CULTURA
Entrevista con Carlos Monsilvas

"Soy un escritor pre-blog"

El prolífico e influyente intelectual mexicano pasó por Buenos Aires para brindar una serie de conferencias en la Feria del Libro y en el MALBA. Refractario a las entrevistas, aquí conversa sobre tecnología y literatura, y confiesa sus vinculaciones con diversas expresiones políticas de su país: desde el Subcomandante Marcos hasta el incipiente movimiento ecologista. “ En México, todos los pronósticos indican un agotamiento de los mantos freáticos para 2015. Y esa tranquilidad de la población ante el apocalipsis, ante el desastre, me llama la atención”, desafía.

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Con lucidez, rastrea, descifra y pulveriza los infortunios de los polticos. | Adrin Stehlik

Enmascarado con un par de anteojos de marcos gruesos, mantiene su torso enhiesto, y afila su astucia para la estocada. Detrás de ese gesto de insolente firmeza habita un hombre que aborrece las entrevistas. Con imperial displicencia accede a charlar con PERFIL en el lobby sobriamente ornado del hotel donde se aloja. Carlos Monsiváis es el escritor más prolífico e influyente del México actual. En su campo de acción –imposible de categorizar– ha incursionado con idéntica potencia con ensayos, crónicas y fábulas.

Testigo lúcido de las manifestaciones culturales mexicanas por más de medio siglo, resulta sorprendente que los casi setenta años de vida no le impidan avanzar con una retahíla de profusas reflexiones que prodiga con acierto en cada una de sus intervenciones: “ Lo que me motiva a escribir es la idea de vencer la primera versión, la que siempre me parece triste. Las siguientes, aunque no me persuaden, se acercan a lo que quería decir, y ya cuando decido entregar, no es que se acerque a lo quería decir, sino que ya se me olvidó lo que quería decir, entonces me enfrento a un texto que por lo menos no me disgusta”.

—Ese obsesivo ejercicio de relectura y corrección que mantiene con sus escritos se contrapone a la lógica de los blogs, una tendencia muy difundida entre escritores, donde se exacerba la inmediatez. ¿Qué le parecen?
—Inevitables. Y eso resume todo lo negativo y positivo, porque lo inevitable carece de signo valorativo.

—¿Inevitables por la transformación tecnológica?
—Sí. Mire, la Biblia dice: “Horrenda cosa es caer en manos de un dios vivo”. Ahora diría: “Horrenda cosa es ser un analfabeto tecnológico”. Pero yo en lo del blog me resisto, porque me volvería grafómano, y no avalo esa necesidad compulsiva de escribir para la Red en una suerte de esclavitud tecnológica. Cuando veo a los que tienen blog, me doy cuenta de que están pensando obsesivamente en el blog, y que no están hablando conmigo sino que están chateando conmigo. Y esa sustitución me alarma. Pero como es inevitable, no sé en qué momento caeré, aunque por lo pronto soy pre-blog.

—¿Y con quién dialoga usted cuando escribe?
—Mentiría si dijera que imagino un público. En principio, escribo para el lector más exigente de mis escritos que soy yo. Una vez que mediaticé mi disgusto, imagino a amigos que me leerían con su mirada crítica aunque atenuada por la amistad, entonces me dirían: “Me gustó, salvo…”, y ese salvo incluiría tantas críticas que yo quedaría demolido, pero amistosamente (risas).

—¿Qué se debe como escritor?
—Escribir una página que me pareciese perfecta. Y luego recapacitar y advertir que puesto que estaba muerto, ya no la podría redactar. También me debo más lecturas que escrituras.

Por lo pronto, Monsiváis se encuentra abocado a la ejecución de los textos que acompañarán los grabados que su amigo y artista, Francisco Toledo, realizó sobre Pinocho, el personaje de Carlo Collodi popularizado por los Estudios Disney. De la misma forma que lo hizo para complementar las imágenes de Nuevo catecismo para indios remisos .

—¿Por qué en “Nuevo catecismo...” fue al encuentro de la religión desde un lugar sin compromisos como la fábula, en vez de hacerlo desde el ensayo?
—Porque me divirtió la idea de lo que habría sido el mundo virreinal en torno de sus fábulas. Nadie puede igualar la fabulación de los clérigos, lo que ahora se llaman supersticiones. Por eso quise buscar un acercamiento al delirio y a la idea de que ese delirio forjaba la fe.

—¿No ve usted una contradicción entre la exaltación del culto católico y la reivindicación de los pueblos originarios que se hace en México?
—No creo. Con el catolicismo hay una fe más que explicable. Sobre todo con la Virgen de Guadalupe, que ha sido un elemento de consolación indispensable para millones. Otra cosa es el papel de la jerarquía eclesiástica, quienes ya no disponen de la autoridad última.

—Usted ha analizado infinidad de manifestaciones de la cultura popular mexicana, desde Juan Gabriel hasta Gloria Trevi ¿Qué le interesa de eso?
—Ver al público, ya que artísticamente no me interesan. Pero ahora este público desbordado de la TV me deja afuera, porque no tengo capacidad ni de describirlo ni de interpretarlo. Ejemplo de ello es lo que ocurre con Betty la fea, una telenovela que se ha pasado en 73 países y ha tenido 14 versiones especiales para cada país. Eso ya me excede, y por eso entonces la política me parece más importante para estudiar, no sólo por sus consecuencias sino porque la gente ahí se individualiza lo suficiente como para tener respuestas emocionales tan diversas que permiten un condición narrativa más amplia.

—Por cierto, el año pasado se involucró por completo en la campaña de López Obrador. ¿Cómo fue ese revés?
—Cuando vino la derrota decidí no quedarme con la condición de derrotado por un sistema que había invertido cantidades gigantescas en campañas de odio, y he seguido esa ruta de la resistencia. Ahora también estoy siguiendo los movimientos ecológicos mexicanos. En México todos los pronósticos indican un agotamiento de los mantos freáticos para 2015. Y esa tranquilidad del grueso de la población ante el apocalipsis, esa suerte de serenidad ante el desastre, me llama la atención. La disputa del agua con los Estados Unidos es muy fuerte y, pese a ello, no se expresa colectivamente.

—Sin embargo hubo experiencias políticas de gran envergadura, como la del Subcomandante Marcos, la cual usted apoyó…
—Marcos fue importantísimo porque situó nacionalmente el drama de los sectores indígenas y del racismo. En ese sentido, ha tenido pronunciamientos muy lúcidos. Sin embargo, en los últimos tiempos ha enfocado sus baterías contra la izquierda que está luchando con armas electorales, como López Obrador, lo que me parece erróneo; además de expresiones a favor de ETA... Veo en Marcos a alguien confundido por el primer éxito, y que después ha emprendido una ruta de condenación universal que no creo que lo lleve lejos.

Portador de una prosa lacerante, Monsiváis hace (ab)uso de su mejor ejercicio: rastrear, descifrar y pulverizar con lucidez las desafortunadas manifestaciones políticas. Con maliciosa ironía, y hasta ridiculizando el discurso, como lo hizo durante años en su emblemática columna en el diario La Jornada. Prolijo jíbaro militante. “ Cuando un dirigente obrero dice: ‘Somos más marxistas que el Papa’, eso me maravilla porque siento que nada es tan eficaz como denuncia que lo que ellos mismos dicen al exhibir su nivel cultural y sintáctico.”

—Y por eso, con Vicente Fox usted se hacía un festín…
—Con Fox ha sido un banquete interminable en materia de disparates. Recuerdo cuando fue al Segundo Congreso de la Lengua en España y en su discurso habló de “José Luis Borgues”. La prensa mexicana se le fue encima. Y luego salió en su programa de radio diciendo: “Me critican porque dije José Luis Borgues pero, bueno, cualquiera puede cometer un lapsus bilingüe”. Y eso simplemente me iluminó, porque es un hallazgo notable. Ir tras las declaraciones de Fox no era sólo mi deporte, era un deporte nacional.

Así, ágil e ingenioso, Monsiváis aguarda el momento preciso para pillar a su presa. Su singular erudición no discrimina temas en la vida política, cultural y social del continente, por lo que resulta imposible precisar de dónde saldrá su próxima víctima.

—¿No tiene temores?
—Antes le temía al ridículo, ya no. Ahora les temo a la idea de escribir un texto y al releerlo decir: esto ya lo escribí, y entonces darme cuenta no de que me estoy plagiando a mí mismo, sino que ya me cloné. A eso le tengo mucho miedo.

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