CULTURA
FOTOGRAFA DE LA TRANSGRESIÓN

La doble vida de Madalena

Amiga de Annemarie Heinrich, respetada y admirada por fotógrafas argentinas como Sara Facio, la artista brasileña –de origen húngaro– Madalena Schwartz es un caso excepcional dentro de la fotografía latinoamericana. La muestra Las metamorfosis. Travestis y transformistas en San Pablo en los años 70 reinvidica su figura a la vez que condensa la reflexión sobre las condiciones de producción y el tránsito de un período particular de Brasil, entre el autoritarismo y la liberación.

20210404_madalena_schwartz_pablotemes_g
La muestra “Las metamorfosis. Travestis y transformistas en San Pablo en los años 70” rescata la obra de la artista brasileña Madalena Schwartz, un caso excepcional dentro de la fotografía latinoamericana. | PABLO TEMES

El cruce que la obra de Madalena Schwartz produce en la cultura urbana brasileña, más precisamente en San Pablo en los años 70 con sus fotografías de travestis y transformistas, es de ida y vuelta. 

Lo primero que llama la atención, entonces, es cómo esta mujer de familia inmigrante húngara, nacida en Budapest en 1923 que se exilió primero en Buenos Aires y luego se fue con su marido a vivir a San Pablo, pudo conectar promediando sus cincuentas con el mundo de la fotografía y sobre todo, con una experiencia contracultural que se dio en la dictadura a partir de 1968. Que fue desborde (desbunde), liberación y descontento en las calles, en la noche. Una suerte de resistencia, micro política, pequeñas revoluciones de la mente y los cuerpos que impregnaron a esos años duros de gobiernos autoritarios. 

La primera respuesta está en el mapa. La ubicación de la lavandería de la familia Schwartz fue de una estratégica casualidad e hizo coincidir opuestos y contrarios como si fuesen complementarios. Porque cerca de este local en el que Madalena y su marido trabajaban estaba el Foto Cine Club “Bandeirante” y allí ella pudo estudiar. Hasta aquí tenemos el hobby, pasatiempo elegido, por esta mujer para sus ratos libres. 

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Sin embargo, la cartografía citadina sigue hablando  e indica que las diagonales de esa suerte de “triángulo de las Bermudas de la noche paulista” que fue la Plaza Franklin Roosevelt estaban pletóricas de bares, boîtes como  Medieval y Mistura Fina, Gay Club, teatros en los que la movida se fue desarrollando y Madalena estaba ahí para retratarla.

 Pero aún faltan algunas pistas, más preguntas, interrogantes y réplicas y observaciones para que esa conexión sea suficiente. 

Mientras pensamos en estos deliciosos enigmas que unen vidas y obra, contexto y producciones, están las fotos de Madalena que forman parte de la muestra Las metamorfosis. Travestis y transformistas en San Pablo en los años 70, curada por Samuel Titan Jr., coordinador del Instituto Moreira Salles en donde se encuentra el archivo de Madalena Schwartz, y Gonzalo Aguilar, investigador y ensayista, profesor de Literatura Brasileña. 

En este trabajo se nota que la exhibición es mucho más que mostrar a esta exquisita fotógrafa. Es la reflexión sobre las condiciones de producción, el tránsito de un período particular de Brasil, entre el autoritarismo y la liberación. Además, seguir la escena cultural más a allá de los límites de una mera exposición de sus resultados y provocar un derrame latinoamericano en las expresiones artísticas en Argentina, Perú, Bolivia, entre otros países como explica Aguilar: “incorporamos una selección hispanoamericana para investigar sobre cómo se fue dando la visibilización de las travestis y transformistas en el arte, más allá de su aparición en los medios y en las páginas de policiales. El estudio Luisita, por medio de Sol Miraglia, nos facilitó fotos de Vanessa y Evelyn, que fueron vedettes de los grandes teatros de revistas argentinos pero eso no impidió que fueran perseguidas y censuradas. Evelyn, después de que no le permitieran actuar en la película Mi novio el travesti, se fue a vivir a Brasil. También incorporamos fotos del Archivo de la Memoria Trans Argentina porque están haciendo un trabajo fenomenal, tienen materiales de la época que recorta la muestra (1970-1984) y apostamos a que se relacione con otros archivos (el Quiwa de Bolivia y los brasileños) Todo esto está en el Instituto Moreira Salles y trabajamos con Samuel Titan y su colección de fotos. El instituto es de gran importancia y tiene una ubicación crucial en la Avenida Paulista, la más importante de San Pablo. Pero además hay una presencia argentina en la muestra que tiene que ver con el exilio de argentinos y argentinos, provocado por la intolerancia sexual en la Argentina de la dictadura, que participaron activamente en las movidas de disidencia sexual en Río y San Pablo”

Para esto habrá que mirar de nuevo el mapa. El que hicieron para la muestra “de la vida nocturna gay y trans en la San Pablo de los setenta y está inspirado en el libro de Néstor Perlongher sobre la prostitución masculina. Patricio Bisso es el modelo de Madalena en muchas de sus fotos.  Bisso era argentino y fue muy popular en la televisión brasileña con su personaje de Dra. Olga del Volga. Luego fue expulsado de Brasil porque lo encontraron teniendo sexo en una de las plazas más importantes de San Pablo. Para ubicarlo en la escena porteña, hacía un número con globos en un show de Charly García; en los 80 trabajó en la película El beso de la Mujer araña de Héctor Babenco.” 

En las intersecciones del espacio, los lugares de circulación, está la encrucijada del tiempo. ¿Qué se pierde y qué se gana en una lectura de “rescate”, conforme a la agenda actual de feminismo y disidencia? ¿Cómo se analiza el contexto para entender algo más? 

Por un lado, Madalena fue amiga de Annemarie Heinrich y era muy respetada y admirada por fotógrafas argentinas como Sara Facio que la incluyó en una serie de postales que hizo. En Brasil es conocida dentro del ámbito artístico y fotográfico. Es curioso que en la Argentina no haya circulado tanto pero el hecho de que el Instituto Moreira Salles haya incorporado su obra a su archivo (el archivo fotográfico más importante de América Latina) da la pauta de que no es una desconocida en su momento. Tuvo una muestra por estos mismos años en el MASP con buena repercusión. En cambio en  1982,  el Brazilian American Cultural Institute, dirigido por José Neistein, le propuso hacer a Madalena una muestra sobre el rostro de Brasil (O rosto brasileiro). Todavía estaba la dictadura, y Madalena mandó fotos de un Brasil pobre, pardo y negro que estaba muy lejos de la imagen que quería dar la Embajada. El embajador mandó a suspender la muestra que sólo pudo verse en galerías privadas de los Estados Unidos.

Por el otro, para Aguilar, “en los años 70, las travestis se concentraban en las ciudades, principalmente en Río y San Pablo. Eran víctimas de la persecución y muchas se veían obligadas a ejercer la prostitución. Sin embargo, Brasil es diferente a otros países: hay travestis que se convierten en celebridades (desde Rogéria a Roberta Close), en la televisión aparecen canciones que celebran la bisexualidad, el lesbianismo o la homosexualidad (desde Ney Matogrosso a Gal Costa, desde Pepeu Gomes a Caetano Veloso) y, en un contexto de mucha represión política, las travestis y transformistas fueron una resistencia en el teatro (con Dzi Croquettes), en la música (con Claudia Wonder) y en el cine. Nos interesó ese momento de alguna manera previo al momento de la militancia y del activismo más fuerte que se da a partir de 1984, por poner una fecha. No es que antes no lo hubiera, pero había otro tipo de lógica que es la que nos interesó rescatar. Algo de lo que habla Jack Halberstam para la revisión de las genealogías  que nos permitan conectarnos con un pasado diferente, pero igualmente rebelde”. 

Al presente de Brasil es un motivo de reflexión a partir de la muestra. Algo de esa vitalidad de ese tiempo parece no distinguirse en la actualidad, “es algo que hablamos mucho con Samuel. Brasil es un país muy conservador y con una cultura señorial heredada de los tiempos de esclavitud que se ha transformado pero que no ha desaparecido. En general, esos grupos se manifestaron con la dictadura y, sobre todo, en la vida cotidiana que aún en las grandes ciudades puede ser muy opresiva. El evangelismo (el sector más fuerte, ya que hay varios tipos de evangelismo) reorganizó todas esas fuerzas dispersas en un complejo religioso-económico de muchísimo poder que se expresó en los medios y, a partir de los noventa, en la política. Al elemento señorial hay que sumarle el religioso, otro factor de mucha raigambre en Brasil. Ese poder, que sobrevivió al gobierno del PT con una política de alianzas, encontró en Bolsonaro una expresión extrema y autoritaria cuyos efectos catastróficos todavía no alcanzamos a medir.”

La incógnita sobrevuela y se instala en una foto de la propia artista: pelo corto, anteojos grandes, camisa clara, sonrisa de boca cerrada y ojos chiquitos. Mientras sostiene la cámara con una sola mano, tomándola por la parte de la lente, entre los dedos, como una extensión de su pecho, en su figuran viven las dos Madalenas: la señora de clase media, madre de dos hijos que atendía una lavandería y la fotógrafa de la transgresión. Pero la primera es la que viste a la segunda.  “¿Habrá sido porque ella misma entendió que estaba en una posición similar de minoría (mujer, judía, migrante), pese a las diferencias? ¿O quiso abrirse a la diferencia sexual a partir de la elección sexual de su hijo que es Jorge Schwartz, reconocido crítico literario? ¿Tal vez, como era muy tímida, le fascinaron las travestis y transformistas? Aunque Madalena no era muy afecta a teorizar sobre su trabajo, la fotografía como hospedaje sería el modo en el que ella daba refugio, compartía un espacio y finalmente dejaba lugar a ese tercero compartido que es la imagen fotográfica”, algunas de las hipótesis del curador. 

La casa de los Schwartz también estaba en el mismo trazado del barrio que se menciona más arriba. El piso 30 del edificio Copan era el domicilio de Madalena y donde ella sacaba las fotos, antes de que su marido volviera de trabajar. Usaba a su perrito y al gato para conformar las escenas en su living, incluso en alguno de los cuartos donde se puede adivinar una cama de niño. En ese ambiente familiar también se produjeron transformaciones notables: la de la mujer de clase media, de pelo corto y pollera y camisa convertida en la fotógrafa de la contracultura y la de muchas travestis que, por primera vez en su vida, entraron montadas al hogar de una típica familia muy “normal”.