CULTURA
GUMIER MAIER EN EL BELLAS ARTES

La periferia amenaza al centro

Con curaduría de la investigadora Natalia Pineau, se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes la muestra temporaria “Desde los márgenes. Gumier Maier en los 80”, que reúne cerca de noventa pinturas, dibujos, ilustraciones, fotografías, publicaciones y documentos –piezas en muchos casos que se exhiben al público por primera vez– de los primeros años de la trayectoria de Jorge Gumier Maier (1953-2021), antes de su notable gestión en la galería del Rojas, que implicó una renovación de las artes visuales en los años 90.

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Gumier Maier en el bellas artes. | albefrto goldenstein

En diciembre de 2021, Daniel Molina escribió: “Hoy me llegó la noticia de su muerte. No ha partido un amigo: ha terminado una época. El mundo es otro. Lo siento ajeno”. El que se había muerto el viernes 10 era Jorge Gumier Maier, a los 68 años. Como un obituario, muy personal, casi una crónica de esa amistad, asimismo que una pequeña historia cultural y política del campo artístico posdemocracia, Molina no solo recuerda cómo conoció a Gumier y lo fundamental que fue para su vida sino que refuerza la idea de gran hacedor de la renovación del arte, al menos en la Ciudad de Buenos Aires en ese período con la Galería del Rojas.

La inauguración fue en 1989 en el Centro Cultural Rojas, organismo de extensión cultural de la Universidad de Buenos Aires en el que se desarrollan variadas actividades, desde cursos de distintas disciplinas artísticas, ciclos de cine, fotografía, jornadas, obras de teatro. “El por entonces director del Centro había decidido destinar un espacio a exposiciones. Fui llamado para hacerme cargo del mismo con absoluta libertad y presupuesto inexistente. Convocar a un artista para que oficie de curador no es lo habitual, pero no hubo ocasión para la perplejidad. Existía un conjunto de artistas muy jóvenes que venían exponiendo mayormente en sitios como bares y discotecas y que no podían aspirar a lugares de exhibición más confortables”, según palabras del propio Gumier. Ese “pasillo ancho que conducía a los baños de ambos sexos y también a la amplia entrada de una sala teatral”, una suerte de no lugar o lugar de paso y de tránsito, se transformó, en gran parte gracias a él, en el sitio específico en el que el arte que siguió y cambió lo que se venía haciendo sucedió. Y se quedó para la memoria, para los pocos archivos, las conversaciones, los participantes, los investigadores; en fin, para la historia del arte argentino. 

También fue una temporada. Porque el Rojas, como se lo conoce, hizo comenzar los años 90 en la Argentina y fue la reversión de la famosa cita, a cada tiempo su arte y a cada arte su libertad. Con la muerte de Gumier, si seguimos la proposición de Molina, se terminó una época. La pregunta será, entonces, cuándo empezó justamente. Porque esas constelaciones que se dieron en el grupo artístico, las amistades que se fueron estrechando, el aprendizaje de un habitus, a la manera que lo piensa Pierre Bourdieu, mediante el cuerpo y la familiarización de la práctica puso en movimiento a esa década, pero se le empezó a dar cuerda un poco antes. 

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La muestra temporaria Desde los márgenes. Gumier Maier en los 80, que reúne cerca de 90 pinturas, dibujos, ilustraciones, fotografías, publicaciones y documentos de los primeros años de la trayectoria de Jorge Gumier Maier (1953-2021), con curaduría de la investigadora Natalia Pineau, articula, a mi entender, dos vectores: la hipótesis sobre el tiempo y la relación con los espacios simbólicos en los márgenes del campo del arte y la cultura. 

Para la primera aproximación, el rastreo sobre quién fue Gumier Maier antes de ser el del Rojas. No es que no se supiera, pero fue Brunilda Bayer, “la hija no reconocida de Osvaldo”, para montar un juego político, humorístico, disidente y desopilante. Fue el pintor, y “las obras exhibidas incluyen pinturas, collages y dibujos que el artista realizó entre 1978 y 1982, bajo la influencia de movimientos de vanguardia como el surrealismo y de artistas como Jean Dubuffet, Libero Badii y René Magritte. También puede verse una serie de trabajos protagonizados por sujetos masculinos, creados a fines de la década de 1980, que recupera aspectos de la pintura metafísica de Giorgio de Chirico o Lino Enea Spilimbergo: horizontes lejanos, perspectivas exacerbadas y rebatidas”. Perfomer, activista dentro del movimiento homosexual (GAG), escenógrafo, ensayista, crítico de arte, polemista, diseñador forman la miríada, la legión y la multitud que le permitió una desclasificación constante. Aquello que la curadora explica: “La producción artística de Gumier Maier se inició en dictadura, dentro de los acotados espacios de expresión habilitados por el gobierno militar. A partir de 1983, con la apertura democrática, su creatividad se expandió hacia múltiples prácticas disciplinares y diversas actividades contraculturales”.

El cuidado de la elección de la palabra “márgenes” para dar cuenta del recorrido de este artista que participó en el floreciente circuito alternativo porteño de los años 80 con todas sus implicancias no pasa desapercibido. Por un lado, será la marca de la precuela del derrotero de Gumier. Será el inicio de los años 90, en los últimos de los anteriores, cuando el despertar de la democracia se arrastró un poco más allá del 83 y hubo que esperar a los acontecimientos posteriores para entrar en la posmodernidad, tal y como lo define Beatriz Sarlo. 

Por el otro, con fotografías, afiches y publicaciones que documentan su participación en el underground porteño, así como algunas de sus críticas de arte y otros escritos en revistas emblemáticas de la época, como Expreso Imaginario, Cerdos & Peces, El Porteño o Sodoma, editada por el GAG (Grupo de Acción Gay), refuerza la idea de gran productividad de esa zona, la forma en la que se publicaba, las discusiones que se dieron. Esta capacidad programática que, en el caso del Rojas, se advierte como la construcción de un objeto y lograr un significante Rojas, anterior a las investigaciones o gracias al cual se pudo dar cuenta de su tarea y la de los que lo conformaron, está presente en la muestra en los antecedentes. Devolverle un archivo a una etapa que no se preocupó mucho por sentar precedentes y lanzarse al futuro.

En este sentido, no solo exhibe sus textos firmados con seudónimo en el órgano de difusión del grupo, la revista Sodoma (con dibujos de Marcelo Pombo), los textos sobre minorías, homosexualidad y derechos humanos en El Porteño, sino también recuerda la discrepancia con la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) de entonces por creerla ñoña y asimilacionista, y repudiar la estrategia de visibilidad. 

En palabras de Alejandro Modarelli, “Gumier se armó en base a una estética de sí. Todo él era arte y las formas organizativas del activismo político gay debieron de parecerle un corsé tan nefasto como la figura del matrimonio. Entre el genio artístico y las urgencias de los homosexuales por legalizarse y dejar atrás, por tanto, la persecución de los edictos policiales había una grieta insalvable. Y para avanzar en lo social y lo jurídico, la vanguardia gumiermaierista no era una buena estrategia”. De hecho, el propio Gumier, va a decir Pineau, admitió que “Jáuregui y la CHA hicieron bien”. 

Asimismo, Modarelli recuerda, entrevistado por Daniel Gigena en una nota sobre la muerte de Gumier, que le había propuesto visitarlo en su casa del Tigre para hablar de todo. La respuesta fue definitiva: “Me retiré de todo justamente para diluirme y soltar mi pasado y vos me proponés una suerte de Volver a vivir con Paloma Efron. Hace años que no aparezco como ser parlante, te juro que no sé qué opinar sobre casi nada a esta altura y he venido declinando todas las propuestas habidas con excepción de los chicos que me consultan para sus tesis”. Después de esa generosidad, la coda final fue una mezcla de telenovela sangrienta con toques shakespeareanos. Esa soledad, malos hábitos, las redes sociales fueron los detonantes de denuncias, motosierras imaginarias, toda clase de vituperios, ofensas, execración. Salía al toro y se cargaba a sus amigos por no compartir las ideas políticas. Enfurecido con el signo (político y cultural) de esa fase hizo de FB su campo de batalla, muy al final de su vida. 

“En la Argentina no entiendo por qué la gente sufre tanto por ser periferia porque en realidad ser periferia es mucho más peligroso y amenazante que ser centro. La periferia amenaza al centro. La periferia no es lugar donde se disuelve la luz del centro, es el límite”, se puede leer en una entrevista a Pablo Suárez de José Ribas en la revista Ajoblanco de 1994 (citada por Adriana Armando y Guillermo Fantoni en Pablo Suárez, Eldorado y otras historias, ed. Iván Rosado). 

En esta definición cabe la idea de margen y si el título lo acepta, la pregunta sobre la relación con el centro. ¿Será el museo de Bellas Artes ese lugar? Pineau prefiere pensar la vanguardia menos con Peter Burger y su definición aporística, limitada, incluso, de fracaso, que con Hal Foster y Andreas Huyssen. Un modelo de la recurrencia histórica de la vanguardia, en el que cada ciclo mejoraría las falencias inevitables de los anteriores, para el primero, y la potencia que puedan tener estas obras en las instituciones, en el caso del segundo. Una entrada lateral, pedagógica e inclusiva al museo será. Un tránsito a la otra sala, a modo de derrame que es, ni más ni menos, la del arte argentino en los años 90. Gumier lo hizo, también.

 

Ficha de la muestra

Jorge Gumier Maier

Desde los márgenes. 

Gumier Maier en los 80 

Curaduría: Natalia Pineau.

Museo Nacional de Bellas Artes.

Martes a viernes, de 11 a 20, y los sábados y domingos, de 10 a 20. 

Entrada libre y gratuita.