar sus títulos a través de Mercado Libre desató una ristra de alertas y enojos entre algunos de los actores centrales que componen el deshojado ecosistema del libro argentino, las librerías desde luego. El sábado pudo leerse en la cuenta de Twitter de Eterna Cadencia: “Se rompió todo. Planeta se puso a vender directo (puenteando a librerías) por Mercado Libre. Si querías alguna prueba de que en breve caen librerías como papa, acá va la primera.”

No sabemos si caerán como papas, pero sí podemos afirmar –como lo venimos haciendo desde Perfil Cultura en distintos artículos- que las librerías serán, junto con las imprentas, las primeras damnificadas del sector en la era pospandemia

El tuit de Eterna Cadencia (pongámosle nombre: Pablo Braun) encendió la mecha que se propagó como reguero de pólvora en las redes. En la cuenta de Instagram de Librería Norte, expresaron: “Desde Librería Norte, y en sintonía con gran parte de las librerías independientes del país, queremos expresar nuestro profundo malestar ante el punto de venta directa por Mercado Libre que ha establecido Grupo Editorial Planeta. Alianzas entre plataformas de E-commerce y editoriales conducen de manera directa al cierre de librerías en todo el mundo. Por eso nos unimos y nos ponemos en estado de alerta, y seguiremos apostando a la bibliodiversidad, trabajando como hasta ahora, con un fuerte vínculo con la Cultura y nuestros lectorxs, nuestrxs aliados naturales, de quienes nos interesan sus opiniones y consejos. Los leemos”. El posteo abre y clausura con el hashtag “LasLibreriasImportan”. Entonces vale preguntarnos: ¿de verdad importan? ¿A quiénes?

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“La librería no es solo un lugar de compra y venta, es un espacio social, de encuentro. No puedo siquiera imaginarme una ciudad como esta sin librerías, cambiaría el perfil cultural, nuestra identidad como porteños, nos afectaría a todos, incluso a los que no frecuentan librerías”, augura el escritor Jorge Consiglio, a la vez que manifiesta un “total repudio a la decisión de Planeta. La lógica inmediata del capital hace que las empresas piensen de esta forma: cortar eslabones no rentables. Y no tienen en cuenta el daño que causan. La única palabra sagrada para las corporaciones es rentabilidad”.

Sin autor, no hay creación, no hay libros, no hay librerías

La crisis del sector no reviste ninguna novedad. La caída tomó una pendiente pronunciada desde el inicio mismo de la gestión de Cambiemos a finales de 2015. En lo que concierne a las librerías porteñas, hay que detenerse en dos variables específicas: los altísimos costos para el mantenimiento de los locales (escalada tarifaria, alquileres desmesurados), sumado a los recortes en los consumos culturales que cualquier hogar de clase media articula en medio de una recesión; traducido a economía para dummies: entra menos de lo que sale. 

En las horas más oscuras son distintas y cuantiosas las porciones de la economía real que reclaman al Estado “medidas urgentes” para contrarrestar la durísima situación. Esto ocurre en la industria cinematográfica, la teatral, pero también en la textil o la gastronómica, por nombrar apenas un puñado. ¿Puede un Estado desnutrido salvar a todos? 

La centralidad si se quiere estriba en que, a diferencia de lo que ocurre -por poner un ejemplo- con las farmacias de barrio –también naufragan a la espera del ap chagui demoledor-, las librerías de Buenos Aires cargan con un valor simbólico intangible del que la Ciudad se vanagloria y vende como mercancía al mundo –de ese modo abandona su esqueleto etéreo para solidificarse en cash-: “Buenos Aires. La ciudad de las librerías” (se ubica entre las tres capitales con mayor número de librerías por habitante). Entonces, que las librerías dejen de existir tendría el mismo efecto que si cerraran puertas las tanguerías de la ciudad. 

Librerías históricas porteñas revelan sus tesoros en recorridos virtuales

La decisión de Planeta es parte de un paquete de medidas que cualquier empresa luego de un meeting (vía zoom) entre sus altos ejecutivos, puede asumir. No hay ilegalidad, no hay vandalismo. Es capitalismo. Los libreros consultados comparten su enojo porque consideran que el coloso editorial tiene más elasticidad para soportar la crisis que otras. “Al cerrarse los principales puntos de ventas (shoppings y centros comerciales) –aclara Santiago Satz, Gerente de prensa de Planeta- surgió la necesidad de abrir un canal de ventas para poder abastecer el lector. Esto de ninguna manera implica que no se comercialice más vía librerías, que son nuestra prioridad. Estamos comercializando algunos de los títulos que el librero también tiene. No estamos jugando un partido aparte, no nos vamos a guardar títulos para nosotros. Las librerías son nuestro principal socio y así seguirá”.  

El 12 de mayo el Gobierno porteño habilitó a las librerías para abrir sus locales y de esa manera –se creía- inyectar un paliativo para surfear la tormenta. Pero como reflejó Perfil.com en una recorrida por la avenida Corrientes, la apertura sirvió para poco. Librerías semi-vacías y libreros abatidos. Una situación distinta a la que vive el segmento online. De acuerdo con el último informe de la Cámara Argentina del Libro (CAL), el registro de ebooks, por ejemplo, creció en un 63% en abril de este año, en relación con el mismo mes de 2019, y las ventas en algunas plataformas se dispararon de forma exponencial, como ocurrió con Baja Libros. 

“La decisión de Planeta no me parece la más acertada –aporta Juan Pampín, Vicepresidente de la CAL-, ya que nuestro sector siempre respetó la cadena de comercialización natural que se da a través de la red de librerías (la más grande de Latinoamérica) y las ventas directas se daban únicamente en caso de ferias y a su vez se hacía respetando siempre la Ley de protección de la actividad librera, la nº 25542. En un mercado en absoluta retracción como el actual (cualquier librería está vendiendo no más del 20/25% de lo que vendía prepandemia), es muy nocivo entonces que sucedan estas cosas. Venimos de 5 años muy malos con caídas acumuladas de producción de casi el 50% y caídas de ventas superiores al 40%... ¿Qué sector puede soportarlo?”.

A esta pregunta, acuciante por cierto, habría que agregarle muchas otras: ¿Tendrá la decisión del gigante editorial el efecto devastador que vaticinan los libreros? ¿Se puede esperar un efecto dominó que incluya a otras editoriales? Como sea, puras conjeturas. De algo estamos seguros sobre el libro argentino: el futuro ya no es lo que era.