Fue un estreno soñado. Los músicos vibraron con un público entregado, y las 2000 personas que pasaron por cada una de las ocho funciones salieron con la misma sensación: haber vivido un viaje único al universo de Pink Floyd. Quienes compraron su entrada para escuchar The Dark Side of the Moon o Wish You Were Here —dos discos icónicos que ya superaron el medio siglo de vida— encontraron mucho más que un simple show: se toparon con una experiencia inmersiva que sorprendió a todos.

Con una producción al mejor estilo Las Vegas, cada detalle fue pensado para justificar la apuesta. Apenas se cruza la entrada, una luna gigante invita a la foto obligada. Actores caracterizados como las tapas de distintos discos de la banda británica caminan entre la gente y provocan asombro. Luego, la bienvenida oficial: portadas de los dos álbumes que se alternan en escena. Una voz en off marca el inicio y propone un desafío íntimo: recordar el momento exacto en que cada uno escuchó por primera vez un tema de Pink Floyd. Entonces, con emoción y ojos húmedos, arrancan los primeros acordes de once músicos en vivo que durante más de una hora repasan parte de la historia grande del rock.

El show se desarrolla en un escenario circular rodeado por 250 butacas-puff, mientras en el domo se proyectan imágenes en 360° que convierten la experiencia fulldome en un espectáculo fuera de lo común. “Un show espectacular… Pink Floyd es muy groso y poder vivirlo así con un 360 que te mete adentro de la música es algo extraordinario. Todos tienen que venir a disfrutarlo”, confesó Jorge Macri, jefe de Gobierno porteño, que asistió junto a su esposa María Belén Ludueña y se declaró fanático de la banda.

Cada función dura más de una hora, y al salir la propuesta se extiende: en un domo contiguo los asistentes pueden recorrer el merchandising oficial, degustar tragos y cocina gourmet, o detenerse frente a dos discos firmados por Roger Waters, exhibidos como auténticas reliquias. “Cumplí un sueño. Después de diez años, volver a realizar este espectáculo es maravilloso”, contó emocionado Gastón Álvarez, uno de los productores que ya había montado una versión en el Planetario Galileo Galilei en 2014, que terminó con 26 funciones sold out.

Entre famosos, músicos y fanáticos, Shine On se convirtió rápidamente en una cita imperdible. Tras las primeras funciones del 16 y 23 de agosto, la alta demanda promete extender el calendario varias semanas más. “En un contexto complicado para el país y para la industria, hicimos una apuesta osada. Ver la alegría del público al salir de cada función nos llena de satisfacción”, reconoció Daniel Larrategui, productor junto a Sergio Oviedo.

Y todavía hay más: los fanáticos más fieles pueden optar por el Ticket Dorado, que incluye acceso a las dos funciones, la prueba de sonido y hasta una merienda íntima con los integrantes de Pulse, la reconocida banda tributo que desde hace 25 años homenajea a Pink Floyd con precisión quirúrgica. Las entradas se consiguen a través de Passline.
TC/ML