Muchos lo recordarán como el primer historiador argentino empecinado en popularizar una ciencia que, hasta entonces, parecía reservada a especialistas. Otros, como un abogado, docente universitario y prolífico escritor que buscó reformular las lecturas tradicionales sobre el pasado que imperaban en el país. Y también estarán quienes lo resalten como el compositor de algunas de las piezas más célebres del cancionero popular latinoamericano, como Alfonsina y el mar, Es Sudamérica mi voz y Juana Azurduy.
Félix Luna había cumplido 84 años el pasado 30 de septiembre, y había recibido su última condecoración hacía apenas tres días al momento de morir. Fue en un acto en la Legislatura porteña donde la Academia de Folklore de la República Argentina le entregó un premio por su trayectoria. El, gravemente enfermo desde hacía algunos meses, no pudo concurrir al acto. Pero sí lo hizo Felicitas, su hija y colaboradora, quien no dudó en destacar el agradecimiento que su padre sentía “por todo lo que la música le había dado”, aún cuando lo suyo siempre fue escribir.
Reconocido. Había nacido en la Ciudad de Buenos Aires el 30 de septiembre de 1925, en una familia de origen riojano que ostentaba estrechos contactos con la Unión Cívica Radical. Estudió Derecho en la UBA y, una vez obtenido su título de abogado, comenzó a escribir ensayos, obras de ficción y, fundamentalmente, sobre historia. Una de sus primeras publicaciones fue Yrigoyen (1954), un libro basado en sus investigaciones y, también, en el recuerdo familiar: su tío, Pelagio Luna, había secundado al caudillo radical en la fórmula que lo consagró presidente por primera vez.