CULTURA
Fuera De cuadro

El valor de lo exótico

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Chasseriau. Otelo y Desdémona, 1856. | cedoc

La imagen de los cónyuges es plácida: Otelo y Desdémona aún viven los fulgores de su amor recién consumado en Venecia. Esta escena de Otelo, el moro de Venecia que William Shakespeare escribió alrededor de 1603 es la que elige Théodore Chassériau para pintar uno de los amores más apasionados, entre la vida y la muerte, entre la locura y los celos, de la literatura.

Chassériau pinta este cuadro en 1850 en el que se nota su interés por la obra de El Bardo (pinta otras dieciocho escenas de la misma tragedia y otras más) y su pincelada orientalista para representar al moro que había llegado a un lugar tan prestigioso en esa Venecia poderosa.

Había nacido en 1919 en El Limón, Santo Domingo (hoy pertenece a República Dominicana) porque su padre era un aventurero francés que había llegado a ser ministro de Simón Bolívar, pero en 1921 se mudaron a París y de muy pequeño empezó a dibujar. Aprendió con Ingres y luego con Delacroix; dicen los expertos que sus obras oscilan entre las influencias de estos dos: van del clasicismo del primero al romanticismo del segundo.

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A esa combinación, le pudo agregar un tercer elemento: su viaje a Argelia. Sin embargo, sus preocupaciones estéticas por el valor de lo exótico ya estaban presentes. Pintó un poco antes de ir ahí, Ali-Ben-Hamet, Califa de Constantine, seguido por su cohorte, una monumental obra sobre el Oriente. Por lo tanto, ese viaje casi fue una comprobación de todo lo que ya sabía.