En el Ao po’i está la clave. La palabra guaraní que significa tejido fino conlleva en su realización la sutura de los mundos que se combinan en la muestra de Mónica Millán. Con el algodón característico de la zona de Yataity, localidad ubicada en el Departamento de Guairá, región central del Paraguay, los lienzos que originalmente no tenía bordados fueron deshilados, para vaciar de hilos (y sentidos), las telas que se transformaron en encajes y festones, en paisajes y láminas, con punto cruz, entre otros. Como describe esta técnica de modo tan precioso Lía Colombino: “El inicio es un cruce, un hilo horizontal y otro vertical, trama y urdimbre. Ese cruce posee, siempre, un ritmo, y pequeños descalces que podrían entenderse como peripecias del tejido. Tejido y tejer son palabras entrelazadas con otras como textura y texto. Y no es algo extraño. En cada tejido se escribe un texto. Las manos enlazan, cosen, asumen trama y urdimbre, escriben hilo a hilo historias diferentes, pero también, quizá, las mismas siempre. Allí, el hilo se vuelve tinta que escribe en el lenguaje de la fibra.”
El hallazgo de lo fortuito es el que inicia la trama; en el viaje de Millán a tierra paraguaya, que es una travesía en el tiempo y las posibilidades de la creación colectiva. Con las mujeres que hacen de esta artesanía un modo de vida, una experiencia de devuelve el significado originario de la palabra economía, formado de oîkos, “casa”, y nomós, “reglas”. Tal como lo evidencian los carteles que lo promocionan realizados por Alfredo Darío González que están en el centro de la sala, formando un coro de voces que enlaza las manos delicadas de las mujeres y su subsistencia con la creación contemporánea.
En ese cruce entre la que dejó las marcas para que otra continúe su trabajo, en esa intersección imaginaria de labores femeninas, esta artista misionera va a articular varios sistemas de creación y dará como resultado unas obras potentes, bellas y con una multiplicidad de sentidos que las ubican en los senderos más complejos. Porque en esas telas, a las que Millán desvió de su curso utilitario y le dio otra forma, está el arte. Es “la subida en suspensión de la urdimbre hacía el tejido” que tramaba el entrerriano solitario que fue Juan L. Ortiz. Si bien los versos del poeta no están en esta oportunidad como sí fueron mentados en una exhibición de Millán en 2013 con el sonoro “¿no oíste/ que los pájaros cantaban, cantaban por el corazón de la lluvia?”, lo que resuena es Un pájaro llamado Ao po’i, un documental extraordinario sobre esta tierra y las labores. Se escuchan las palabras entreveradas en guaraní y español de las bordadoras, las historias de familia, la tierra roja, la mesa comer y la de trabajo que es la misma. El murmullo que va y viene con el viento. Los animales, las casas, sonrisas, todas las manos que hilan y bordan, cosen y tocan las plantas, las telas, otras manos. Lo que se entrelaza es la fibra natural en las de Mónica Millán, Elena Dávalos, Fátima y Rocío Núñez, Mariela Portillo, Virginia Martínez, Miguelina Leiva, Daniela Cardozo, Clara Roa, Eusebia, Catalina, Porfiria y Victoria Garcete; Andrea Escobar, Norma Subeldía, Jessica y Vanesa Careaga, Petrona Martínez, Griselda Casco, Raquel Meaurio, Digna López, Carmen Martínez, Nilsa Cristaldo, Toribia Goiris, Nancy Samudio y Leonora Borja. Por ellas pasan las horas, la atención de los siglos, la llegada de los naturalistas, las necesidades básicas. Sus nombres, entonces, son parte de acervo cultural, de la historia de arte.
Barroco Ao po’i
Curaduría Carla Barbero
Hasta el 26 de enero 2024
W-Galería
Defensa 1369
Buenos Aires
