En el Suplemento Cultura de Diario PERFIL ofrecemos cada semana "Narcolepsia - Coordenadas para una aproximación a la poesía", y el elegido en esta ocasión es "Trilce: XXIV", del peruano César Vallejo:
Al borde de un sepulcro florecido
transcurren dos marías llorando,
llorando a mares.
El ñandú desplumado del recuerdo
alarga su postrera pluma,
y con ella la mano negativa de Pedro
graba en un domingo de ramos
resonancias de exequias y piedras.
Del borde de un sepulcro removido
se alejan dos marías cantando.
Lunes.
César Vallejo nació en Santiago de Chuco, en un ámbito de pobreza extrema. Fue el onceavo hijo de una familia sin recursos, lo que determinó que el poeta buscara trabajo tempranamente en el Asiento Minero de Quiruvilca y que frecuentara a los peones de una hacienda azucarera. Sus idas y vueltas a diversas carreras universitarias (muchas veces abandonadas por problemas financieros), fueron sin embargo abriéndole camino a su labor como profesor escolar y bibliotecario.
Por esa época Vallejo escribió su primer libro, Los heraldos negros (1919), un trabajo que si bien conjuga el gusto modernista (Darío, Herrera y Reissig), se desprende de lo pomposo y de lo trivial, en pos de una expresión más austera, auténtica, que se atreve a los regionalismos. Esta primera etapa de Vallejo, para muchos críticos, nada tiene que ver con la irrupción de un libro tan hermético, discordante y demoledor para la época y la historia de la poesía en lengua española como lo fue Trilce, aparecido en 1922. La explicación, de ninguna manera, puede sólo determinarse por la estructura del sentir de una época, el aire de vanguardias dadaístas y surrealistas que llegaban a Latinoamérica por medio de revistas españolas.
Desde 1918 hasta 1922, de forma sistemática la vida golpea a Vallejo: la muerte de una de sus amadas, en 1918, seguida de la de su amigo Manuel Gonzáles Prada así como la de su querida madre, personaje que aparece a lo largo de todo Trilce (“He almorzado solo ahora, y no he tenido / madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua”). En agosto de 1920, como consecuencia de disturbios de tipo político en Santiago de Chuco, Vallejo es acusado injustamente de participar en el incendio y saqueo del almacén principal del pueblo, por lo que permanece preso por un lapso de ciento doce días. Lleno de orfandad y desamparo, en Trilce se ejecutan retóricamente invenciones sintácticas y rítmicas, se deforman palabras, se ejecutan modificaciones ortográficas, se combinan endecasílabos con tetrasílabos y hexasílabo, se sueltan las amarras dando lugar a pausas versales disruptivas. Trilce, en definitiva, introduce la sintaxis desgarrada que permite a Vallejo ir más allá de las limitaciones de las convenciones lingüísticas heredadas para dirigirse hacia un lenguaje fiel a su experiencia.