Nunca hago prefacios o escribo solapas de libros, ni siquiera para mis amigos. Sin embargo, no pude negarme al pedido de escribir la solapa de una antología escrita por libreros. Explico la razón.
Borges dijo que para él la idea de paraíso era una biblioteca. Mi idea de paraíso es una librería. La razón es muy simple. Cuando era joven, 10, 11 años, ya me gustaba leer y felizmente leía con gran rapidez. Descubrí que podía estar en una librería, tomar el ejemplar de un libro que me interesara y tomarlo con mucho cuidado mientras lo leía. Los libreros no se molestaban. Después de algún tiempo de lectura, a veces media hora, memorizaba la página en la que me había quedado y me iba para otra librería donde tomaba el mismo libro y continuaba la lectura. De esa manera, al final del día, como leía con gran rapidez, había terminado, o casi terminado, el libro que estaba leyendo. Y nunca, jamás, ningún librero me molestó de ninguna manera, preguntándome si quería comprar el libro o dirigiéndose a mí de cualquier otra manera.
Creo que ellos, con inteligencia y sensibilidad, percibían que yo era un lector fanático, sin dinero para comprar el libro y por eso me daban toda la libertad para leer. A decir verdad, hasta fingían que no notaban mi presencia.
También frecuentaba la Biblioteca Nacional, que estaba cerca de mi casa en el centro de la ciudad, pero en la Biblioteca yo no disfrutaba del espectáculo de ver los libros alineados en los estantes, ni tenía acceso a los últimos lanzamientos, que tardaban en ser catalogados por la Biblioteca Nacional, volviéndolos, de esa manera, inaccesibles a los lectores. Cuando yo pedía un tomo, demoraba en llegar a mi mesa y muchas veces no estaba disponible, por varios motivos.
Borges, además de ser bibliotecario, se quedó ciego, y esa biblioteca Paraíso suya debía existir apenas en su imaginación; en cuanto a mi librería, mi edén, existía en la realidad, exhibiendo una cantidad interminable de estantes con lomos coloridos, libros que yo podía apañar y leer cuando quisiera. Hasta hoy, una librería es, para mí, un lugar encantado donde entro emocionado y siento por las librerías y los libreros un gran afecto.
Acepté con placer, y muy honrado, la invitación para escribir el prefacio de esta antología de cuentos, todos muy buenos, escritos por libreras y libreros, por quienes siento, sin importar la librería donde ejerzan esa sagrada misión, un cariño muy especial.
Traducción: Rafael Toriz