CULTURA
cryptoart

El lado más oscuro del arte digital

¿Y si un extremista mesiánico tomara una foto de La Gioconda y luego la destruyera para que su archivo digital fuera el único registro validado por la desaparición que él mismo provocó? Entonces la cosa tomaría ribetes siniestros.

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NFT. A la izq., Emily Ratajkowski posando junto a una imagen suya. Al lado, Jean-Michel Basquiat y su Comb with Pagoda. | cedoc

El 20 de abril pasado, Faruk Fatih Özer, “empresario” de 27 años que vivía con sus padres, tomó un avión hacia Albania desde Estambul, Turquía. Detrás quedaba un tendal de 391.000 clientes sin los 2.000 millones de dólares que habían invertido en Thodex, la comercializadora de criptomonedas de la que era fundador, dueño y CEO. Tres días después otra empresa similar, Vebitcoin, dejaba de operar en la misma ciudad. Adjudican a tales estafas, que incluyen volatilidad, falta de legislación y control, la caída de cotización que registraron las monedas virtuales. Ejemplo de globalización de este siglo tecnológico: la respuesta a cualquier síntoma es inmediata.

El 14 de mayo la casa de subastas Christie’s rematará una imagen digital asociada al formato NFT (Non Fungible Token) de la modelo y actriz Emily Ratajkowski. En la misma se aprecia a la modelo parada delante de una foto suya que apareció en la tapa de la revista Sports Illustrated, ésta, a su vez, aparece “intervenida”. Lleva por título Buying Myself Back: A Model for Redistribution, o: Comprándome a mí misma: un modelo de distribución. Parece un homenaje degradado a Las Meninas de Velázquez, pero es una respuesta a cierto saqueo concreto y a la vez virtual. 

El “artista” Richard Prince, especialista en apropiarse de imágenes y alterarlas, extrajo de la cuenta de Instagram de la modelo dicha tapa de la revista para intervenirla, imagen delante de la que ella posa y va a remate digital. Estamos ante un abismo en materia de derechos de autor, donde asoman los de reproducción de la revista, los del fotógrafo que tomó la foto original, los de la modelo, y hasta los del mismo apropiador, formando un pastiche laberíntico legal digno de un cuento de una nueva Historia Universal de la Infamia.

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Pero los NFT, certificados asociados a la moneda digital que avalan la originalidad y pertenencia de las obras, no descansan, orbitan el medio virtual afectando lo real (otra paradoja más). Hace 15 días se canceló la venta de la imagen digital NFT de Comb with Pagoda (1986) a través de la web OpenSea. La obra original de Jean-Michel Basquiat, muerto a los 27 años por sobredosis de heroína en Nueva York, amigo de Warhol y pareja sentimental de Madonna, se ofrecía junto al archivo digital NFT para que el comprador la destruyera, quedando lo digital como única pieza valiosa, ocupando el lugar del original con derechos de autor a perpetuidad. 

La intervención legal de los herederos de Basquiat produjo el retiro de la oferta porque dicha imagen no tenía cesión de derechos de autor para ser vendida. Más allá de la quema de un dibujo de Bansky para vender el criptoarte asociado con fines benéficos, lo inquietante es qué deja la oferta de destrucción: ¿y si un extremista mesiánico del arte toma una foto de La Gioconda y luego la destruye para que su archivo digital sea el único registro validado por la desaparición que provocó?

Es aquí donde aparecen otros aspectos del arte digital, en las voces de sus artistas. El francés Joanie Lemercier (joanielemercier.com) escribió al respecto: “La infraestructura Crypto se basa principalmente en combustibles fósiles (64% de la electricidad mundial: carbón 38%, petróleo y gas 26%). Las emisiones de CO2, combinadas con un crecimiento constante del consumo, nos empujan hacia un apocalipsis climático.” Por tal motivo retiró sus obras digitales de la venta. Refiere a la red de computadoras que procesan las operaciones de criptomonedas, conocidas como granjas, que funcionan a base del alto consumo de energía. Señala que Memo Akten (artista turco que reside en Londres) inició una investigación y creó una herramienta para evaluar el impacto ambiental de la billetera criptográfica (cryptoart.wtf). Akten también publicó un texto sobre el costo ecológico irracional del sistema (ver memoakten.medium.com).

Pero es la artista Everest Pipkin (everestpipkin.medium.com), de Texas, Estados Unidos, quien también retiró sus obras del circuito digital, la que aportó claridad con un extenso artículo donde denuncia: “Lo que nos queda es una red financiera que usa más energía que Argentina, sin estructura regulatoria ni supervisión federal de ningún tipo.” Y además: “el mercado de NFT no reemplazará absolutamente nada, no causará el cierre de ferias de arte físico, sino que se incluirá en los contratos existentes de ferias de arte y galerías. Esto porque el criptoarte es una combinación perfecta de cómo el mercado del arte ya funciona.” Vale decir, es una extensión del sistema en que el rico se hace más rico y el artista participa en una lotería para muy pocos.