CULTURA
Las diez preguntas

Lojo: de jardines cultivados

Saramago, Javier Marías, Belgrano Rawson, Gorodischer, David Lodge o Antonia Byatt, y el final de “Cándido” de Voltaire. Estos son algunos favoritos de la narradora, poeta, ensayista, crítica e investigadora académica, autora de “ Finisterre” y “ Una mujer de fin de siglo ”. A continuación, sus confesiones sobre el oficio de escribir.

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"No creo que un escritor ascienda en la jerarqua ontolgica por el hecho de recibir el premio Nobel". | Cedoc

Hija de un exiliado republicano de la Guerra Civil Española, María Rosa Lojo nació en Buenos Aires en 1954. Doctora en Letras, investigadora, docente y colaboradora en el diario La Nación, publicó las obras de narrativa Marginales, La pasión de los nómades, Una mujer de fin de siglo (reeditado este año), Historias ocultas en la Recoleta, Amores insólitos, Las libres del Sur y Finisterre ; los poemarios Visiones y Esperan la mañana verde , y los ensayos Cuentistas argentinos de fin de siglo y Sabato: en busca del original perdido , entre otros.

Obtuvo el Primer Premio de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires, Premio del Fondo Nacional de las Artes en cuento y en novela, el del Instituto Literario y Cultural Hispánico de California y el Konex a las Letras, también entre otros. Estas son sus confesiones sobre sus lecturas y el oficio de escribir.

—¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?
—Un cuento infantil, cuyo autor era Héctor Oesterheld. Se llamaba Nubecita, el chanchito distraído y, tras su título cómico e ingenuo, se escondía la historia de un gran contemplador, capaz de abandonar cualquier tarea lucrativa por mirar el juego de las nubes. Era un librito de pocas páginas, que desde luego se extravió, pero que compré en cuanto tuve hijos para leérselo a mi vez. Luego recuerdo las novelas de una maravillosa escritora española, Elena Fortún, que escribió su obra en el exilio de la post Guerra Civil, y también Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn .

—¿Cuál es su autor favorito vivo?
—No tengo un solo “autor favorito”. Sería caer en el error, ya denunciado por Borges, de confundir a un escritor con la literatura. Pero hay muchos que me interesan y cuyas obras frecuento por razones también diferentes, desde Saramago hasta Javier Marías, de Belgrano Rawson a Gorodischer, de David Lodge a Antonia Byatt.

—¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
—Si pudiera, creo que un manual para aprender a sobrevivir en ella hasta que alguien me rescatara.

—¿Cuál es el último libro que leyó o que está leyendo en este momento?
—Los Cuentos completos de Juan José Manauta.

—¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?
—¿Por falta de tiempo, o porque el libro se me cayó de las manos? Si se trata de lo primero, una novela de la excelente escritora rosarina María Angélica Scotti ( Las orillas del fuego ). La retomaré no bien pueda.

—¿Qué libro quisiera releer pronto?
—Me gustaría releer a Jane Austen. El verano pasado releí Los hermanos Karamazov, después de muchos años sin frecuentar a Dostoievski.

—¿Cuándo escribe?
—Siempre que puedo.

—¿Quién debería ser el próximo Nobel?
—No me interesa demasiado, y no creo que un escritor ascienda en la jerarquía ontológica por el hecho de recibir ese premio. Otorgarlo suele ser más un asunto de “corrección política” o del turno que le toca a un país en el reparto universal, que de verdaderos valores literarios. No se lo dieron a Borges, pero sí, en cambio, a Darío Fo.

—¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?
—Ninguno en particular. Escribir –ficción o ensayo– es para mí la vida cotidiana y el trabajo que me apasiona. No necesito conjuros, precauciones, invocaciones o rituales propiciatorios. Aunque, pensándolo bien, tal vez haya uno. El mate junto a la computadora, cuando la cosa va para largo y el “cara a cara” con la pantalla amenaza con transformarse en un combate.

—¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?
—Recuerdo mucho más los finales que los comienzos. Y hay, en particular, un final que remite a un comienzo y pertenece a uno de mis libros de cabecera en la vida: el Cándido , de Voltaire: “Todos los hechos están encadenados en el mejor de los mundos posibles: pues, en resumidas cuentas, si no hubiéseis sido expulsados de un hermoso castillo a patadas en el trasero por amor de la señorita Cunegunda, si no os hubiese juzgado la Inquisición, si no hubieses recorrido la América a pie, si no hubieses atravesado con la espada al barón, si no hubiéseis perdido todos vuestros carneros del buen país de Eldorado, no comeríais aquí confituras y pistachos.
—Todo eso está muy bien –respondió Cándido–, pero ahora tenemos que ir a cultivar nuestro jardín”.