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Felisa Pinto, la conocida periodista de larga y distinguida trayectoria, aprovechó el período de reclusión durante la pandemia para escribir un libro biográfico que tituló Chic. Memorias eclécticas. El libro se compone de dos secciones: “Vida propia”, en la que resume, o más bien detalla, los recuerdos de su infancia y adolescencia en Córdoba, donde nació, y los avatares de su desempeño en el periodismo y en otros campos, y “Vidas ajenas”, dedicados a los personajes que admira.

El contenido asombra por la minuciosidad con que describe su niñez en Totoral, su paso por la escuela, sus vacaciones, las comidas típicas de su provincia y las personas que influyeron en su formación.  Recordemos que la provincia de Córdoba en distintas épocas fue un imán para intelectuales y artistas como Rafael Alberti, María Teresa León, Manuel de Falla, Atahualpa Yupanqui y Manuel Mujica Láinez. En su pueblo Felisa se convirtió en una experta en música clásica a través de su padre, que era un eximio pianista, y también en otras áreas a través de sus lecturas y de la gente interesante con quien socializaba en visitas a otras casas o como anfitriona en la suya. En 1937 se trasladó con su familia a Buenos Aires, y se instalaron en un departamento en la calle Paraguay casi Montevideo. Allí terminó el secundario en el Colegio Mallinckrodt y aprendió inglés y francés. La variedad que ofrecía la cartelera porteña le dio oportunidad de asistir a funciones en el Teatro Colón, a cabarets tangueros o a reductos de jazz, donde pudo apreciar a algunos de los tantos artistas locales y extranjeros que se presentaban en los distintos escenarios y, además, donde conoció al trompetista Rubén Barbieri, que fue su marido.

Las revistas ilustradas que recibía su madre despertaron su interés por el periodismo, y Felisa tenía para introducirse en los medios las tres C: capacidad, cultura y contactos

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Las revistas ilustadas que recibía su madre posiblemente despertaron su interés por el periodismo, y Felisa tenía para introducirse en los medios las tres C necesarias: capacidad, cultura y contactos. En 1963, ingresó en Primera Plana, la revista de actualidad que fundó Jacobo Timerman, para cubrir la sección llamada “Extravagario” que abarcaba la vida mundana. Si en los desfiles de moda, espectáculos y vernissages, los cronistas que los cubrían debían ser “el perejil de todas las salsas”, Felisa era “el caviar de todos los canapés”. En sus notas describía minuciosamente y con conocimientos y humor la indumentaria que lucían los asistentes a esos eventos y detectaba y transmitía los detalles que para otros pasaban inadvertidos. En ese momento la centralidad de todo lo novedoso estaba en la “manzana loca”, una zona con epicentro en Florida y Paraguay.

La carrera de Felisa Pinto continuó en la revista Confirmado y en otras publicaciones locales y extranjeras. En uno de sus viajes a Europa consiguió hacerle un reportaje a artistas inaccesibles como Pablo Picasso. Sus impresiones de una función del show Tango Argentino en París o de un recital de Marlene Dietrich en Segovia son algunos de los espectáculos que transmite en sus memorias.

En la segunda parte del libro escribe notas breves sobre personajes como Silvina Ocampo, Eugenia Errázuriz, y anécdotas con algunos de los que iniciaron sus carreras en el Instituto Di Tella, como Marilú Marini, Dalila Puzzovio y Charlie Squirru y con diseñadores como Juan Gatti y Pablo Ramírez. 

En resumen, las memorias eclécticas de Felisa Pinto interesarán a sus contemporáneos que compartirán algunos de sus recuerdos.