Toda ciudad tiene sus historias, pero no toda ciudad tiene quien las cuente y las empuje del olvido hacia este lado. En “Historias de Villa Gesell” se describe al lugar como un sitio especial para que ocurra lo imposible: submarinos nazis bordeando las playas, el almirante Guillermo Brown de acampe costero, un joven Che Guevara vislumbrando el mar sobre la moto con la que recorrerá América latina, una Tita Merello retirada de los escenarios en arrebato espiritual, Arturo Frondizi con boina y ojotas arribando a pie desde Ostende y Luis Alberto Spinetta como figura de una película sobre la Calle 3. Y no sólo de figuras y fenómenos importados de otros lares versa el anecdotario, sino de algunos bien arenosos, como el Faro Querandí, los panqueques de Carlitos y el andar del geselino Willy Crook entre vecinos que poco lo junan.
“Gesell tiene una cantidad de historias que me sorprende, debido a que es una ciudad relativamente joven. Al leer el índice del libro te das cuenta. Creo que tiene que ver con la informalidad que tuvo desde sus orígenes, que fue la que la hizo destacarse de otras ciudades balnearias, y también con mucha presencia “golondrina”. Toda la gente que pasa por ahí, va dejando su sedimento. Muchas de las historias del libro son casuales, pero tantas casualidades llaman la atención”, observa Juan Ignacio Provéndola. El autor del libro nació y se crió en Villa Gesell antes de mudarse a Buenos Aires, etapa en la que se siguió vinculando a su ciudad de origen por distintos motivos. Uno de ellos es www.pulsogeselino.com.ar, un portal de noticias históricas y de color.
Entre las páginas de “Historias de Villa Gesell” se permiten el encuentro figuras de enorme relevancia en la cultura argentina, como Javier Martínez y Moris Birabent, Charly García y Luca Prodan. También otros pilares silenciosos que fueron construyendo, en el sentido más amplio de la palabra, unas tierras originalmente despreciadas que en 1931 el comerciante Carlos Gesell hizo propias y que en plena dictadura militar, el 11 de abril de 1978, alcanzaron autonomía municipal. Un árbol, una plaza, un presidente tocando el timbre de una casa, un empleador dándole a su local de comida el nombre de su mejor empleado, un parque zootemático, un hotel, un artista húngaro exiliado en la Segunda Guerra Mundial, un par de clowns empecinados en irse a surfear a Costa Rica y un perro con su caprichosa mirada clavada en el mar: Juan Ignacio Provéndola echa luz a un puñado de historias en las que sus protagonistas se corren hacia un papel de reparto para abrir paso a esa Villa que los vio nacer, crecer o morir.
Entre los personajes bisagras de la historia geselina retratados en el libro se destacan Carlos Gesell; Marta Tommys y Emilia Luther; Raúl Hernández, el primer maestro; Carlitos Ciuffarrdi, y Omar Masor, ícono del periodismo regional. También son descriptos lugares comunes y a la vez especiales como Macedo, la Reserva Querandí, el Camino a la Villa, Pipach, la Avenida 3, La Peatonal o el Acuario.
Cada lector, como cada personaje, encontrará en “Historias de Villa Gesell” un mapa y un paisaje diferente. En la aceptación de esta diferencia está el sentido último del individuo. En su libro, sin querer, Provéndola critica los prejuicios que impiden a cada uno ser cómo quiere ser; critica los prejuicios sociales que censuran, los prejuicios que atrapan a las personas en una jaula de la que parece no haber salida. Es necesario abrir las puertas de esa jaula. Y el autor lo hace. En “Historias de Villa Gesell” aborda descripciones de lugares, relata hechos o se mete en la piel de un personaje con la libertad que le da el doble hecho de haber vivido allí y también de haber tomado una distancia geográfica y crítica necesaria para interpretar los distintos hechos.
El primer material de “Historias de Villa Gesell” surgió de una serie de notas que, bajo el mismo nombre, salieron en el periódico El Fundador de esa ciudad durante 2012. Luego, el autor lo complementó con nuevas investigaciones y distintos artículos publicados para los distintos medios en los que colabora, como Página/12, Rolling Stone, El Gráfico y Perfil.com, de donde extrajo sus notas sobre el caso Agostina Sorich. “Se trata de una nena de 12 años que un día desapareció y nunca más se supo nada. La investigación fue vergonzosa y la comunidad reaccionó con indiferencia. Lo dejé para el último capítulo porque quería que funcionara como una piña en el mentón.
“A pesar de que la mayoría de las historias son bonitas y agradables, no fue mi intención idealizar el lugar donde nací, me crié y vuelvo siempre. El cariño se demuestra de otras formas. Con la verdad, por ejemplo”, concluye el autor.
Puntos de venta y más información: www.historiasdegesell.com.ar